Por cuatro años un total de 240 cuerpos “durmieron” el sueño de los justos, a causa de un “error” que intentó sepultar la crisis forense de Jalisco suscitada entre el 2015 y el 2017 y que dio origen a los llamados “tráilers de la muerte”, rentados con frigoríficos para ser usados como refrigeradores de cuerpos.
Hoy han regresado a exhumarlos, en un intento más de cambiar el número que les impusieron por su nombre real. Aún son almas sin descanso. Son mil 460 días los que han pasado errantes, lejanos a sus familias. Ahí pudieran estar hijos e hijas, esposos, hermanas o hermanos, que alguien busca todavía en predios o fosas clandestinas de Jalisco.
Lo que se pretende es recabar indicios -los que no se hayan perdido por el tiempo- para ver si pueden conseguir, en un intento más, que su familia los identifique y les de ahora sí el sueño eterno. Son 240 almas sin descanso.
De tráileres a frías gavetas
Una investigación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) puso en evidencia en su momento su destino. En 2015 los homicidios iban en aumento, los cuerpos no eran reconocidos y se asegura que las gavetas de los frigoríficos llegaron a ser insuficientes.
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Se calcula que mil 600 cuerpos no identificados llenaron las instalaciones del Servicio de Medicina Forense y entonces comenzó la crisis. Una parte de los cuerpos fueron incinerados pero luego la ley prohibió y se recurrió a las llamadas fosas comunes. Pero también el nuevo proceso penal fijó reglas claras de que deberían de ser identificados totalmente, sepultados y ser mostrados en fotografías ante posibles familiares. Solo que fueran identificados, se procedería a exhumarlos.
La lentitud en las autopsias, la falta de personal y la insuficiencia de espacio les obligó entonces a rentar dos tráilers con frigoríficos. Pero más que un almacenamiento ordenado los cuerpos fueron aventados, amontonados, sin clasificación y mucho menos identificación.
Ya sabemos la historia. Investigaciones periodísticas pusieron a la vista los tráileres y el entonces fiscal junto con otras autoridades optaron de cambiarlos del lugar, los llevaron a diversos sitios en despoblado, rentaron bodegas y siempre los olores fétidos los pusieron en evidencia. La crisis estaba declarada.
Una opción para deshacerse de la quinta parte de los cuerpos sin identificar la encontraron en el panteón de Coyula, donde los espacios se los había donado el entonces presidente municipal priísta Jorge Arana Arana. Ahí inicialmente se tramitaron 347 permisos de inhumación, pero solo se enviaron 262 cuerpos y 22 de ellos fueron identificados y reclamados por sus familias, en este lapso de cuatro años. Ellos ya descansan en paz.
Panteón morgue en Coyula
Ya con 585 cuerpos en sus gavetas, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses ha decidido sustraer los 240, exhumarlos y hacer confrontas de ADN con familiares para lograr su reconocimiento oficial. Para ello se convocó a las personas a realizarse la prueba y una vez que se tu viera el banco, se procedería a la exhumación de 240 cadáveres. La acción ya se concretó y prácticamente estrenarán las nuevas instalaciones.
El actual director del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) Gustavo Quezada, dio detalles de la ardua labor con rumbo a lo que será el Centro de Identificación Humana: “Esto ya se tiene para las áreas de almacenamiento temporal de personas en reducciones esquelética, ya se tiene el área de Antropología, sigue adecuar las áreas de laboratorio de genética y las demás, con un presupuesto para este año de 22 millones de pesos tentativamente”.
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La idea es terminar este inmueble el próximo año. El 7 de diciembre inician las nuevas adecuaciones y para el 2023 se tiene todavía una inversión de más de 16 millones de pesos. Advirtió que eso no ha parado los trabajos y “ya se realizó el primer abordaje masivo exhumando los cuerpos del panteón de Coyula en Tonalá 240 cuerpos que ya pasaron por todos los procesos, estamos en espera de resultados genéticos”.
Estos trabajos han sido acompañados hasta ahora con la asesoría de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala. Ellos en un documento asentaron que no hubo un registro básico ni individualizado, en todo caso fueron manejados de manera múltiple lo que complica las labores.
Este recinto alberga 19 torres con siete gavetas que han sido utilizadas por el Instituto de Ciencias Forenses para inhumar ahí los cuerpos de personas fallecidas no identificadas. Incluso se percibe que la tarea de acomodo de los cuerpos más que corresponder a un número de registro de Ciencias Forenses, fue a criterio del personal del mismo panteón y en algunos casos pusieron tres o cuatro cadáveres por gaveta, para “que todos cupieran”.
Hoy regresar ahí fue triste. Los números marcan las gavetas donde hay cuerpos. No se llaman Juan, José, Alberto, sino 1, 2 y 3. Alguien decidió no olvidarlos y en algunas de ellas colocaron leyendas como que “No nos olviden y recen por nosotros”.
Forenses guatemaltecos, con amplia experiencia en este tipo de escenarios, han apoyado en este nuevo proceso que duró dos semanas, pero que no termina puesto que vienen los trabajos científicos sobre los restos.
Nueva esperanza
María N. es madre e integrante de uno de los colectivos que le ha dado seguimiento al tema, sobre todo porque su hijo desapareció entre 2014 y 2017, justo cuando se encontraron esos cuerpos. Sin embargo, en esa primera ocasión no lo reconoció entre ellos. “Pero hemos hecho la prueba del ADN y estamos esperando.
Ahorita hay más de 15 mil desaparecidos en Jalisco, pues aquí están 240 y esperamos encontrar a nuestros familiares entre ellos; es una nueva oportunidad y queremos aprovecharla”. Es, afirma, como si hubieran estado en una nueva fosa, los han vuelto a rescatar y esperamos que más de una familia encuentre al suyo, “son almas sin descanso a las que queremos solo darles ya un descanso en paz”.
Ya son cuatro de la crisis forense
A principios de 2018 fue cuando se destapó la cloaca con los tráilers, que en ese entonces se hablaba de 322 cuerpos sin nombre. Fue cuando se descubrió la primera morgue itinerante por el olor a descomposición que emanaban de esa unidad.
El segundo se descubrió días después en el estacionamiento del Instituto de Ciencias Forenses, donde su director fue cesado.
No todos tuvieron muerte violenta
La Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Jalisco (CEDJ) cuando intervino en el caso para investigarlo se percató que en estos 262 casos registrados de manera inicial, murieron en forma violenta.
En 183 casos se estableció que posiblemente fueron privados de la vida y sus archivos quedaron pendientes de concluir bajo el argumento de que aún estaba en proceso de investigación su muerte.
Sin embargo, las autopsias revelaron que su fallecimiento fue por contusión difusa de cráneo (un fuerte golpe) o un disparo en el cráneo.
En otros cinco casos se establecieron en definitiva que se trató de suicidios. Aunque usted no lo crea, el desorden en Ciencias Forenses provocó que terminaran dentro de este grupo 65 personas que fallecieron por enfermedad.
Las personas murieron por neumonía, infarto al miocardio y hemorragia pulmonar; en otros 9 casos, debido a su avanza do estado de descomposición se anotó que todavía se ignoran las causas de su fallecimiento lo que causó sorpresa e indignación. Familias de desaparecidos mantienen la esperanza que se pueda lograr identificar a sus seres queridos.