Tenía 19 años, le tocó la guardia en un despacho de abogados y por eso acudió a trabajar en miércoles de Pascua, nunca llegó. Su camión salió disparado por los aires a las 10:05 horas del 22 de abril de 1992 y luego cayó al fondo de un gran pozo… 212 personas no volvieron a ver la luz, a millones les cambió la vida, Sonia Solórzano “volvió a nacer” y vive para buscar justicia.
¿Cómo fue aquella mañana?
Viajaba en un camión de la entonces ruta 333 que iba de San Pedro Tlaquepaque al Centro de Guadalajara. Me subí en el camión en la colonia Atlas, ahí vivía con mis padres, yo tenía 19 años y trabajaba en un bufete de abogados que tenían su despacho en la avenida Federalismo, a dos cuadras de la avenida La Paz. Era semana Pascua, yo tenía dos o tres años trabajando así y me tocó la guardia, ese día iba un poco más tarde, calculando mis tiempos, para a las 10:30, abrir de la oficina.
¿Escuchó alguna explosión?
No, nunca, lo que sentí fue un fuerte golpe debajo del camión, yo iba de pie y el fuerte golpe lo sentí en la lámina, debajo de mis pies. Entonces lo que hice fue apretar mis puños, sujetarme bien de un tubo y entonces perdí la noción. Se quedó aquello oscuro.
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¿Qué pasó cuando recobró el conocimiento?
No sé cuánto estuve sin sentido. Yo iba en la parte de atrás, pero cuando desperté la unidad estaba dentro de un hoyanco, con las llantas del lado izquierdo y yo detrás del asiento del chofer, con la puerta de salida arriba de mí. Un movimiento en falso y si el camión se hacía a su lado derecho, se iba al fondo del hoyo generado por la explosión (que ya para entonces iba en serie y había generado a lo largo de 11 kilómetros del sector Reforma). El camión seguía derramando líquido y la gente decía que iba a volver a tronar.
¿Qué fue lo primero que vieron sus ojos?
Fui recuperando los sentidos y mi vista era confusa, pero si alcancé a escuchar gritos de está viva, está viva, se está moviendo. También empecé a sentir piquetes en la espalda y eran las personas que trataban de rescatarnos por fuera, porque nadie se quería subir al camión, quienes con palos o tubos querían saber si la persona estaba viva o muerta; luego me explicaron que si era persona muerta la jalaban como fuera, de un brazo, de una pierna e incluso de los cabellos.
Si estaba viva, entonces nos invitaban a mantenernos en calma y esperar la ayuda. Lo primero que pensé fue: chocamos.
¿Cómo fue la espera del rescate?
Duramos dentro del camión como una hora. Éramos unas seis personas que tuvimos que esperar una hora para que bajaran para nosotros. Había charcos de sangre, tierra y nos caían grandes rocas, que golpeaban nuestros cuerpos malheridos. De hecho llegó un momento en que comenzaron a volver a gritar: Ahí viene otra vez, luego nos dimos cuenta de que era un camión de gas, que tuvo el mismo problema, pero se incendió y se suscitaron algunas explosiones. La gente, para ponerse a salvo, se ausentó y nos quedamos solos.
¿En qué momento se dio el encuentro con el rescatista?
Cuando regresó la gente, el camión comenzó a moverse y entonces apareció un rescatista de la Cruz Roja acompañado por unos ocho chavos, que ellos sí decidieron por meterse al camión y comenzaron a sacarnos. Ahí se dio el primer encuentro con don Pablo.
Fui la última que rescató, a todos nos sacaron por la ventana y antes de dar ese paso, con cartones me entablilló y me dijo “no voltees a ver”, pero por inercia hice lo contrario: La sangre sobre la que estaba sentada era la mía, mi pierna derecha estaba doblada, a la altura del tobillo salían 15 centímetros de mi hueso, y mi brazo izquierdo estaba luxado. En todo momento me pedía perdón y me advertía: Te va a doler, pero es por tu bien, no abras los ojos, no te vamos a dejar caer.
¿Por qué decidió buscarlo y cómo se dio el reencuentro?
Los pusieron en el piso, la ambulancia llegó media hora después y el paramédico avisó: Son los más graves y procuró que no se fueran como en otras ambulancias, encima unos de otros. Solo permitió que nos fuéramos cuatro. Fue la última vez que lo vi, pero quedé totalmente agradecida, desde el primer minuto decidí que tarde que temprano lo volvería a buscar y le agradecería a quien por segunda ocasión me ayudó a nacer.
Lo encontré 25 años después, fue difícil porque en la única foto estaba de espaldas, pero lo hayamos y con un ramo de flores y abrazo le reconocí al licenciado Pablo Fernando Carrera Guilén su valentía para rescatarme.
Sabemos que lo que vino no fue fácil, ¿tuvo temor por su vida?
Sí, me llevaron a la Cruz Verde de Medrano y luego a la clínica 14 del IMSS, donde solo me enyesaron la pierna. Recuerdo bien al hombre que me llevó hasta ahí, me pidió disculpas varias veces y luego supe porqué, era un voluntario que ofreció su carroza fúnebre para trasladarnos, entonces pensé que no saldría con vida. Fue ahí, ese mismo 22 de abril por la noche, cuando por fin me enteré de lo que había sucedido: Desapareció el sector Reforma, fue una gran explosión, dijeron, yo comencé a llorar, mis padres vivían por la colonia Atlas y llegué a pensar que no habían sobrevivido.
Una enfermera me consiguió un teléfono, marqué al teléfono de mi trabajo y ellos avisaron a mis papás. Antes que mi padre me localizara tuve que soportar los momentos en que varias personas llegaban y me descubrían el rostro para decepcionarse que no era su familiar y seguir buscando.
¿Recibiste una buena atención médica y otros apoyos?
No, incluso por ser joven no tuve acceso a lo que sí tuvieron los adultos mayores, mis padres y mis jefes de entonces terminaron pagando un hospital privado con mucho esfuerzo (del IMSS me sacaron porque no era derechohabiente), dos médicos traumatólogos del equipo de las Chivas me atendieron, uno de los jugadores me regaló la primera prótesis de rodilla y ellos me salvaron la vida, ya que entré a tres cirugías con la posibilidad de que se diera la amputación de mi pierna. Por fortuna eso no ocurrió.
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Sonia, ¿sabemos que entonces el ser joven e hija de familia -sus padres y 9 hermanos- fue una desventaja?
Sí, apenas recibí 10 mil pesos iniciales para atención médica y luego otros 30 mil, pero me negaron el acceso a las viviendas que dieron y también a las becas para estudiar. Gabriel Covarrubias, entonces tesorero del Patronato de Reconstrucción, la cuestionó: “A lo mejor te aventaste a un camión y se te hizo fácil venir por dinero”.
Estos hechos ¿le cambiaron la vida y en el trayecto encontró el apoyo deseado?
Sí me cambió la vida y creo que a todos en esta ciudad. Yo estaba estudiando, tenía novio y daba por hecho mi vida hecha, pero luego al verme en una cama y con la posibilidad de que me quitaran una pierna, pensé que todo se acabó para Sonia.
Sin embargo, fue un antes y después, quedó atrás la Sonia tímida y callada y surgió la que ha alzado la voz primero entre los jóvenes más afectados por las explosiones y ahora como representante de quienes ya son de la tercera edad, pero reclaman su derechos y a ella le tienen confianza. Hoy son adultos mayores y confían en nosotros, muchos están en cama o enfermos, por eso es una gran responsabilidad defenderlos.
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Gobiernos van y vienen, ¿promesas también?
Desde las explosiones se han dado seis gobiernos, tres panistas, dos priistas y uno de promesas falsas, muchas letras en documentos; a los del PAN reconozco que se tocaron el corazón y crearon el fideicomiso, Aristóteles le metió dinero, aunque solo favoreció a unos cuantos, pero el peor gobierno es el actual, es el que más nos ha discriminado, que más promesas hizo, pero no ha cumplido.
Y ahora, 30 años después... ¿qué es lo que espera?
Definitivamente justicia. Nos gustaría saber que se confirme públicamente quien es el responsable, todos lo sabemos que se llama Pemex y se apellida Pemex. Una Comisión de la Verdad ayudaría mucho a ello, a traer paz a quienes se han ido esperando y a quienes aún estamos aquí, hay oposición, pero nos queda claro que hasta el último día que nos toque vivir será para buscar el resarcimiento y se reconozca la tragedia…