Miriam se imaginaba cada vez que salía de su casa, que un día voltearía hacia un costado y tendría a la vista a su hijo Beto, el mayor, caminando hacia ella, regresando a casa después de nueve meses de ausencia. Para este 10 de mayo no volvió así, lo hizo en una cajita de madera y convertido en cenizas, pero estuvo en el comedor de la casa, junto a ella y sus hermanos. Después de esto ya descansará en paz en el mausoleo del templo de su colonia.
Así concluyó la historia que EL OCCIDENTAL le narró la semana pasada en su edición impresa y que Miriam nos detalló, cuidando no herir a su familia, a sus hijos Carlos de 19 y Alejandro de 16 años de edad, al no darles a conocer lo que aquí nos adelantó, que a Alberto, de 21 años, lo había encontrado después de meses de búsqueda, sólo que en partes.
> Un 10 de Mayo sin un hijo en la mesa... La historia de Miriam
Ella nos narró cómo desaparecieron, tal vez por error y en una confusión, salió para ir a trabajar con varios compañeros, dos volvieron, él y otros más no.
Sabía por sus compañeras de andanzas, mujeres a las que se unió para ir en busca de su hijo, que el 10 de mayo, día de las madres, sería su día más triste de su existencia y hoy nos reconoce que no cambió, pero al menos “no me hizo falta mi Beto”.
Su hijo, como ella en su momento lo hizo saber a la autoridad, fue encontrado en una fosa clandestina de San Juan Evangelista, a unos 30 kilómetros de su casa. Ahí encontraron las piernas y el tronco.
Nos dijo en su momento que lo reconoció por los tatuajes y que la autoridad se negaba a entregarlo hasta tenerlo completo. Luego hallaron su cabeza y faltaban los brazos. Los hallaron muy cerca de ahí, en otra fosa.
Hasta antes de eso no le había informado a sus otros dos hijos, pero apenas le indicaron que el cuerpo estaba completo y las pruebas de ADN coincidían en su totalidad, ella dispuso el regreso de Beto a casa.
Sucedió esta misma semana y el día que aparecía su entrevista en la edición de EL OCCIDENTAL del 9 de mayo, a ella le entregaban el cuerpo completo. Fue cremado y Beto regresó como no quisiéramos con los más de 14 mil desaparecidos en Jalisco, puesto como dice su grito de protesta : “!Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.