Han transcurrido 29 años desde aquella tarde del 24 de mayo de 1993, en la que fue asesinado el cardenal de Guadalajara Juan Jesús Posadas Ocampo, y hasta el día de hoy el caso sigue impune.
Ese día, a las 15:45 horas, fueron asesinadas siete personas, entre ellas el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Aunque de forma oficial el caso no ha sido cerrado, las investigaciones de las autoridades federales tienen el caso estancado.
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“El caso sigue abierto, pero esto no significa que haya habido algún avance. Desgraciadamente aunque sigue abierto, lo mismo podemos decir que está detenido, no se han aportado más elementos ni más pruebas”, señaló el padre Antonio Gutiérrez Montaño, vocero del Arzobispado de Guadalajara.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el hecho de que el caso siga “abierto” hace que parezca que las autoridades siguen investigando, así lo detalló el padre Montaño. Hasta las autoridades le sirve si es que sigue abierto, porque así se navega en el mar de la indefinición”, apuntó.
Caso impune
Los juicios, como la propia búsqueda, se han vuelto casi eternos, llevan casi tres décadas, y aún no encuentran la sentencia final para los enjuiciados.
De casi 30 detenidos, solo quedan 9 procesados y permanecen en las cárceles por otros crímenes. Pero para otros el caso permanece impune. Los verdaderos asesinos siguen libres y éste fue un crimen de estado.“De hecho no hay ningún detenido por este caso. Estarían detenidos por otros temas que también se les acusa, pero explícito el proceso por ese tema (el asesinato del cardenal) no”.
La versión oficial concluyó en que se trató de una confusión entre dos bandas de narcotraficantes encabezadas por Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y los hermanos Arellano Félix.
La jerarquía católica ha rechazado por décadas esta versión.
“Nosotros creemos que con toda la investigación paralela, todo el trabajo que se hizo, con toda la información que las autoridades nos daban, estaba suficientemente claro en dónde se tenía que profundizar, no ha sucedido nada. Por eso se llegó a la conclusión que lo más lógico era que se trataba de un crimen de estado, porque era el mismo estado el que estaba protegiendo que no sé llegar a los responsables”, recalcó el vocero del Arzobispado.
El tiempo parece haberse encargado de borrar uno de los capítulos de lo que fue el inicio de la violencia que trajo el narcotráfico y que Jalisco no se ha podido sacudir.
Enfrentamiento entre grupos criminales
Era casi el comienzo de enfrentamientos entre grupos rivales que parecieran haberse prolongado durante ya casi tres décadas, cada vez más violentos, cada vez más despiadados, sin tregua.
La presencia de hombres encapuchados días antes en la casa de Tlaquepaque, del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; la extraña desaparición de Alberto Bayardo Robles, el supuesto primer detenido del caso que apareció en Estados Unidos como parte de un programa de testigos protegidos. Además la presencia en la escena del crimen de agentes federales y ex militares.
Así como la contundente conclusión del ya extinto doctor Mario Rivas Souza, de que “las balas fueron directísimas” sobre el cuerpo del cardenal; enrarecen el asunto y son las bases principales como para que una comisión ciudadana investigadora del caso, auspiciada por el entonces gobierno panista de Alberto Cárdenas Jiménez, sostenga a la fecha que fue un ataque directo.
Sin embargo, a 29 años, el que para muchos fue un magnicidio es el monumento más claro a la impunidad que reina en Jalisco y deja en evidencia que desde hace muchas décadas aquí no se respira paz. A la fecha dice el padre Antonio Gutiérrez , el caso sigue abierto.