/ sábado 21 de abril de 2018

Corea del Norte y sus raptos a Japón

El régimen secuestró para crear espías en Asia

El gobierno japonés sospecha que Pyongyang es responsable de decenas de desapariciones en los años 1970 y 1980 cuyo fin era formar espías.

Corea del Norte reconoció en 2002 el secuestro de 13 japoneses, pero el gobierno nipón dice que son 17. Un mes después de aquel reconocimiento cinco fueron autorizados a regresar a Japón. Pyongyang afirma que los otros ocho murieron pero no dio pruebas de ello.

En 2004 Corea del Norte entregó a Japón restos incinerados asegurando que eran las cenizas de Megumi Yokota, secuestrada con 13 años en 1977, la más joven de los 17 casos que contabilizó Tokio. Pero Japón había declarado entonces que los análisis de ADN contradecían esa afirmación.

Los japoneses sospechan que Corea del Norte secuestró a decenas de sus compatriotas. La policía japonesa cuenta 800 desapariciones sobre las que no excluyen secuestros de Pyongyang.

MÁS PAÍSES AFECTADOS

Un informe publicado en 2014 por la ONU indica que "desde 1950, la República Popular Democrática de Corea llevó a cabo, a modo de política de Estado y a gran escala, una política sistemática de secuestros y de rechazo de repatriación, seguidos de la desaparición forzada de personas de otros países. Mucho más de 200 mil personas, incluso niños, traídos de países extranjeros a la República Popular y Democrática de Corea, pudieron ser víctimas de desapariciones forzadas".

La mayoría son surcoreanos bloqueados en el Norte luego de la división del país y la guerra de Corea de 1950-1953. Otros centenares, entre ellos mujeres del Líbano, Tailandia, Malasia, Singapur, Rumania y Francia fueron secuestrados o desaparecieron tras una estadía en Corea del Norte entre los años 1960 y 1980, precisa el informe de la ONU.

Más recientemente Corea del Norte secuestró en Corea del Sur y en China a algunos ciudadanos de esos países.


DESGARRADOR

El caso más resonado es el de Megumi Yokota, tenía 13 años cuando fue secuestrada por el régimen norcoreano. Era la tarde del 15 de noviembre de 1977 cuando esta joven japonesa se dirigía a su casa en la ciudad costera de Niigata tras un entrenamiento de bádminton, sin embargo, nunca terminó ese trayecto y desapareció sin dejar rastro.

Sus hermanos, dos gemelos que tenían 9 años por aquel entonces, recuerdan a la perfección ese día: las horas de espera y cómo su madre, visiblemente preocupada, les cogió a ambos de la mano y los tres buscaron a su hermana hasta bien entrada la noche. Sin éxito.

Takuya y Tetsuya Yokota, ahora con 49 años, explican lo angustioso que fue para ellos vivir sin saber lo que había pasado y con los rumores que pesaban sobre su familia que decían que la joven Megumi se había escapado para huir de una educación demasiado severa.

"Mi madre llegó a pensar que ella tenía la culpa, por haberle dado a nuestra hermana una educación muy dura y que esto le habría llevado a marcharse o incluso a suicidarse", dice Takuya alternando el turno de palabra con su gemelo.

Con el paso de los meses, Megumi fue considerada como un "johatsu" ("evaporado") más, un término que designa a aquellos que dejan a un lado sus identidades, trabajo, estudios o familia, empujados por la vergüenza y desesperanza y que, según un libro reciente sobre el tema, ascienden a unos 100 mil al año en Japón.

"Desapareció sin dejar rastro. Vivíamos sin saber lo que había pasado", continúa Tetsuya con los ojos humedecidos, pero sin perder la compostura en ningún momento.


COREA DEL NORTE RECONOCE SECUESTROS.

Aunque varios rumores a finales de los 90 apuntaron a que pudo ser un secuestro, no fue hasta 2002 cuando el nombre de Megumi salió a relucir durante la cumbre entre Japón y Corea del Norte, cuando el hermético país reconoció haber secuestrado a 13 ciudadanos japoneses como parte de su programa de espionaje.

Entre 1977 y 1983, Corea del Norte secuestró, al menos, a 17 ciudadanos japoneses -nueve mujeres y ocho hombres-, según cifras oficiales del Gobierno de Japón, para que estos actuaran como profesores de idioma y culturales para los espías norcoreanos.

El caso de Megumi fue el más simbólico de ellos, tanto por la corta edad con la que fue apresada y llevada en barco al país comunista, como por la incansable lucha que sus padres, ahora octogenarios, encabezaron al frente de la asociación de familiares de secuestrados.

"Mi hermana era muy alegre y le gustaba hablar y cantar mucho, por eso nuestro padre se echaba a llorar cada vez que veía a una cantante joven en la televisión", dice Takuya, mientras muestra una fotografía de los tres durante unas vacaciones familiares un par de años antes de la desaparición.

Ambos hermanos crecieron aferrándose a los vagos recuerdos que conservaban de Megumi: las tardes en la piscina, las cenas en las que su hermana tenía todo el protagonismo o cuando le hicieron llorar por romper uno de sus juguetes. Recuerdos que, aunque tristes, "se han convertido en buenos con los años".

Aunque sin lugar a dudas, el momento más duro para los Yokota se produjo en 2004, cuando recibieron desde Pyongyang los huesos y el certificado de defunción de Megumi, bajo la afirmación de que se había suicidado en 1994.

"Tuvimos la esperanza de que ese año iban a cambiar las cosas, pero nos mintieron y nos mandaron los huesos de otra persona", explica Takuya, quien lamenta que con Corea del Norte "no funciona ni el diálogo, ni la negociación ni la presión".


CINCO PERSONAS HAN VUELTO.

En octubre de 2002, Corea del Norte permitió que regresaran los cinco secuestrados que habían declarado como todavía vivos, con la condición de que estos volvieran de nuevo al país, un requisito que el Gobierno japonés no cumplió tras escuchar las súplicas de las víctimas y sus familiares.

Pyongyang mantiene que las otras doce personas desaparecidas o bien fallecieron o nunca llegaron a pisar suelo norcoreano, una versión de la que Japón desconfía y que ha llevado a numerosos intentos de diálogo infructuosos entre ambos países.

"Sabemos que está viva", dice Tetsuya sobre su hermana, que tendría ahora 53 años, "sólo esperamos que pueda volver mientras que nuestros padres todavía estén bien", concluye.

Ese mismo deseo mantiene Shigeo Iizuka, de 79 años, quien se aferra a una fotografía como el único recuerdo que conserva de su hermana, Yaeko Taguchi, secuestrada en junio de 1978 poco antes de ir a recoger a sus dos hijos a la guardería.

"Mi hermana cuidaba sola de sus dos hijos y trabajaba en un restaurante. Supimos que había desaparecido cuando nos llamaron de la guardería y de su trabajo porque no la encontraban", explica Iizuka mientras sostiene en la mano una foto en blanco y negro de cuando Yaeko tenía apenas 22 años.

Sin ninguna nota o detalle que pudiera explicar lo que había ocurrido, Iizuka y su otra hermana tomaron una determinación: cada uno se quedaría con un hijo de Yaeko y los cuidarían como a los suyos propios, sin contarles nunca lo que había ocurrido con su verdadera madre.

"La policía nunca investiga en seguida estos casos, ya que por aquel entonces había unas 20.000 desapariciones al año", lamenta Iizuka, quien culpa al Gobierno japonés de dejar a un lado el tema durante muchos años.


LA CONFESIÓN DE UNA ESPÍA.

Corea del Norte se comprometió con Japón en 2014 a realizar una investigación para resolver todos los casos, a cambio de que Tokio retirara parte de las sanciones unilaterales que mantiene sobre el país, pero esta iniciativa se abandonó un año más tarde ante la falta de avances.

El hijo de Yaeko, Koichiro, no supo qué le había ocurrido a su madre hasta que cumplió los 20 años y fue a sacarse el pasaporte para hacer un viaje de trabajo. Entonces vio que en su libro de familia aparecía la palabra "adoptado".

"Lo más duro para nosotros es que él no tiene la experiencia de tener una madre: no se acuerda de su voz o de su olor. Todo lo que sabe de ella es indirecto, por lo que para él es Yaeko Taguchi", dice Iizuka mientras que sostiene una libreta donde guarda con cuidado las fotografías de madre e hijo.

La incógnita sobre el paradero de su hermana se mantuvo muchos años después, hasta que la exterrorista norcoreana Kim Hyon-hui señaló a Yaeko Taguchi como a su profesora.

"Nos enteramos de este caso por la espía norcoreana que dijo que había tenido una profesora japonesa, pero yo jamás esperaba que pudiera ser mi hermana", explica Iizuka en relación a la mujer responsable del atentado de 1987 del vuelo Korean Air.

Kim, que fue entrenada durante tres años en artes marciales y japonés, fue asignada para la misión directamente por el líder norcoreano Kim Jong-il, quien le prometió que el éxito de la misma daría lugar a la reunificación de Corea.

Después del atentado, que dejó 115 muertos, Kim intentó suicidarse sin éxito y fue apresada y condenada a muerte, aunque finalmente, el expresidente surcoreano Roh Tae-woo le concedió el perdón y en la actualidad vive en una ubicación desconocida en Corea del Sur.

"Cuando la policía le enseñó diez fotos de personas desaparecidas, la espía Kim eligió la de mi hermana sin dudarlo, incluso habló de ella con cariño", afirma Iizuka.

Yaeko Taguchi, que tendría ahora 62 años, habría vivido varios años con la espía norcoreana y le habría enseñado a esta japonés y las normas sociales del país.

Aunque Corea del Norte sostiene que Taguchi murió en 1986, Kim le dijo a sus familiares durante una visita a Japón en 2009 que su hermana seguía viva y que, hasta donde ella sabía, también lo estaba Megumi Yokota.


"EL MOMENTO MÁS DURO FUE CUANDO NO NOS ESCUCHABAN".

"Si ella no regresa, nada tiene ningún sentido. Llevamos tanto tiempo esperando y preocupados cada día", señala Iizuka, que agradece al primer ministro nipón, Shinzo Abe, y al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la atención que han traído en los últimos meses hacia el tema.

Trump fue el primer presidente estadounidense en referirse a este problema durante una intervención en la Asamblea General de la ONU, después de quedar "conmovido" con el relato de familiares de secuestrados que visitaron Washington, también aprovechó su visita a Japón en noviembre para volver a reunirse con ellos.

Tras años de sentirse ignorados, los familiares de las víctimas han encontrado en Abe y Trump una nueva esperanza de reunirse con ellos 40 años después.

"El momento más duro para nosotros fue cuando no nos escuchaban. Por muchos eventos que convocásemos o las firmas que consiguiésemos, todo acababa en actuaciones sin ningún sentido", lamenta Iizuka.

Ahora, la familiares de Megumi y Yaeko sólo quieren encontrarse con ellas mientras todavía conserven la salud para ello.

"Tengo el sueño de que Koichiro se abrace con Yaeko en las escaleras del avión, pero yo mismo tengo ya 79 años y me siento más débil, al igual que Shigeru Yokota -el padre de Megumi-, que tiene 85", concluye Iizuka, que pone, sin embargo, una nota de positivismo a su historia.

"Sé que mi hermana está viva y también lo está Megumi y ahora noto más que nunca que el pueblo japonés quiere que se solucione el caso".


Tokio espera que el tema sea tratado en la cumbre prevista entre Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong Un.


El gobierno japonés sospecha que Pyongyang es responsable de decenas de desapariciones en los años 1970 y 1980 cuyo fin era formar espías.

Corea del Norte reconoció en 2002 el secuestro de 13 japoneses, pero el gobierno nipón dice que son 17. Un mes después de aquel reconocimiento cinco fueron autorizados a regresar a Japón. Pyongyang afirma que los otros ocho murieron pero no dio pruebas de ello.

En 2004 Corea del Norte entregó a Japón restos incinerados asegurando que eran las cenizas de Megumi Yokota, secuestrada con 13 años en 1977, la más joven de los 17 casos que contabilizó Tokio. Pero Japón había declarado entonces que los análisis de ADN contradecían esa afirmación.

Los japoneses sospechan que Corea del Norte secuestró a decenas de sus compatriotas. La policía japonesa cuenta 800 desapariciones sobre las que no excluyen secuestros de Pyongyang.

MÁS PAÍSES AFECTADOS

Un informe publicado en 2014 por la ONU indica que "desde 1950, la República Popular Democrática de Corea llevó a cabo, a modo de política de Estado y a gran escala, una política sistemática de secuestros y de rechazo de repatriación, seguidos de la desaparición forzada de personas de otros países. Mucho más de 200 mil personas, incluso niños, traídos de países extranjeros a la República Popular y Democrática de Corea, pudieron ser víctimas de desapariciones forzadas".

La mayoría son surcoreanos bloqueados en el Norte luego de la división del país y la guerra de Corea de 1950-1953. Otros centenares, entre ellos mujeres del Líbano, Tailandia, Malasia, Singapur, Rumania y Francia fueron secuestrados o desaparecieron tras una estadía en Corea del Norte entre los años 1960 y 1980, precisa el informe de la ONU.

Más recientemente Corea del Norte secuestró en Corea del Sur y en China a algunos ciudadanos de esos países.


DESGARRADOR

El caso más resonado es el de Megumi Yokota, tenía 13 años cuando fue secuestrada por el régimen norcoreano. Era la tarde del 15 de noviembre de 1977 cuando esta joven japonesa se dirigía a su casa en la ciudad costera de Niigata tras un entrenamiento de bádminton, sin embargo, nunca terminó ese trayecto y desapareció sin dejar rastro.

Sus hermanos, dos gemelos que tenían 9 años por aquel entonces, recuerdan a la perfección ese día: las horas de espera y cómo su madre, visiblemente preocupada, les cogió a ambos de la mano y los tres buscaron a su hermana hasta bien entrada la noche. Sin éxito.

Takuya y Tetsuya Yokota, ahora con 49 años, explican lo angustioso que fue para ellos vivir sin saber lo que había pasado y con los rumores que pesaban sobre su familia que decían que la joven Megumi se había escapado para huir de una educación demasiado severa.

"Mi madre llegó a pensar que ella tenía la culpa, por haberle dado a nuestra hermana una educación muy dura y que esto le habría llevado a marcharse o incluso a suicidarse", dice Takuya alternando el turno de palabra con su gemelo.

Con el paso de los meses, Megumi fue considerada como un "johatsu" ("evaporado") más, un término que designa a aquellos que dejan a un lado sus identidades, trabajo, estudios o familia, empujados por la vergüenza y desesperanza y que, según un libro reciente sobre el tema, ascienden a unos 100 mil al año en Japón.

"Desapareció sin dejar rastro. Vivíamos sin saber lo que había pasado", continúa Tetsuya con los ojos humedecidos, pero sin perder la compostura en ningún momento.


COREA DEL NORTE RECONOCE SECUESTROS.

Aunque varios rumores a finales de los 90 apuntaron a que pudo ser un secuestro, no fue hasta 2002 cuando el nombre de Megumi salió a relucir durante la cumbre entre Japón y Corea del Norte, cuando el hermético país reconoció haber secuestrado a 13 ciudadanos japoneses como parte de su programa de espionaje.

Entre 1977 y 1983, Corea del Norte secuestró, al menos, a 17 ciudadanos japoneses -nueve mujeres y ocho hombres-, según cifras oficiales del Gobierno de Japón, para que estos actuaran como profesores de idioma y culturales para los espías norcoreanos.

El caso de Megumi fue el más simbólico de ellos, tanto por la corta edad con la que fue apresada y llevada en barco al país comunista, como por la incansable lucha que sus padres, ahora octogenarios, encabezaron al frente de la asociación de familiares de secuestrados.

"Mi hermana era muy alegre y le gustaba hablar y cantar mucho, por eso nuestro padre se echaba a llorar cada vez que veía a una cantante joven en la televisión", dice Takuya, mientras muestra una fotografía de los tres durante unas vacaciones familiares un par de años antes de la desaparición.

Ambos hermanos crecieron aferrándose a los vagos recuerdos que conservaban de Megumi: las tardes en la piscina, las cenas en las que su hermana tenía todo el protagonismo o cuando le hicieron llorar por romper uno de sus juguetes. Recuerdos que, aunque tristes, "se han convertido en buenos con los años".

Aunque sin lugar a dudas, el momento más duro para los Yokota se produjo en 2004, cuando recibieron desde Pyongyang los huesos y el certificado de defunción de Megumi, bajo la afirmación de que se había suicidado en 1994.

"Tuvimos la esperanza de que ese año iban a cambiar las cosas, pero nos mintieron y nos mandaron los huesos de otra persona", explica Takuya, quien lamenta que con Corea del Norte "no funciona ni el diálogo, ni la negociación ni la presión".


CINCO PERSONAS HAN VUELTO.

En octubre de 2002, Corea del Norte permitió que regresaran los cinco secuestrados que habían declarado como todavía vivos, con la condición de que estos volvieran de nuevo al país, un requisito que el Gobierno japonés no cumplió tras escuchar las súplicas de las víctimas y sus familiares.

Pyongyang mantiene que las otras doce personas desaparecidas o bien fallecieron o nunca llegaron a pisar suelo norcoreano, una versión de la que Japón desconfía y que ha llevado a numerosos intentos de diálogo infructuosos entre ambos países.

"Sabemos que está viva", dice Tetsuya sobre su hermana, que tendría ahora 53 años, "sólo esperamos que pueda volver mientras que nuestros padres todavía estén bien", concluye.

Ese mismo deseo mantiene Shigeo Iizuka, de 79 años, quien se aferra a una fotografía como el único recuerdo que conserva de su hermana, Yaeko Taguchi, secuestrada en junio de 1978 poco antes de ir a recoger a sus dos hijos a la guardería.

"Mi hermana cuidaba sola de sus dos hijos y trabajaba en un restaurante. Supimos que había desaparecido cuando nos llamaron de la guardería y de su trabajo porque no la encontraban", explica Iizuka mientras sostiene en la mano una foto en blanco y negro de cuando Yaeko tenía apenas 22 años.

Sin ninguna nota o detalle que pudiera explicar lo que había ocurrido, Iizuka y su otra hermana tomaron una determinación: cada uno se quedaría con un hijo de Yaeko y los cuidarían como a los suyos propios, sin contarles nunca lo que había ocurrido con su verdadera madre.

"La policía nunca investiga en seguida estos casos, ya que por aquel entonces había unas 20.000 desapariciones al año", lamenta Iizuka, quien culpa al Gobierno japonés de dejar a un lado el tema durante muchos años.


LA CONFESIÓN DE UNA ESPÍA.

Corea del Norte se comprometió con Japón en 2014 a realizar una investigación para resolver todos los casos, a cambio de que Tokio retirara parte de las sanciones unilaterales que mantiene sobre el país, pero esta iniciativa se abandonó un año más tarde ante la falta de avances.

El hijo de Yaeko, Koichiro, no supo qué le había ocurrido a su madre hasta que cumplió los 20 años y fue a sacarse el pasaporte para hacer un viaje de trabajo. Entonces vio que en su libro de familia aparecía la palabra "adoptado".

"Lo más duro para nosotros es que él no tiene la experiencia de tener una madre: no se acuerda de su voz o de su olor. Todo lo que sabe de ella es indirecto, por lo que para él es Yaeko Taguchi", dice Iizuka mientras que sostiene una libreta donde guarda con cuidado las fotografías de madre e hijo.

La incógnita sobre el paradero de su hermana se mantuvo muchos años después, hasta que la exterrorista norcoreana Kim Hyon-hui señaló a Yaeko Taguchi como a su profesora.

"Nos enteramos de este caso por la espía norcoreana que dijo que había tenido una profesora japonesa, pero yo jamás esperaba que pudiera ser mi hermana", explica Iizuka en relación a la mujer responsable del atentado de 1987 del vuelo Korean Air.

Kim, que fue entrenada durante tres años en artes marciales y japonés, fue asignada para la misión directamente por el líder norcoreano Kim Jong-il, quien le prometió que el éxito de la misma daría lugar a la reunificación de Corea.

Después del atentado, que dejó 115 muertos, Kim intentó suicidarse sin éxito y fue apresada y condenada a muerte, aunque finalmente, el expresidente surcoreano Roh Tae-woo le concedió el perdón y en la actualidad vive en una ubicación desconocida en Corea del Sur.

"Cuando la policía le enseñó diez fotos de personas desaparecidas, la espía Kim eligió la de mi hermana sin dudarlo, incluso habló de ella con cariño", afirma Iizuka.

Yaeko Taguchi, que tendría ahora 62 años, habría vivido varios años con la espía norcoreana y le habría enseñado a esta japonés y las normas sociales del país.

Aunque Corea del Norte sostiene que Taguchi murió en 1986, Kim le dijo a sus familiares durante una visita a Japón en 2009 que su hermana seguía viva y que, hasta donde ella sabía, también lo estaba Megumi Yokota.


"EL MOMENTO MÁS DURO FUE CUANDO NO NOS ESCUCHABAN".

"Si ella no regresa, nada tiene ningún sentido. Llevamos tanto tiempo esperando y preocupados cada día", señala Iizuka, que agradece al primer ministro nipón, Shinzo Abe, y al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la atención que han traído en los últimos meses hacia el tema.

Trump fue el primer presidente estadounidense en referirse a este problema durante una intervención en la Asamblea General de la ONU, después de quedar "conmovido" con el relato de familiares de secuestrados que visitaron Washington, también aprovechó su visita a Japón en noviembre para volver a reunirse con ellos.

Tras años de sentirse ignorados, los familiares de las víctimas han encontrado en Abe y Trump una nueva esperanza de reunirse con ellos 40 años después.

"El momento más duro para nosotros fue cuando no nos escuchaban. Por muchos eventos que convocásemos o las firmas que consiguiésemos, todo acababa en actuaciones sin ningún sentido", lamenta Iizuka.

Ahora, la familiares de Megumi y Yaeko sólo quieren encontrarse con ellas mientras todavía conserven la salud para ello.

"Tengo el sueño de que Koichiro se abrace con Yaeko en las escaleras del avión, pero yo mismo tengo ya 79 años y me siento más débil, al igual que Shigeru Yokota -el padre de Megumi-, que tiene 85", concluye Iizuka, que pone, sin embargo, una nota de positivismo a su historia.

"Sé que mi hermana está viva y también lo está Megumi y ahora noto más que nunca que el pueblo japonés quiere que se solucione el caso".


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