Sin gente, sin puestos más que los del tianguis de la semana, sin ingresos extras y sin Judea en Vivo así transcurrió el Viernes Santo en la comunidad de San Martín de las Flores en donde se realizaba la tradicional “Judea en Vivo” la segunda más importante del país y con más de 200 años de conmemorar la pasión y muerte de Jesús.
La pandemia por Covid-19 impidió que se realizará este acto religioso masivo, en donde se estiman acuden miles de personas a lo largo del Jueves y Viernes, pero también los sábados para la intensa jornada de la “cuereada” acción en donde algunas personas se flagelan para exculpar sus pecados.
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Como si no fuera la mayor conmemoración de la Iglesia católica, los habitantes de esta comunidad considerada como “brava” por la forma de actuar de sus habitantes, la vida transcurrió sin mayores preocupaciones, con actividades si ningún tipo de alteración.
Por las estrechas calles de esta comunidad, muchas de ellas empedradas, se veía una gran cantidad de mototaxis circulando de izquierda a derecha, de derecha izquierda, de arriba abajo, de abajo hacia arriba, pero todas con personas con algunas compras para la comida, para la despensa o para botanear el resto del día de asueto.
De la transmisión de los videos que se grabaron precisamente para pasar en este día con alusión a la Judea no se supo nada, no se vio ningún tipo de operativo especial y el sol quemaba la cara, brazos, piernas, el cuerpo entero, el calor hacía sudar la gota y no precisamente la “gorda”, pero sí incomodaba esa sensación de escurrir agua mientras se caminaba, mientras algunas ráfagas de aire se colaban por las ventanas de las unidades motorizadas o de cuanto llantas.
Así, a lo largo de las calles se veían personas de ida y vuelta, con bolsas vacías y llenas, limpiándose la cara del agua que salía de su cuerpo, bajaban las compras para descansar los brazos y manos, trataban de negociar con los choferes para que los subiera y no les cobraran tan caro y de forma paralela las calles de convirtieron en doble sentido aunque por momento sólo podía pasar un auto.
El cerro donde tradicionalmente concluye el viacrucis se veía seco, “pelón”, sin vida, sin gente que representara los hechos ocurridos hace más de dos mil años, sin agua en las calles para refrescar a los caminantes, sin patrullas ni policías en exceso para controlar los accesos y la circulación para vigilar que no se cometieran delitos al amparo de la multitud.
Así, San Martín de las Flores vivió un Víacrucis diferente, sin actos religiosos-paganos en la calle, sin romanos burlándose del mesías, sin cruces de madera, sin coronas de espinas y sin salvador del mundo, San Martín de las Flores vivió un Viernes Santo diferente y en ausencia de su más grande tradición multitudinaria.