Al llegar al Centro Histórico de Guadalajara el recorrido obligado invita al visitante ya sea a subirse por un paseo o simplemente disfrutar de las calandrias que, esparcidas por el Museo Regional, la Rotonda de Jaliscienses Ilustres o Plaza Liberación, le dan un toque único a la ciudad desde hace décadas.
Y entonces empieza la incógnita, ¿eléctrica o a caballo?”. El recorrido es el mismo, pero definitivamente es la modernidad contra el galope del caballo.
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Las leyendas cuentan que anteriormente el típico carruaje jalado por un caballo era utilizado para transporte particular, público y de carga. Dicen también que el nombre 'calandria' nació debido a que la ciudadanía empezó a relacionarlas con el pájaro del mismo nombre, por compartir los colores amarillo y negro con el que en un tiempo se empezaron a vestir aquellas que eran usadas para la movilidad colectiva.
Es así que se consolida una tradición que hoy, en pleno 2022, sigue más vigente que nunca con recorridos que si bien a lo largo de los años han sufrido cambios, en la actualidad se centran en que el turista o ávido de la historia de la ciudad pueda conocer el primer cuadro del Centro Histórico, la zona del Templo Expiatorio o la de Chapultepec. Esto en la calandria de su elección; la típica jalada por un caballo o la eléctrica.
Calandrias a caballo, una tradición que perdura
Jorge Osvaldo tiene 27 años de calandriero y en lo que limpia el carruaje, para empezar el día, platica cómo es tercera generación en el negocio (sus abuelos iniciaron), en el cual empezó cuando tenía tan solo 13 años, junto con su hermano, debido a que su papá quedó unos meses incapacitado.
Lo que empezó como una actividad por necesidad se convirtió en una fuente de empleo inalterable por varias décadas. Sin embargo, no fue sino hasta hace un par de años que se implementaron las calandrias eléctricas y en este sentido relata que no se han escapado de la estigmatización y los ataques de las personas, quienes los juzgan por todavía utilizar caballos.
"Hay gente que nos agrede, pasan y nos dicen de cosas. Tenemos estigma en contra de nosotros, cuando muchos no saben el proceso que llevan los animales y el cuidado que tienen. Tenemos reglas que seguimos del ayuntamiento, pero nos afecta porque nos ha bajado mucho el trabajo. Toda la gente que dice que no maltratemos a los animales, en la pandemia no nos dieron ni un grano de pastura. Yo tenía mis hijas y los caballos, es decir dos familias, y tenía que tener dos trabajos para mantenerlos".
'Rubia', 'Sin calzones' y 'Chubasco', son los caballos que tiene para trabajar su calandria, y con los tres lleva un riguroso sistema de cuidado ya que un veterinario da revisiones periódicas y en general el ayuntamiento de manera constante supervisa que todo esté en óptimas condiciones.
Pese a las complicaciones que tuvieron en la pandemia y las críticas de la gente a las que se enfrentan en la actualidad, Jorge Osvaldo realiza su labor cada día con esmero y procurando siempre el mejor cuidado de sus caballos y capacitándose para los recorridos.
Al decirse consciente de la realidad en la que todavía existe la intención de erradicar el carruaje jalado por animales, por el momento sigue como hasta ahora, sabedor de que aún con el estigma de la ciudadanía hay quien todavía prefiere lo tradicional.
Calandrias eléctricas, renovarse o morir
Para Gerardo Jiménez, que tiene 15 años como calandriero, la sustitución del carruaje tradicional por uno eléctrico le vino a significar muchos cambios a su vida; admite que le ha ido muy bien desde que migró, pues no solo lleva el sustento a casa, sino que hasta recuperó tiempo que antes invertía por el hecho de tener caballos.
"Estos cuatro años que llevamos aquí nos ha ido perfectamente bien a todos los compañeros (...). Operativamente es más fácil esto porque yo vengo de mi casa y en 40 minutos ya estoy en el centro trabajando, y en el caballo es más entretenido porque hay que ir, bañarlo, darle de almorzar, herrarlo si le falta una herradura, es decir, para poder estar en el centro tengo que ocupar dos o tres horas. Cuando me voy llevo (la eléctrica) a Ciudad Creativa y agarro mi camión, con el caballo tengo que llevarlo al corral, esperar a que se enfríe una hora, darle su comida y luego irme a mi casa".
Para el mantenimiento, explica, tienen un ingeniero que se dedica a arreglar vehículos de golf y que les revisa todo el tema eléctrico o les consigue alguna pieza que se necesite importar. Ellos lo ponen de su bolsillo, al igual que el paquete de nueve baterías con las que se abastece el carruaje. Aunque estas tienen una vida de dos años y sumadas le salen alrededor de 50 mil pesos, considera que se invierte lo mismo a una calandria con caballo, con la única diferencia que en vez de ocuparse a diario de un ser vivo, se prevén para la adquisición de las pilas o reposición.
“(El ayuntamiento) nos entregó el vehículo sin costo adicional y el acuerdo es que ellos pagan la luz, la pensión, el seguro de cobertura amplia y nosotros tenemos que darle mantenimiento al vehículo. No sale caro si lo tratas bien”.
Proveedor de calandrias eléctricas ya no existe
En 2017, en la administración del entonces alcalde Enrique Alfaro, se presentó el programa de sustitución de calandrias. Este correría a cargo de la empresa Kadled, quien a cambio de entregar los vehículos eléctricos podría colocar publicidad en los mismos por 20 años. En total sustituiría los 55 carruajes jalados por caballos, pero solo entregaron 16, por lo que 39 persisten en el esquema tradicional; hoy la empresa ya no existe.
Se solicitó al Ayuntamiento de Guadalajara una actualización de la situación con la concesionaria y al cierre de esta edición no se obtuvo respuesta. Sin embargo, la última declaración formal de autoridades la dio el alcalde Pablo Lemus, en noviembre del 2021, quien señaló que revisarían la situación jurídica para saber cómo proceder.
"Uno de los problemas que tenemos es que la empresa con la que se suscribió la concesión ya no existe. O sea, no hay con quién reclamar, esta empresa de Kadled pues ya no está operando. Es muy difícil poder ejercer la facultad de cumplimiento de las mismas”, manifestó en su momento.
La tradición continúa
Al margen del esquema de trabajo de ambos tipos de calandrias, sus conductores refieren lo lindo de la tradición, pues a pesar de los pros y contras que la gente le pueda ver a una u otra, lo cierto es que esto sigue como una actividad generacional que esperan seguir desempeñando por los siguientes años para el deleite de la ciudadanía.
“Para nosotros es una actividad normal, los caballitos son muy tranquilos. Mucha gente que quiere (calandrias) eléctricas se va con ellas, las que quieren caballos se van con caballos. Mucha gente dice que pobres caballos, pero otra que sí sabe de los animales, saben que los caballos jalan y no cargan y que los cuidamos”, añadió Jorge Osvaldo.
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“La experiencia que me deja (en esta actividad) es que Guadalajara es la ciudad más bonita de México, entonces, el orgullo que se tiene de mostrarle a la gente todo lo que es tu ciudad, las costumbres, gastronomía, historia. El que viene a Guadalajara y no se pasea en una calandria, pues no vino”, agregó Gerardo Jiménez.