Juan Flores Torres, un bolero de 72 años originario de León, Guanajuato, llegó a Guadalajara a la edad de 13 años con el único sueño de sobrevivir. Comenzó a trabajar a dicha edad como pespuntador, cosiendo e hilvanando por medio de un pespunte, un labor de costura que realizó durante varios años. Sin embargo, el esfuerzo constante afectó su visión, comenzando a experimentar vista cansada y pérdida de visión. Por temor a dañar más su vista, dejó ese oficio y probó con otros, como la fabricación de huaraches.
Fue entre los 26 y 30 años que comenzó a trabajar como bolero, un oficio al que se ha dedicado por más de 35 años. Este trabajo le permitió adquirir una casa propia y llevar el sustento a su familia, conformada por su esposa y 10 hijos. Sin embargo, en la actualidad, Juan menciona que lleva más de un mes sin clientes.
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Juan comenta que, desde hace 10 o 12 años, su oficio ha ido en declive, ya que la gente prefiere usar sandalias de plástico o tenis, dejando de lado el zapato convencional, según su opinión, por comodidad. A pesar de las dificultades, se levanta todos los días muy temprano, ya que vive lejos del centro de Guadalajara, donde se sienta en alguna banca para ofrecer sus servicios. Si logra conseguir un cliente, suelen ser abogados o gerentes, algunas de las pocas personas que aún usan el zapato tradicional.
Actualmente, son sus hijos quienes lo sustentan, ya que, según Juan, mantenerse en estos tiempos es muy caro. A pesar de las dificultades, sigue adelante con su oficio, recordando los tiempos en que este le permitió construir una vida para su familia.