Añoranza por los juguetes tradicionales de madera que ya no piden, nudos en la garganta al no saber explicar algunas situaciones de la vida y hasta tristeza por las penas de los menores que piden que regresen familiares desaparecidos, son algunas de las situaciones que viven los Santa Claus del Centro de Guadalajara y que en ocasiones se olvidan por la risa bonachona que emiten para atraer la atención de los tapatíos y paseantes.
Hacer el personaje vestido de rojo, cinturón negro ancho, barba larga blanca, lentes, gorrito rojo y botas negras, no siempre es alegre ya que a dos años de la pandemia se vuelven a encontrar “con sus niños” y les piden que se porten bien con su papá, su mamá, sus abuelitos, hermanos y con toda la gente porque en caso contrario no les traerán juguetes o regalos, pero la alegría se apaga cuando las peticiones emocionales de los menores salen a flote.
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De sol a sol y hasta con aire frío así se la pasan día con día esperando a que lleguen los niños; algunos con gusto se aceran, otros hasta miedo les tienen o simplemente son apáticos a tomarse la tradicional foto de Navidad.
Así Santa Claus dijo que en este año lo que más le han solicitado los menores son pelotas, juguetes, muñecas, carros a control remoto y alguna que otra tablet, aunque con pesar señala que muchos de los menores “me han pedido que regresen algunos familiares que fallecieron” y con pesar y un brillo en sus ojos indica que “me es muy difícil darles o explicarles ese importante deseo” que no se podrá cumplir por ser una ley de la vida.
Con una sonrisa nerviosa y aflorando sus emociones, Santa Claus indicó que las nuevas generaciones ya olvidaron los juguetes de madera, los baleros y alguno otro de antaño y que no requerían más energía que la que uno mismo le ponía para correr detrás de ellos o lanzarlos al aire.
A veces reciben peticiones tristes
Al pensar en alguna de las peticiones más tristes que le han hecho menores, respira profundo antes de responder y pensando a lo lejos indica que “me pidieron que su papá volviera a la casa” lo cual tampoco les puede explicar esas ausencias definitivas y sólo los reconforta.
A su lugar llegan niños de la clase media a la clase baja, ninguno en donde su familia es de alto poder adquisitivo. Algunos de los menores han “llorado por miedo, ninguno por felicidad.
Les da miedo acercarse y así vuelve a su trabajo tratando de entender a los menores y los deseos más inesperados.
Ahora piden celulares
En el caso de Francisco Javier (quien también representa a Santa Claus) menciona que le han pedido dispositivos electrónicos, bicicletas, una “cosa muy bonita que ellos se portan bien con su papá y su mamá, pero en general piden ya todo lo de computación y les deseo lo mejor para que se los traigan, pero sobre todo que se porten bien”.
Mientras se escuchaba la música navideña menciona que a él no le han tocado peticiones extrañas o difíciles de alcanzar, pero también con pesar indica que antes le pedían juguetes y como cambiaron los tiempos ahora piden celulares y cosas electrónicas, se está perdiendo mucho la tradición, el amor a los papás”, donde la economía es muy complicada para todos.
Al recordar la petición más triste que le han dicho y que le hace mirar al horizonte y con voz pausada indica que las nuevas generaciones “no creen en esto, ya para ellos yo como Santa ya no creen en eso porque tienen otro modo de pensar, actuar y actuaciones” y lamenta que solo puede hacerlos felices pero no logra en ocasiones hacer recobrar esa fe en Santa Claus como un símbolo navideño.