/ lunes 2 de septiembre de 2024

Mujeres otomíes migrantes defienden la dignidad y el respeto a sus derechos

A lo largo de su vida se han enfrentado a grandes obstáculos como la falta de oportunidades

Las mujeres otomíes migrantes residentes del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) buscan su reconocimiento, defensa de su dignidad y de sus derechos humanos; ellas viven en el Cerro del Cuatro y hace una década llegaron a esa comunidad para mejorar su calidad de vida y bienestar.

En este tiempo las calles rígidas de la metrópoli transformaron su rostro y en medio de la incertidumbre y los actos de discriminación, acoso y persecución alzan la voz para buscar alianzas institucionales para mejorar las condiciones de sus familias. A lo largo de su vida se han enfrentado a grandes obstáculos como la falta de oportunidades para acceder al mercado laboral, servicios de salud y educación, alimentación y agua, además de la poca participación política y sufrir violencia doméstica y social.

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Mary Salas Álvarez Bernal y Laura Juárez son de pueblo otomí o ñaño de Santiago Mexquititlán del Estado de Querétaro y dejaron atrás su vestimenta, aunque tratan de conservar sus raíces e idioma con el bullicio de la metrópoli van modificando. “Nos salimos porque no había médicos ni trabajo. Aquí trabajas, sales a vender y tienes para comer; sí hay doctores que atienden a tu familia. Yo soy comerciante vendiendo artesanías como la muñeca Lele, bolsas cosidas a mano, pulseras. Las vendo donde nos lleve el día, en el Centro no dejan”.

Platica que las condiciones para vender sus productos originarios no han sido fáciles en el Centro de Guadalajara y de San Pedro Tlaquepaque, inspectores del ayuntamiento les quitan su mercancía. Cuando esto sucede se quedan sin comer y sin poder comprar el tratamiento o reunir dinero para el tratamiento y trasplante de corazón de su hija Yesica Martínez. “Hubo un tiempo en que sí vendíamos, pero cuando cambian no te dejan los del ayuntamiento; ahora no ando en el Centro, ando en las calles vendiendo en las paradas. A veces nos quitan la mitad se lo llevan y ya no lo recuperamos, no sé cómo recuperarlo. Con la venta principalmente es para comer”.

Al tercer mes de vida de Yesica fue detectada con un problema en el corazón; desde hace cuatro años está en lista de espera sin que a la fecha las puertas del quirófano se abran para realizar un trasplante de corazón. “Mi hija tiene un soplo en su corazón, la he llevado al hospital civil. Me han dicho que la niña está avanzada en su enfermedad necesita un trasplante de corazón pero la metimos a la lista de espera y nada que nos dicen cuánto tiempo se va a tardar”.

Sin alguna remuneración y solo por velar por su comunidad para mejorar las condiciones de vida de las familias otomíes, Mary Salas Álvarez Bernal colabora con la brigada de salud de la Universidad de Guadalajara (UdeG). “Colaboro para que nos ayuden aquí en el Cerro del Cuatro en Tlaquepaque: Nosotros estamos muy abandonados, que vienen doctores a ver a los niños. Muchos no contamos con dinero para llevarlos con doctores, queremos niños sanos”.

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Cuando Laura Juárez Martínez llegó de Santiago Mexquititlán al Cerro del Cuatro pensó que las condiciones serían diferentes, solo llegó con algunos objetos personales y ropa con el sueño de vivir mejor; adaptarse, dice no fue fácil pero hoy “es mucho mejor”. Ella dejó el comercio de las papas en la calle para dedicarse al trabajo doméstico. El maltrato verbal y psicológico que sufrió en la primera casa la llevó a dejarlo. “Cuando vendía papas seguido me quitaban las cosas y todo lo que surtía lo perdía y dejaba de comer. En la primera casa cuando trabajaba en la limpieza se peleaba mucho, se molestaba cuando le pedía un permiso para cuidar a mis hijos que los tenía chiquitos o gritaba si algo estaba mal o se perdía algo, se enojaba”.

Laura pide que su comunidad se instale una guardería para apoyar a las madres de familia que trabajan y no tienen donde dejar a sus hijas e hijos. "A mí me gustaría que nos dieran un apoyo para todas las madres que sufren y para sus hijos como los que trabajan no tienen donde dejar a sus hijos, una guardería”.

Se le cuestionó por un tiempo por dejar solas a sus hijos por irse a trabajar, eso la afectaba emocionalmente. “Decía que ‘me quedo no comen mis hijos, si me voy a trabajar los tengo que dejar solos’ las mujeres sí batallamos muchísimo”.

La responsable de las acciones comunitarias del programa Salud Intercultural en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), de la Unidad de Apoyo a las Comunidades Indígenas de la Universidad de Guadalajara, Gabriela Juárez Piña mencionó que las familias otomíes que habitan en la colonia Francisco I. Madero del San Pedro Tlaquepaque enfrenta desigualdades ante la falta de una política pública integral estatal y municipal.

Mencionó que las brigadas de salud acuden dos veces al año a la comunidad otomí desde hace seis años identificando padecimientos como diabetes mellitus, desnutrición, insuficiencia renal y enfermedades de salud bucal; quienes presentan condiciones graves han sido canalizados al Hospital Civil de Guadalajara (HCG) y en las Clínicas Odontológicas del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS). “Una de las colonias donde más hemos encontrado enfermedad renal en la Zona Metropolitana es aquí y no sabemos si es por el cambio de alimentación o esté influyendo alguna situación aquí que pudiera ser el agua o las antenas”.

Se pronunció por realizar un diagnóstico biomédico con la red de académicos de salud de la UdeG para conocer las causas de la enfermedad renal en la colonia Francisco I. Madero en el Cerro del Cuatro y establecer modelos de prevención nutricional. En la zona se realizó un trabajo de campo en conjunto con las mujeres indígenas en el AMG para conocer sus condiciones en salud, socioeconómicas.

Viven con condiciones de salud no adecuadas y falta de oportunidades de un empleo formal remunerado. “La falta de un empleo, porque los oficios que ellas saben como las artesanías hechas a mano, la muñeca Lele, morrales, tejensillas y muebles y papas fritas, pero no tienen la posibilidad de invertir en un negocio propio". Falta una política pública estatal que esté coordinada con los Ayuntamientos que incidan para mejorar sus vidas.

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Las mujeres otomíes migrantes residentes del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) buscan su reconocimiento, defensa de su dignidad y de sus derechos humanos; ellas viven en el Cerro del Cuatro y hace una década llegaron a esa comunidad para mejorar su calidad de vida y bienestar.

En este tiempo las calles rígidas de la metrópoli transformaron su rostro y en medio de la incertidumbre y los actos de discriminación, acoso y persecución alzan la voz para buscar alianzas institucionales para mejorar las condiciones de sus familias. A lo largo de su vida se han enfrentado a grandes obstáculos como la falta de oportunidades para acceder al mercado laboral, servicios de salud y educación, alimentación y agua, además de la poca participación política y sufrir violencia doméstica y social.

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Mary Salas Álvarez Bernal y Laura Juárez son de pueblo otomí o ñaño de Santiago Mexquititlán del Estado de Querétaro y dejaron atrás su vestimenta, aunque tratan de conservar sus raíces e idioma con el bullicio de la metrópoli van modificando. “Nos salimos porque no había médicos ni trabajo. Aquí trabajas, sales a vender y tienes para comer; sí hay doctores que atienden a tu familia. Yo soy comerciante vendiendo artesanías como la muñeca Lele, bolsas cosidas a mano, pulseras. Las vendo donde nos lleve el día, en el Centro no dejan”.

Platica que las condiciones para vender sus productos originarios no han sido fáciles en el Centro de Guadalajara y de San Pedro Tlaquepaque, inspectores del ayuntamiento les quitan su mercancía. Cuando esto sucede se quedan sin comer y sin poder comprar el tratamiento o reunir dinero para el tratamiento y trasplante de corazón de su hija Yesica Martínez. “Hubo un tiempo en que sí vendíamos, pero cuando cambian no te dejan los del ayuntamiento; ahora no ando en el Centro, ando en las calles vendiendo en las paradas. A veces nos quitan la mitad se lo llevan y ya no lo recuperamos, no sé cómo recuperarlo. Con la venta principalmente es para comer”.

Al tercer mes de vida de Yesica fue detectada con un problema en el corazón; desde hace cuatro años está en lista de espera sin que a la fecha las puertas del quirófano se abran para realizar un trasplante de corazón. “Mi hija tiene un soplo en su corazón, la he llevado al hospital civil. Me han dicho que la niña está avanzada en su enfermedad necesita un trasplante de corazón pero la metimos a la lista de espera y nada que nos dicen cuánto tiempo se va a tardar”.

Sin alguna remuneración y solo por velar por su comunidad para mejorar las condiciones de vida de las familias otomíes, Mary Salas Álvarez Bernal colabora con la brigada de salud de la Universidad de Guadalajara (UdeG). “Colaboro para que nos ayuden aquí en el Cerro del Cuatro en Tlaquepaque: Nosotros estamos muy abandonados, que vienen doctores a ver a los niños. Muchos no contamos con dinero para llevarlos con doctores, queremos niños sanos”.

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Cuando Laura Juárez Martínez llegó de Santiago Mexquititlán al Cerro del Cuatro pensó que las condiciones serían diferentes, solo llegó con algunos objetos personales y ropa con el sueño de vivir mejor; adaptarse, dice no fue fácil pero hoy “es mucho mejor”. Ella dejó el comercio de las papas en la calle para dedicarse al trabajo doméstico. El maltrato verbal y psicológico que sufrió en la primera casa la llevó a dejarlo. “Cuando vendía papas seguido me quitaban las cosas y todo lo que surtía lo perdía y dejaba de comer. En la primera casa cuando trabajaba en la limpieza se peleaba mucho, se molestaba cuando le pedía un permiso para cuidar a mis hijos que los tenía chiquitos o gritaba si algo estaba mal o se perdía algo, se enojaba”.

Laura pide que su comunidad se instale una guardería para apoyar a las madres de familia que trabajan y no tienen donde dejar a sus hijas e hijos. "A mí me gustaría que nos dieran un apoyo para todas las madres que sufren y para sus hijos como los que trabajan no tienen donde dejar a sus hijos, una guardería”.

Se le cuestionó por un tiempo por dejar solas a sus hijos por irse a trabajar, eso la afectaba emocionalmente. “Decía que ‘me quedo no comen mis hijos, si me voy a trabajar los tengo que dejar solos’ las mujeres sí batallamos muchísimo”.

La responsable de las acciones comunitarias del programa Salud Intercultural en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), de la Unidad de Apoyo a las Comunidades Indígenas de la Universidad de Guadalajara, Gabriela Juárez Piña mencionó que las familias otomíes que habitan en la colonia Francisco I. Madero del San Pedro Tlaquepaque enfrenta desigualdades ante la falta de una política pública integral estatal y municipal.

Mencionó que las brigadas de salud acuden dos veces al año a la comunidad otomí desde hace seis años identificando padecimientos como diabetes mellitus, desnutrición, insuficiencia renal y enfermedades de salud bucal; quienes presentan condiciones graves han sido canalizados al Hospital Civil de Guadalajara (HCG) y en las Clínicas Odontológicas del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS). “Una de las colonias donde más hemos encontrado enfermedad renal en la Zona Metropolitana es aquí y no sabemos si es por el cambio de alimentación o esté influyendo alguna situación aquí que pudiera ser el agua o las antenas”.

Se pronunció por realizar un diagnóstico biomédico con la red de académicos de salud de la UdeG para conocer las causas de la enfermedad renal en la colonia Francisco I. Madero en el Cerro del Cuatro y establecer modelos de prevención nutricional. En la zona se realizó un trabajo de campo en conjunto con las mujeres indígenas en el AMG para conocer sus condiciones en salud, socioeconómicas.

Viven con condiciones de salud no adecuadas y falta de oportunidades de un empleo formal remunerado. “La falta de un empleo, porque los oficios que ellas saben como las artesanías hechas a mano, la muñeca Lele, morrales, tejensillas y muebles y papas fritas, pero no tienen la posibilidad de invertir en un negocio propio". Falta una política pública estatal que esté coordinada con los Ayuntamientos que incidan para mejorar sus vidas.

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