/ jueves 14 de mayo de 2020

La difícil tarea de las maestras, dan clases desde casa y son madres

Las docentes de licenciatura, una en la Universidad de Guadalajara y otra en una particular, agradecieron la comprensión de parte de los alumnos

La pandemia por Covid-19 hizo que el mundo entero cambiara su rutina y en el caso de los profesores, la labor se multiplicó, sobre todo para quienes tienen hijos y ahora desde casa se encargan de su cuidado y al mismo tiempo de impartir clases en línea.


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EL OCCIDENTAL platicó con dos profesoras de nivel licenciatura, ambas madres de menores que hasta la segunda semana de marzo acudieron con regularidad a la guardería, pero con la suspensión de clases, ahora acompañan a mamá en las clases virtuales.

Una de ellas es Esther, cuya pequeña de dos años en repetidas ocasiones ha interrumpido la clase virtual y por sugerencia de su madre, quien también es maestra, pero en nivel básico, compró material didáctico, a fin de que la niña se mantenga ocupada en casa, con actividades similares a las que desempeñaba en la guardería. “Me di cuenta que sí teníamos juguetes, pero no como material didáctico y tuvimos que asumir ese papel de maestra a nivel licenciatura, que es donde yo doy clases y ser maestra de una niña de dos años”, explicó la profesora.

“Nadie ha tenido la sensibilidad o la comprensión de hablarle a los maestros, mandar un correo preguntando cómo van, qué necesitan, si tienen computadora en su casa, porque se asume que todos tienen computadora e internet eficiente en casa”, y en su experiencia, muchas veces el internet falla y ha pasado horas esperando un técnico de la compañía de servicio.


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Una situación similar vive Elisa, madre de una pequeña en edad preescolar. “A veces la tecnología no te ayuda, porque el internet está lento, el Zoom se traba o no te escuchan bien y perdemos mucho tiempo, lo que hace lentas las clases por más que tú quieras hacerlas dinámicas, que les quieres compartir un video y se traba y tienes que esperar, hacerles plática y aguantar la frustración”, dijo la profesora.

En su caso, las primeras semanas de la pandemia las clases eran de 50 minutos y tenía un receso que aprovechaba para darle de desayunar a su pequeña, pero en la universidad donde labora decidieron ampliar el tiempo de clases y juntar alumnos de varios planteles. Ahora ofrece clases a jóvenes que antes nunca había visto, lo que complica la interacción.

“El número de alumnos creció y de tener cinco o diez, ahora tenemos hasta 40 alumnos y las tareas y actividades tienen que ser más didácticas, lo que implica preparar más material, pensar en actividades que los alumnos puedan hacer en su casa y revisar tarea. No solo es estar frente a la computadora dando la clase, sino después calificar actividades y preparando clases… Es difícil porque tú estás frente al grupo en clase virtual y ni modo de desatender la clase por irte a cuidar a tu niña o de no hacerle caso a la niña porque estás dando clases”.



En ambos casos, las maestras de licenciatura, una en la Universidad de Guadalajara y otra en una particular, agradecieron la comprensión de parte de los alumnos y aseguran que han mostrado más empatía que los mismos administrativos y personal académico de las instituciones donde laboran.

“La palabra clave aquí es empatía y a los maestros se nos olvida preguntarles a los muchachos cómo están. Yo le pregunté a mis alumnos cómo están, cómo han vivido el proceso y fueron momentos muy catárticos, porque sus respuestas son que están estresados, con mucha tarea, con hermanos que también necesitan la computadora y no pueden conectarse en los horarios que requieren los maestros y al final me daban las gracias por preguntarles, porque nadie lo había hecho”, concluyó Esther.

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