Entre las tantas joyas que esconde el municipio tequilero de Amatitán, está su templo, dedicado a la Virgen de la Inmaculada Concepción de María, donde colaboraron en su remodelación dos de los más grandes talentos mexicanos: el arquitecto Luis Barragán y el muralista José Clemente Orozco.
De acuerdo con testimonios fotográficos y contratos pertenecientes al templo, ambos visitaron el municipio por la cercanía que tenían con propietarios de la tequilera Herradura y dejaron plasmado su trabajo en la estructura, que originalmente se construyó entre 1757 y 1797. Por parte del pintor jalisciense, la labor consistió en las pechinas, donde están los evangelistas, y su significado es que son ellos quienes sostienen la bóveda del templo.
En tanto, el arquitecto tapatío colaboró en varios proyectos, entre ellos la rehabilitación del atrio, el confesionario, las sacristías, los altares, las bóvedas y una cúpula de ocho lados con vitrales en cada cielo.
Te recomendamos:
Lo que hace peculiar a Amatitán es que el templo de la Virgen de la Inmaculada Concepción de María tiene su puerta principal a espaldas de la plaza. De esa manera, quienes están en la plaza no ven la entrada, sino el muro de atrás, donde el arquitecto Luis Barragán, en su paso por Amatitán entre 1937 y 1942, junto con su amigo Ignacio Díaz Morales, plasmaron en el muro del templo las conocidas como “Bienaventuranzas de Barragán”, que dicen lo siguiente:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Si fuera poco el talento plasmado en el templo por dos de los más grandes como son Luis Barragán y José Clemente Orozco, la joya de la corona podría ser el reloj del templo de Amatitán, fabricado en 1771 por el mismo que se encargó del Big Ben en Londres.
De acuerdo con Osvaldo Andrade, guía de turistas en el municipio, dicho reloj, que aún está en funcionamiento, lo trajeron hace cientos de años al Occidente de México cruzando el Océano Atlántico.
“Solamente tenía la carátula que da hacia la plaza y si tú querías ver la hora, como no había reloj, tenías que ir a la plaza”.
En la actualidad, el reloj tiene cuatro carátulas, y los encargados de llevar el reloj inglés hasta el municipio tequilero fueron propietarios de Herradura, una de las más grandes tequileras de la región.
→ Únete a nuestro Canal de WhatsApp y recibe las noticias más relevantes