Recordar es volver a vivir, dice el refrán, y con la actividad que se impulsa desde la Secretaría de Educación denominada Convivencia de Juegos Tradicionales, se hace una remembranza de cómo se divertían los papás de los actuales estudiantes, pero también los practican y con ello desarrollan otro tipo de actividades con el control y manejo del trompo, yoyo, note pateado, quemados y brincar la cuerda.

Ema Solórzano, directora de Educación Física de la Secretaría de Educación, habló de los beneficios de los juegos en el desarrollo de habilidades psicomotrices de los menores, la activación que provocan al no tenerlos sentados frente a una pantalla o un dispositivo electrónico, aunque en su parte positiva ayudan al desarrollo de habilidades mentales.

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“No se podría explicar la condición social sin él, porque es la excusa perfecta para el aprendizaje, el desarrollo, de las habilidades, destrezas y actitudes, no se entendería la infancia si no existieran los juegos, parte de nuestra infancia son los juegos”, platicó.

En ese contexto recordó y preguntó a los papás quiénes habían jugado, el yoyo, trompo, balero, stop, resorte, canicas, bote pateado, quemados y toda una serie de actividades que se hacían en la vida cotidiana hace más de 30 años, en donde se hacían suertes como el trompo en la uña, el columpio, el perrito, entre otros.

Mientras que el secretario de Educación, Juan Carlos Flores Miramontes, hizo gala de sus habilidades en el manejo del yoyo, de lo que recordaba en el lanzamiento del trompo, entre otros que él jugaba en la calle, de “esos juegos que nos hicieron felices para quienes nacimos en las décadas de los 60, 70 y 80, nos tocaba jugar en la calle muchas horas porque no teníamos pantallas”.

Pero tampoco se podía pasar horas frente a la televisión ya que la programación para menores era en cierto horario y en poblaciones lejanas de la ciudad ni la señal llegaba y platicó cómo se encendía la televisión en blanco y negro con un regulador que se tenía que calentar hasta 15 minutos antes para que cargara.

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“Pero qué hacíamos si no teníamos videojuegos ni redes sociales, pues salíamos a la calle” en donde pasaban cosas formativas, experiencias de vida que educaban ya que esos juegos tradicionales ayudaban con la inteligencia emocional al aprender a controlar la frustración porque no siempre se ganaba.

Además, se aprendía que el trabajo en equipo era más efectivo que hacerlo de forma individual, se impulsaba la estrategia para hacer el menor papel, destrezas físicas, es decir una serie de habilidades que no se logra desarrollar ante la falta de la convivencia social, se combatía el estrés mental, entre otros aspectos de la vida.

Así, los menores emocionados veían el control que el secretario tenía con esos juegos de antaño y en el caso del estudiante Alfredo Moreno Bolaños, de la escuela Enrique González Martínez, de 11 años platicó qué le parecen los juegos que practicó su papá hace 30 años y mostró sus habilidades en el control del trompo. Todo con la enseñanza de su profesor de educación física Elías Jiménez.