Estudiantes que a lo largo de su corta carrera han sumado palmarés por su afición a la robótica, concentraron sus conocimientos para regalarle a su compañera un brazo biónico que responde a estímulos nerviosos. Joanna es una estudiante de sexto grado del Colegio Unión México y de apenas 12 años, muy destacada. Cada año sin falta era parte de la escolta y de muchas otras actividades.
Así, como una estudiante inquieta, la conocieron de sus compañeros de secundaria y bachillerato del Colegio hermano Subiré Business School.
UN BRAZO PARA JOHANA
Ella ya sabía lo que era tener una prótesis. Convivió por años con una de tipo pasivo en forma de gancho, sin embargo no le gusta usarla por su estética y peso. Cuando ella supo de la propuesta no solo se entusiasmó, se involucró en el tema, aportó ideas y se volvió parte importante del equipo que dentro del análisis concluyó que ella lo que necesitaba era: un brazo residual que permita la inervación a través de electrodos superficiales de un sistema protésico activo por medio de la adquisición de señales EMG de su bíceps.
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En ello se involucraron estudiantes de secundaria y bachillerato de los colegios Subiré de los campus Zapopan, Jalisco (11) y León, Guanajuato (12), tuvieron la idea de desarrollar una prótesis que mejorara la calidad de vida de su compañera.Como parte de los proyectos que los jóvenes llevan a cabo cada año, decidieron echarlo a andar y a su vez, involucraron a Johana quien desde un inicio se mostró totalmente complacida y entusiasmada con la idea, ya que ella se sumó al proyecto, pues con su experiencia (al haber utilizado otra prótesis) y nuevas aportaciones, permitieron el diseño de esta prótesis mioléctrica.
“Las señales que yo mando de mi cerebro a mi músculo, estas las reciben, las llevan hacia los motores y estos hace que jalen los hilos y mis dedos se muevan”, expresa Johana, quien encuentra fascinante esta pieza robótica y lo ve solo como en principio se puede hacer con el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Es liviana y puede tomar más cosas, como nunca lo había hecho desde su nacimiento y con otras prótesis. La sonrisa de Johana hoy no se borra de su rostro. Sus papás han sido contagiados por esa alegría, pero además con el interés de su pequeña que hoy, a su corta edad, conoce perfectamente el proyecto y con una impresora en 3D le permitirá a ella misma sustituir algunas de las partes de su prótesis cuando sea necesario: puede imprimir otro dedo, por ejemplo, o cambiar uno de los motores. La duración de la prótesis dependerá del crecimiento de Johana.
Conoce más...
* 70 mil pesos fue el costo total de la prótesis, mismos que fueron pagados por el colegio.