Una mesa compuesta por tres personalidades en el mundo literario es lo que se podía esperar a la hora de presentar un libro de José Saramago, Premio Nobel de Literatura de 1998. Pilar del Río, compañera de vida del portugués, Sergio Ramírez, escritor y Premio Cervantes 2017, y Jorge Volpi, escritor mexicano y Premio Alfaguara de Novela 2018, platicaron con los asistentes a la Feria Internacional del Libro sobre este libro póstumo, El cuaderno del año del Nobel.
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Este libro es el último de los diarios de José Saramago del año que ganó el Premio Nobel, 1998 y un texto, como dijo Pilar del Río, “producto de la casualidad”, ya que lo encontró en la computadora del difunto Nobel un día que buscaba algunos datos para corroborar.
“Escribió su diario en el año 1998. No son proyectos editorialistas para comprender el mundo, son algo más simple. Él vivía en una isla y era una necesidad de comunicarse con sus amigos y sus lectores. Los diarios son cartas a sus amigos. En el 98, lo que cuenta a veces son insignificantes, viajes, conferencias, encuentros con personas, una reivindicación del escritor José Donoso. Todo eso está ahí recogido.
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La escritora Lidia Jorge, muy amiga de José Saramago, estaba contemplada en la presentación, pero no pudo llegar debido a problemas con su vuelo. De igual forma se leyó un texto en donde de manera afectuosa hablaba de su amigo escritor.
Por su parte, Jorge Volpi habló sobre la relación de José Saramago con México, además de su ideología de izquierda que, de seguro, subrayó, hoy sería un ferviente crítico del mundo neoliberal.
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Este libro, “permite dibujarlo de cuerpo entero. La sensación del lector no deja de ser la del vouyerista. No viene la sensación de qué siente un Nobel al ganar el premio. Son cosas más íntimas”.
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Para finalizar, Sergio Ramírez, que resaltó la cercanía que tenía con el literato portugués, se dedicó a leer el prólogo que él hizo de la edición, el cual concluía: “Cuánta falta hace Don José en este mundo. Fue un humanista hacedor de su propio evangelio. El evangelio según Saramago”, cuyos aplausos del público hacían sentir que los presentes estaban de acuerdo con esas palabras.