A 100 años de que las calandrias comenzaron a recorrer las calles de Guadalajara, el caballo sobrevive y va ganando la batalla a las máquinas que un día se quisieron imponer desde el gobierno municipal de Guadalajara. Ya han pasado tres trienios y las eléctricas paran, por fallas y la ausencia de un proveedor.
El maltrato animal era el principal argumento. Dos accidentes, donde el caballo resbaló por el piso recién remodelado, fueron el detonante de una decisión muy similar a la que se tomó en el caso de los animales de circo: Evitar su uso, pero sin considerar cuál sería su destino final.
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Los animales de circo, ya vimos, terminaron sufriendo peor maltrato en supuestos albergues o fueron abandonados en sus jaulas o en los bosques, donde terminaron muertos de hambre o “cazados”. Los equinos habrían terminado en el rastro o abandonados, seguramente.
Fue el 29 de julio del 2016 cuando casi por decreto municipal se intentó eliminarlas. Tras el accidente de un caballo se dio un “¡hasta aquí!” y comenzó la revisión de todos los equinos, su vida,
En el 2017 se declaró que la operación sustitución de máquina por caballo estaba en marcha, se dieron manifestaciones, jaloneos, berrinches y al final en 2018 apenas aparecieron seis carruajes eléctricos.
De acuerdo al plan inicial la empresa colocaría durante 20 años publicidad en los carruajes, a cambio de entregar 55 en total, los que pagarían los nuevos dueños. Solo se entregaron 16 en total. Después prácticamente desaparecieron.
El 22 de mayo de 2019 Enrique Alfaro, ya como gobernador, explicó que los patrocinadores de las calandrias eléctricas tuvieron algunas complicaciones y eso retrasó el programa que tiene el ayuntamiento de Guadalajara para retirar los caballos.
“Acordé con el presidente Ismael del Toro, este año sin falta habremos de garantizar que no haya un solo caballo jalando calandrias en Guadalajara. Es un compromiso y lo vamos a cumplir”, sentenció entonces.
Luego todo fue silencio. Dos años de pandemia, apenas sobrevivieron los calandrieros con o sin caballo.
Ya con Pablo Lemus Navarro como alcalde tapatío se ha reconocido que la empresa KadLed, encargada de construir las calandrias eléctricas, así como nació, desapareció: "Uno de los problemas que tenemos es que la empresa con la que se suscribió la concesión ya no existe. O sea, no hay con quién reclamar, esta empresa de KadLed pues ya no está operando. Es muy difícil poder ejercer la facultad de cumplimiento de las mismas".
"La gente está en una situación económica muy compleja como para que nosotros les limitemos ahora su trabajo. Me están terminando ya la revisión jurídica, pero por lo pronto están trabajando ambas aquí en el Centro Histórico", dijo.
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Y un taller “donde le saben a lo eléctrico” -afirman los propios conductores- es el que mantiene en pie, rodando, a las calandrias eléctricas; mientras que las que son jaladas por los caballos tienen igual o mayor número de clientes, aunque cuando hay niños, ellos son la diferencia -como nos tocó ver con una familia de Aguascalientes- “Papi, yo quiero subirme a la que trae caballo”.