Arturo Pérez-Reverte es uno de esos autores que parecen bastarse a sí mismos. Ataviado en un saco negro sin una sola arruga y una camisa blanca como ya no las hacen, el escritor español de 67 años acudió a la Feria Internacional del Libro para presentar la tercera parte de la trilogía protagonizada por Lorenzo Falcó: Sabotaje.
Con una forma de mirar por encima que lo caracteriza y unos argumentos tan lúcidos que rayan en el cinísmo, quien fuera corresponsal de guerra por más de veinte años se permite hablar de la bajeza del ser humano porque la conoce de primera mano: “En mis novelas me interesa la lealtad, no el amor.
La cosa es que cuando has vivido lo que yo y visto lo que yo, puedes ver hacia atrás y olvidarte de las grandes imposiciones que usualmente tiene la vida. Miras hacia atrás y rescatas, si acaso, cuatro cosas: valor, coraje, orgullo y dignidad”.
Este libro tiene como protagonista a Falcó, un personaje que es un agente franquista que intenta evitar a cualquier costa que el Guernica que está pintando Picasso llegue a la Exposición Universal de París en 1937 en la que la República busca conseguir apoyo,y Reverte habla de la forma en que le presta su manera de ver el mundo al protagonista: “Mientras que Alatriste es un un héroe moral (refiriéndose a otro de sus personajes entrañables), Falcó es el antihéroe, el no tiene ideología. Él lo que busca es un pretexto para vivir la aventura mucho antes que una causa”.
Pérez-Reverte despotrica contra la cultura occidental en particular y contra el género humano en lo general: “La sociedad occidental deriva hacia la estupidez (...) y es que nos han hecho creer que es el mal lo lo peor del género humano, cuando lo peor es la estupidez”, y remata: “La vida humana no vale un pimiento, somos una mierda, nos damos demasiada importancia. Yo cambiaría sin pensarlo la vida de dos humanos por la de un perro”.
Al final de la charla, un periodista colombiano pidió hacerle una pregunta al cartaginés a lo que el autor respondió: “No, acá lo importante es lo que decimos nosotros”.
Así, en medio de gritos e imprecaciones que lo acusaban de monárquico y de fascista, terminó la presentación de Sabotaje, la última novela de un autor que sabe que “entre más sincero es un escritor, más corto es su recorrido y más vulnerable es su contenido”.