Las tablas vacías, del escritor jalisciense José Ramón Velasco Medina, es una obra que deja entrever una reflexión sobre el reciente acontecer político y social de México.
Trabajo novelesco que roza los límites de la crónica periodística que aborda acontecimientos de las últimas cinco décadas donde confluyen distintas generaciones; algunas veces en calidad de testigos presenciales y otras como copartícipes de procesos con dígito final de común denominador: 1968; 1988 y 2018.
Texto literario que semejando al tequila, fue elaborado bajo cánones del reposo y añejamiento desde suelo jalisciense a partir de 1987, dando seguimiento a la mítica figura de Martín Cortés; luchador nato de causas sociales, quien a golpe de mazo y paso de arriero, resistiendo algunas veces vientos huracanados como los acontecidos en su tierra en las playas sureñas de Jalisco -conocida hoy como Costa Alegre-, o sobreviviendo en la Ciudad de México en solidaridad con sus compañeros de causa, experimentaron lo que bien podría ser la vida de connacionales protagonistas de los últimos cincuenta años, y una historia que cambió el rumbo de nación, con propuestas, que solo el acontecer ubicará en su justa dimensión, pues al momento, México es una moneda al aire.
Al cumplirse treinta y un años desde que la obra fue concebida como lo registra el periódico La Voz del Valle, editado en la ciudad natal del autor, es nuestro deseo que zarpe con buena estrella y logre llegar al puerto de lectores que de manera afortunada, en épocas álgidas, aun están a la espera de conocer novelas de corte histórico y social como la presente, que no por breve, al tiempo podría sumarse a una honrosa y destacada lista de la literatura jalisciense.
En razón a la formación y trayectoria de José Ramón Velasco Medina, se puede decir que su ascendente literario, ha cruzado por distintas facetas que van desde la visión del poeta de los años ochenta; el periodista de los noventa y la de un novelista que deja constancia de su transitar por el mundo, con esta su segunda novela, en plena vigencia del siglo XXI.
No obstante que su incursión ha sido intermitente y marginal, “como escritor ermitaño”, tal como él se autodefine, existe una constante que le permite trascender el tiempo y algunas distancias desde su lugar de origen: difundir parcialmente el producto de su creación en algunas publicaciones de instituciones con sólido prestigio, como lo son el INBA, la UNAM, Universidad de Guadalajara, o el Conaculta, hoy Secretaría de Cultura, por citar algunas.