Si eres de Jalisco y has visitado el Lago de Chapala probablemente estás familiarizado con los charales, esos pequeños pescaditos que se botanean mientras recorres el malecón.
En El Occidental estuvimos en una de las principales fábricas de charales de la región, desde donde envían kilos y kilos de charales diario a otras partes del país.
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Ahí nos explicaron el proceso para que esas pequeñas especies casi del tamaño de un dedo meñique tomen el sabor que ha encantado a mexicanos y extranjeros desde hace varias décadas.
¿Cómo preparan los charales?
Todo comienza temprano en las mañanas cuando reciben de parte de pescadores los charales recién salidos del Lago de Chapala y los meten a una tina de acero para lavarlos.
Una vez que están limpios los pasan a un contenedor donde le echan sal y enseguida al área de empanizado para llenarlos de harina y vaciarlos al aceite hirviendo donde los fríen por cerca de media hora.
Ya para concluir el proceso, los charales pasan a una centrifugadora para quitarles el exceso de aceite y de esa manera conservar su sabor crujiente hasta por cuatro meses, siempre y cuando se mantengan en un espacio fresco y sin humedad.
Hay charales para todos los gustos
En la fábrica que visitamos nos mostraron las distintas variedades de charales y aunque la estrella es el de sabor natural han incorporado otros sabores por petición de sus clientes.
Entre ellas está el charal enchilado, el charal con habanero, el que tiene un toque de jalapeño, uno más con sabor a queso y el “blue fish” pintado de color azul, acidito y picante, pero “el empanizado natural sigue siendo la adoración de los clientes”, explicó Lizbeth Cruz, quien ya tiene años trabajando en la elaboración de los charalitos chapalenses.
Los charales llegan a todo México
Cada tercer día en la fábrica reciben cerca de 400 kilos de charales por parte de pescadores de la región y buena parte de ellos se venden en los alrededores del lago, algunos más se envían a Guadalajara, Nuevo León, Guanajuato, Nayarit, Baja California y Sonora, pero tienen también clientes de otros países que los probaron y cuando vuelven a Chapala se llevan varios kilos para tener en casa porque les encantó su sabor.
Lo común entre quienes venden charales por el malecón es de 100 gramos en adelante y en la fábrica, ubicada en el centro de Chapala venden esa cantidad por 30 pesos, pero la mayor venta es en bolsitas de un cuarto de kilo, lo que representa algo así como cien charalitos.
“Si el cliente trae antojo un cuarto de kilo es perfecto para ese antojo, pero si quiere llevar para la familia, para los amigos, para enviar a Estados Unidos ya se llevan más cantidad”, agregó Lizbeth.
Son un antojo nutritivo
De acuerdo con la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca, los charales se reproducen casi únicamente en los lagos de México y al ser Chapala el de mayor extensión en todo el territorio nacional, es de donde pueden extraer más pescaditos.
Son ricos en calcio, potasio, fósforo, sodio, hierro, magnesio, yodo, niacina y vitaminas C, E, B y A, lo que beneficia al sistema nervioso, pero también contienen proteínas de alto valor biológico y aceites omega 3.
¿Y a ti te gustan los charales?
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