Jordi Sierra i Fabra siempre supo que la escritura sería parte de su esencia, de su ser y que se convertiría en algo que lo rescataría.
Es difícil que un niño pueda tener la certeza de lo que quiere ser y que el resto de su infancia, juventud y adultez siga creyendo en lo mismo.
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Jordi Sierra sí lo sabía. Toda su vida supo que escribiría libros en donde muchos personajes cobrarían vida y crearía historias fantásticas.
"De entrada los libros no se escriben, se sienten, es un sentimiento. Sigo siendo el niño de 8 años que dijo ‘seré escritor’, no he cambiado. El año pasado me hicieron un homenaje en Barcelona, en dos meses mi vida fue expuesta, era mi vida una obra literaria, fue maravilloso. También se hizo un cómic de mi vida, una novela gráfica y me pidieron que hiciera una carta del Jordi de hoy al Jordi de 15 años y esa carta está en el cómic, también me filmaron".
Desde que tenía 8 años sabía que quería ser escritor, se devoraba los libros y, a pesar de vivir muchas pruebas que le impedían desarrollarse en el ámbito de la escritura, no dejó de lado su sueño y perseveró hasta alcanzar su cometido.
"¿Qué le dice el Jordi de ahora al Jordi 8 años? Le doy las gracias por no rendirse, por aguantar lo que aguantó, las palizas que recibí por ser tartamudo. Mi padre que no me dejaba escribir, la escuela represora, todo lo que pasé y nadie, nadie pudo conmigo, iba a ser escritor y es lo que he sido".
Jordi escribe tal cual es él, se transforma en la lectura que está escribiendo; si escribe para niños de 9 años, él tiene 9 años, cuando escribe un libro policiaco para adultos, tiene 70, y cuando escribe un libro de ciencia ficción es una máquina.
"En el año 82 escribí un libro que es un best seller, en un lugar llamado tierra, y la máquina protagonista, tiene 500 años. Hay un momento de la historia en que la energía se le colapsa, la energía se le comprime y cae al suelo y se está muriendo, se queda sin energía y se muere y piensa ‘voy a morir’, que para una máquina es un concepto, 'todo lo que tengo yo, lo que tengo en mi memoria almacenado, se va a perder y no quiero morir’, entonces, como máquina, consigue que esa energía la convierta en una pequeña explosión como big bang y la consigue expandir tal y cual. Acabé ese capítulo que son dos páginas, acabé de escribirlo y de repente empecé a sudar, empecé a llorar, me entró un frío, me dio un colapso y me di cuenta que el que lo había escrito era una máquina, me convertí en esa máquina".
La esposa de Jordi decidió leer ese capítulo y comenzó a llorar, había sido transportada a un cúmulo de emociones, pues sentía que, al leerlo, le estaban afectando y pudo compartir su experiencia con Jordi.
El escritor de "Campo de fresas" no busca dejar un mensaje para las personas, él considera que la gente debe creer en sí misma. Sierra menciona que el día que muera solo quiere que en su lápida diga: "fue feliz". Agregó que lo que intenta transmitir a la gente es la idea que cada uno de nosotros estamos solos, por lo que primero debemos pensar en nosotros, nos debemos aprender a querer para después darle algo a los demás.