“Cien años de soledad”, cuya primera edición salió a la venta el martes 30 de mayo de 1967 en Buenos Aires, es la novela que Gabriel García Márquez (1927-2014) quería escribir desde que era muy joven. Es el libro para el cual vivió, leyó y se preparó; los anteriores a ése son adelantos, intentos, búsquedas, como sostiene el especialista Geney Beltrán Félix.
El novelista mexicano que nació en Culiacán, Sinaloa en 1976, y ha entrado con éxito en los campos de la edición, la crítica literaria, el ensayo y la traducción, destacó que en esas búsquedas ya aparecen algunos personajes y la geografía mítica de Macondo.
Así, en un primer momento habría qué ver a "Cien años de soledad” como “la culminación de toda una primera trayectoria del joven García Márquez, que se dio antes de cumplir 40 años”.
El también catedrático apuntó que si bien es el libro que “Gabo” tenía en la cabeza desde que salía de su adolescencia, le llevó mucho tiempo hallar el tono con el cuál quería hacerlo, el cual descubrió durante un viaje por carretera del entonces Distrito Federal a Acapulco. “Ese tono era contar en el libro historias de la familia tal y como las contaba su abuela”, subrayó el especialista.
Macondo, añadió el entrevistado, apareció en libros posteriores, en algunos casos como referencia de un pueblo cercano. Tal es el caso de la segunda novela de García Márquez, “La mala hora” (1962), de corte realista sobre el tema de la violencia, la desconfianza entre los vecinos, y el mundo carcomido por la suspicacia de episodios violentos por las pugnas políticas. Esa referencia es lateral, no central ni directa como en “La Hojarasca”.
Beltrán consideró pertinente mencionar un libro publicado en 1962 en Xalapa por la Universidad Veracruzana, colección de cuentos reunidos en “Los funerales de Mamá Grande”. En el texto que da título al libro, Macondo es el escenario donde la protagonista, Mamá Grande es una mujer poderosa, respetada lo mismo por el ejército que por la iglesia. “Esta es una expresión, desmedida y carnavalesca, que ya plantea el realismo mágico de este autor”.
Al llegar a la gran creación de “Cien años de soledad”, lo que le supuso al autor fue darle la primacía al escenario de Macondo inspirado en su pueblo natal, llamado Aracataca, y a las historias de su propia familia que le habría contado la abuela cuando era pequeño.
Ese mecanismo le permitió a García Márquez prepararse y obtener todas sus herramientas técnicas y formales para crear el universo de “Cien años de soledad”, y también significó una inclusión de la estética de la repetición onomástica en esa novela.
Uno de los grandes retos para los jóvenes de secundaria o preparatoria que leen esta obra es no perderse en la selva de nombres de la familia Buendía, los José Arcadios y Aurelianos.
En la primera generación de “Cien años de soledad” destaca por mucho el personaje del Coronel Aureliano Buendía, “y uno entiende por qué esa fue una mención recurrente en los libros anteriores, porque García Márquez ya tenía claro el papel central que habría de tener ese personaje por lo menos en el primer tercio de la novela; es un personaje muy longevo que combate a lo largo de décadas y deja su profunda huella en toda su familia”.
El pueblo Macondo aparece también en libros posteriores a su gran obra, como “Crónica de una muerte anunciada” (1981) y en su tomo de memorias “Vivir para contarla” (2002), donde narra el origen de su enérgica idea de escribir “Cien años de soledad” y la explícita vinculación Macondo-Aracataca. “Esa lógica de repetición del personaje tiene la razón del escritor joven que probaba sus armas para construir el libro que sería su realización”.
Un dato curiosamente interesante citado por el especialista Geney Beltrán Félix al hablar de “Cien años de soledad” es el personaje de Remedios, la mujer más hermosa nunca antes vista en Macondo, hija del boticario. Tan etérea, que cuando está tendiendo la ropa se va flotando al cielo. “Esa es una referencia a Mercedes Barcha, el amor de toda la vida del autor Gabriel García Márquez, con quien estuvo casado 56 años y con procreó dos hijos”.
El también ganador del Premio Bellas Artes de Narrativa Colima por Obra Publicada concluyó: “Cien años de soledad” es la gran novela latinoamericana del siglo XX, descomunal, ambiciosa, desmedida, suerte de macrocosmos, último gran libro de la latinoamericana rural, y punto final de cómo contar las historias de los pueblos y el campo. Después vino el auge de la novela urbana, con “La región más transparente” (1958), de Carlos Fuentes.