/ sábado 3 de septiembre de 2022

En Llévame a casa, Jesús Carrasco narra el choque y la necesidad de empatía entre jóvenes y viejos

Llévame a casa, que llega a México bajo el sello Seix Barral

Fue en 2013, con la publicación de su primera novela, Intemperie, cuando el nombre de Jesús Carrasco comenzó a correr rápidamente entre los medios culturales de España. Desde el primer momento cosechó numerosos premios y en poco tiempo llegó a ser traducida a 20 idiomas. Los críticos literarios calificaron aquella obra como una de las expresiones literarias más destacadas por su nítido uso del lenguaje, conciencia de la tradición literaria española y una gran interpretación del presente; pero sobre todo su extraordinario planteamiento del mundo rural.

Este sábado, Carrasco presentará en el Hay Festival Querétaro su más reciente libro, Llévame a casa, que llega a México bajo el sello Seix Barral.

Se trata de una novela que de nuevo toma como escenario el mundo rural español y discute el necesario tema del choque generacional y la responsabilidad de los hijos adultos para con sus padres ancianos, a través de la historia de Juan Álvarez, quien ha vivido en Edimburgo durante tres años, pero tuvo que regresar a España para asistir al entierro de su padre. Su plan es retomar su vida en Escocia, lejos del odioso mundo rural del que siempre quiso huir, mas una enfermedad que padece su madre lo retiene.

En una entrevista en la Ciudad de México, previa a su presentación en el evento que tiene entre sus aliados a Grupo SURA, Jesús Carrasco, charló con El Sol de México para contar las impresiones que le da su reconocimiento internacional y algunas opiniones en torno a temas relacionados a esta nueva publicación.

Reconocido con “el título nobiliario” de máximo representante del neoruralismo español, emparentado al que se escribió durante la época franquista por autores como Camilo José Cela, Miguel Delibes o Ana María Matute, Carrasco reconoce con una sonrisa incrédula que ser considerado así nunca fue su intención.

“No me siento bien ni mal al respecto, yo no he hecho nada por ganarme el apelativo, salvo escribir lo que me interesa, jamás me pondría una etiqueta a la hora de escribir. Entiendo por qué la prensa utiliza etiquetas al dar a conocer a un escritor desconocido y marcarlo de alguna manera. El mundo rural me interesa porque es mi espacio natural, en el que yo más fácilmente conecto con las emociones. Podría haber sido otro, podría haber sido una colonia en la Ciudad de México si me hallara en ella. El hecho de que sea rural es casual como el hecho de que sea español”.

Sobre el modo en que escribió esta novela, afirma que, por una parte, tiene un origen extraliterario tras la frustración de haber escrito dos novelas que ahora permanecen en el cajón y la recuperación de un texto que había comenzado cuando vivió en Edimburgo como parte de un viaje en busca de aventura. La otra es que tuvo un momento de reflexión del momento por el que está pasando en su vida.

“Ya soy hijo mayor y tengo un padre, me voy enfrentando a la vida desde esa perspectiva de padres que necesitan mi ayuda. Nunca me había hecho la pregunta. Los padres siempre han estado ahí para protegernos a nosotros, pero de repente ver cómo nuestros padres requieren de nuestro auxilio plantea preguntas, parte de ellas y algunas de sus respuestas están en este libro”, explica Carrasco.

Reconoce que este tema es importante de atender, pues “los que somos hijos adultos en la actualidad tenemos una visión de vida muy distinta, todo ha cambiado porque el mundo se ha globalizado.

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“El capitalismo es una máquina que devora todo aquello que no le sirve, que no le adora. Desde su punto de vista, un ser humano deja de tener sentido cuando deja de producir. Quizás eso tenga que ver con cómo vamos percibiendo la vejez ahora. Antes había veneración por el patrimonio acumulado por los mayores y hoy cada vez al mayor se le va apartando, se le va a arrinconando y prácticamente su opinión no cuenta, al menos desde el punto de vista estructural”.

Ante este dilema del choque entre generaciones, ¿cómo solventarlo? El autor responde: “Creo que debemos mirar con mayor compasión y bondad lo que tenemos, con ojos tranquilos y amorosos. Al hablar de la tradición, es decir del pasado, creo que hay que considerarla con mayor atención. Es un patrimonio de los jóvenes, aunque hay un mandato que dicta que la juventud debe rechazar, salir, buscar; también es un mandato regresar y ver qué había en esa tierra quemada. Hay que inaugurar nuestra existencia individual, pero, creo que también ya maduros podemos buscar la reconciliación”.

Fue en 2013, con la publicación de su primera novela, Intemperie, cuando el nombre de Jesús Carrasco comenzó a correr rápidamente entre los medios culturales de España. Desde el primer momento cosechó numerosos premios y en poco tiempo llegó a ser traducida a 20 idiomas. Los críticos literarios calificaron aquella obra como una de las expresiones literarias más destacadas por su nítido uso del lenguaje, conciencia de la tradición literaria española y una gran interpretación del presente; pero sobre todo su extraordinario planteamiento del mundo rural.

Este sábado, Carrasco presentará en el Hay Festival Querétaro su más reciente libro, Llévame a casa, que llega a México bajo el sello Seix Barral.

Se trata de una novela que de nuevo toma como escenario el mundo rural español y discute el necesario tema del choque generacional y la responsabilidad de los hijos adultos para con sus padres ancianos, a través de la historia de Juan Álvarez, quien ha vivido en Edimburgo durante tres años, pero tuvo que regresar a España para asistir al entierro de su padre. Su plan es retomar su vida en Escocia, lejos del odioso mundo rural del que siempre quiso huir, mas una enfermedad que padece su madre lo retiene.

En una entrevista en la Ciudad de México, previa a su presentación en el evento que tiene entre sus aliados a Grupo SURA, Jesús Carrasco, charló con El Sol de México para contar las impresiones que le da su reconocimiento internacional y algunas opiniones en torno a temas relacionados a esta nueva publicación.

Reconocido con “el título nobiliario” de máximo representante del neoruralismo español, emparentado al que se escribió durante la época franquista por autores como Camilo José Cela, Miguel Delibes o Ana María Matute, Carrasco reconoce con una sonrisa incrédula que ser considerado así nunca fue su intención.

“No me siento bien ni mal al respecto, yo no he hecho nada por ganarme el apelativo, salvo escribir lo que me interesa, jamás me pondría una etiqueta a la hora de escribir. Entiendo por qué la prensa utiliza etiquetas al dar a conocer a un escritor desconocido y marcarlo de alguna manera. El mundo rural me interesa porque es mi espacio natural, en el que yo más fácilmente conecto con las emociones. Podría haber sido otro, podría haber sido una colonia en la Ciudad de México si me hallara en ella. El hecho de que sea rural es casual como el hecho de que sea español”.

Sobre el modo en que escribió esta novela, afirma que, por una parte, tiene un origen extraliterario tras la frustración de haber escrito dos novelas que ahora permanecen en el cajón y la recuperación de un texto que había comenzado cuando vivió en Edimburgo como parte de un viaje en busca de aventura. La otra es que tuvo un momento de reflexión del momento por el que está pasando en su vida.

“Ya soy hijo mayor y tengo un padre, me voy enfrentando a la vida desde esa perspectiva de padres que necesitan mi ayuda. Nunca me había hecho la pregunta. Los padres siempre han estado ahí para protegernos a nosotros, pero de repente ver cómo nuestros padres requieren de nuestro auxilio plantea preguntas, parte de ellas y algunas de sus respuestas están en este libro”, explica Carrasco.

Reconoce que este tema es importante de atender, pues “los que somos hijos adultos en la actualidad tenemos una visión de vida muy distinta, todo ha cambiado porque el mundo se ha globalizado.

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“El capitalismo es una máquina que devora todo aquello que no le sirve, que no le adora. Desde su punto de vista, un ser humano deja de tener sentido cuando deja de producir. Quizás eso tenga que ver con cómo vamos percibiendo la vejez ahora. Antes había veneración por el patrimonio acumulado por los mayores y hoy cada vez al mayor se le va apartando, se le va a arrinconando y prácticamente su opinión no cuenta, al menos desde el punto de vista estructural”.

Ante este dilema del choque entre generaciones, ¿cómo solventarlo? El autor responde: “Creo que debemos mirar con mayor compasión y bondad lo que tenemos, con ojos tranquilos y amorosos. Al hablar de la tradición, es decir del pasado, creo que hay que considerarla con mayor atención. Es un patrimonio de los jóvenes, aunque hay un mandato que dicta que la juventud debe rechazar, salir, buscar; también es un mandato regresar y ver qué había en esa tierra quemada. Hay que inaugurar nuestra existencia individual, pero, creo que también ya maduros podemos buscar la reconciliación”.

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