Hemos escuchado hablar de los impresionistas en el mundo del arte, Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Degas, Alfred Sisley, Manet, por nombrar algunos de los más destacados, pero ¿Cuáles son las mujeres que se adentraron en este estilo que marcó un antes y un después en el mundo del arte para abrir paso al modernismo?
Antes que nada el nombre del Impresionismo surgió en una exposición en París en 1874 debido a una pintura de Claude Monet “Impresión” y es por esa razón que se bautizó este nuevo ismo artístico con el nombre de Impresionismo. Aquí floreció la primera ruptura con el arte del pasado a un arte moderno donde las formas, el color, las texturas, las perspectivas y los paisajes tratan de ofrecer un arte distinto.
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Debido a la competencia con la fotografía que había desbancado a la pintura por sus imágenes reales los artistas decidieron experimentar con la naturaleza. Es decir ya no se debía pintar con ese naturalismo fiel del academicismo ahora la pintura tenía que ofrecer originalidad tanto en su tecnología, proceso artístico, como en sus formas.
Los artistas demostraron que se podía pintar y crear observando de forma distinta y plasmando en el lienzo justo en el momento presente frente a la naturaleza con otra perspectiva de la realidad.
A las mujeres Impresionistas a finales del siglo XIX solo se les era permitido pintar cuadros costumbristas, es decir pintaban obras en la intimidad de su hogar, bodegones, cuadros familiares, retratos o espacios de sus propias casas y algunas se les permitía pintar en parques durante el día.
Los hombres artistas por el contrario podían salir a pintar en los campos, las calles o desnudos, es decir tenían más libertad en cuestión de espacios por lo que gracias a su observación en los factores naturales y su experimentación con la iluminación es lo que dio paso a un nuevo estilo policromático.
Los impresionistas tuvieron la influencia japonesa del estilo Ukiyoe por la comercialización de Japón con otros países y el proceso de la Revolución Industrial lo que dio paso a este nuevo estilo debido a las consecuencias de los cambios sociales.
A pesar de que a las mujeres prácticamente les cortaron las alas para demostrar sus arte supieron aprovechar todos los recursos con los que contaban dentro de sus hogares y aun así supieron destacar sin perder su inspiración para crear y observar los eventos de la naturaleza que dieron forma a un estilo Impresionista.
Los mismos artistas masculinos llegaron a segregar a la mujer artista como lo demostró en más de una ocasión Edgar Degas al referirse despectivamente de sus compañeras Berthe Morisot y Mary Cassat. No obstante a Degas le gustaba pintar bailarinas de ballet. En múltiples ocasiones se dice que lanzaba comentarios misóginos hacia las bailarinas o las tenía posando por horas en posturas bastante dolorosas para sus pies.
También legó a manifestar que “ninguna mujer tiene derecho a pintar tan bien” esto lo dijo en el Salón de París refiriéndose a un cuadro de Mary Cassat, una artista norteamericana que dejó su país porque a las mujeres les era prohibido pintar desnudos y ella lo que necesitaba era más libertad creativa.
La pintura “La Cuna” fue pintada por Berthe Morisot en 1872 la cual fue llevada a la primera exposición impresionista en el taller del fotógrafo Nadar, Morrisot. Fue invitada por sus amigos Mary Cassatt, Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Camille Pissarro entre otros para exponer sus obras. En la pintura Morisot retrató la imagen de su hermana que acababa de dar a luz a su sobrina.
Están en la intimidad de su alcoba, la madre sentada contempla a su bebé con ternura la cual nos nos lleva al rostro del bebé. Uno de sus brazos esta recargado sobre la cuna toca el tul y el otro recargado lleva su mano izquierda hacia su rostro. Trae puesto un vestido negro con franjas, en un tono más obscuro casi aterciopelado con encaje blanco que compositivamente resalta sobre los demás elementos.
Detrás de ella una ventana con una cortina blanca y frente a ella su recién nacida duerme en su cuna blanca con tul, plácidamente con un brazo ligeramente levantado. De forma magistral Berthe pinta su rostro bajo el dosel semitransparente mostrando su destreza con el pincel. En esta pintura se puede apreciar claramente las pinceladas libres (au plein air) técnica nueva que abandona el academicismo del dibujo; junto con la iluminación en el velo es la clara muestra de un impresionismo que está naciendo en el mundo del arte.
En esta pintura costumbrista Berthe Morisot nos muestra notoriamente la vida de la mujer en esa época dedicada a los hijos y al hogar donde no hay cabida para la mujer en las calles y mucho menos en los trabajos de oficina. La “buena esposa” debía permanecer al cuidado de los hijos, de su marido y del hogar familiar. La mujer que se dedicase a las artes debía incluir temas “femeninos y delicados”.
La mayoría de las temáticas debían ser para el sector masculino y eso lo sabía bien Edgar Degas que constantemente criticaba el arte femenil y a las mismas artistas. Para Berthe que conoció primero a su cuñado por cuestiones artísticas Edouard Manet y después a quien sería su esposo Eugene Manet fue más “fácil” encajar, sin embargo las críticas no se hacían esperar en las exposiciones por los temas intimistas que plasmaba en sus lienzos.
Sin embargo supo abrirse camino por sí sola en el mundo del arte masculino gracias a su gran talento ahora considerada como una de las primeras mujeres precursoras del impresionismo sino es que la primera junto con Mary Cassatt.
Berthe Morisot nació en 1841 en Bruges, Francia, en el seno de una familia adinerada. A los 11 años se trasladó con su familia a París. Desde muy joven se adentró en el mundo del arte. Más tarde estudió en la escuela de Barbizon como alumna de Camille Corot quien la presentó con Édouard Manet, su futuro cuñado. Trabajó cono copista en el Museo de Louvre en 1860. Expuso en varios salones de París ganándose el reconocimiento de la Académie des BeauxArts anualmente entre 1864 y 1873.
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