Uno de los Pueblos Mágicos preferidos en el Occidente del país es sin duda el municipio de San Pedro Tlaquepaque, porque además de sus galerías y el famoso Parián tiene un lugar único para recorrer. Se trata del Centro Cultural El Refugio, un edificio construido en 1885 y que originalmente funcionó como hospital y luego en manicomio, pero hace tres décadas se convirtió en un espacio digno de exposiciones y eventos culturales.
En las alturas ofrece una de las mejores vistas del Centro del Pueblo Mágico capaz de cautivar a cualquiera con sus más de 120 cúpulas de distintos tamaños que han sido fotografiadas una y otra vez por profesionales y aficionados de México y del mundo entero.
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Sin embargo una parte poco conocida está debajo de la tierra a casi 10 metros de profundidad y se llama Arcos Hundidos donde solo pueden ingresar grupos de veinte personas acompañados siempre de un guía que se encarga de ofrecer el recorrido y tener la mejor experiencia.
Los Arcos Hundidos fueron recuperados hace apenas una década y a lo largo de los últimos años han recibido pequeños conciertos en el lugar y han sido testigos de ceremonias institucionales.
Sobre su origen platicamos con Aldo Armando Fierros Benítez, cronista municipal de San Pedro Tlaquepaque quien compartió algunas de las teorías del funcionamiento que hace más de un siglo tuvo el área donde al entrar sientes que bajan varios grados la temperatura.
También hay un museo
El inmueble consta de casi 10 mil metros cuadrados y es una de las obras más icónicas de San Pedro Tlaquepaque, por eso alberga el Museo Pantaleón Panduro donde se exhiben algunas de las mejores artesanías hechas en Tlaquepaque y en distintas partes del país mismas que compitieron en el Premio Nacional de la Cerámica, el máximo galardón para artesanos mexicanos que trabajan con barro.
Y como cualquier lugar antiguo también tiene sus leyendas, la más popular es la monja que se aparece en los pasillos y que a decir de quienes llevan años laborando en el lugar acude ocasionalmente para ver cómo se conserva el inmueble que hace más de cien años funcionó como hospital y manicomio.
“El edificio tenía huertos, tenía área de cocina, su área de ejercicios, era el inmueble que estaba destinado a la vida cotidiana de las madres y la leyenda que se genera es que se aparecen en algunas de las galerías, en los recorridos que tienen”, explicó el cronista de San Pedro Tlaquepaque, fascinado por compartir un poco de lo que a él le cuentan sobre la monja.