/ lunes 27 de mayo de 2024

Votar: libertad y obligación


Esta semana viviremos la realización de la jornada electoral mexicana. Es una fecha que nos convoca a todos a votar con responsabilidad, defendiendo nuestra libertad, pero cumpliendo también con la obligación de hacerlo. La democracia es ese lujo invisible que tanta sangre ha derramado a lo largo de la historia universal, pues al parecer la valoramos hasta que la vemos en riesgo o de plano perdida. Votar debiera ser una fiesta, una fecha de reflexión profunda. Es la oportunidad de renovar poderes, de definir hacia donde deseamos seguir el camino del país, de evaluar a nuestros gobiernos, de reconocerles los aciertos y de castigarles las fallas. Votar es necesario, es una alegría, es una oportunidad y hay que hacerlo sin dudas este 2 de junio.

Votar también es el comienzo de una nueva etapa, de un nuevo proceso. La ciudadanía, además de votar, debe ser constante en la revisión de sus gobernantes, en exigirles cumplan con lo que ofrecieron durante las campañas, en vigilarlos para que se sientan expuestos y eviten violar a la ley, excederse en sus funciones, despilfarrar el dinero público, darse lujos y aprovecharse de los puestos o gobernar a caprichos, sin planeación, sin rumbo y equivocándose con consecuencias para el pueblo que los eligió.

Durante las campañas, poco se escuchó por parte de las y los candidatos que se comprometieran a castigar con mayor rigor a los corruptos. No existieron invitaciones ni ofrecimientos para que la sociedad, los ciudadanos y la gente pueda tener mayores espacios de vigilancia y control sobre el gobierno. Nos quedaron a deber ofertas modernas que mejoren a la administración pública y la gestión del gobierno en cuanto a rendición de cuentas, de transparencia, de combate a la corrupción.

Como otras veces, nos agarraron distraídos y nos envolvieron con discursos huecos, palabras astutas y mensajes cómodos para nuestros oídos, pero irreflexivos y superficiales. Se acaban las campañas y nos viene la realidad: aún no somos electores exigentes. Seguimos siendo demasiado generosos con las y los malos políticas y políticos. Les perdonamos actos y hechos que no perdonaríamos a nuestros seres queridos. Los andamos disculpando, justificando sus errores, ignorando sus excesos, negando la evidencia de que usan, disfrutan se aprovechan de su poder y nosotros, la ciudadanía, normalizamos que sean así porque en el pasado ya lo habían sido.

Merecemos lo mejor pero no hemos sabido como exigírselo a los partidos políticos, a la cuarta transformación, a las y los candidatos. El sistema político se autodefiende y la clase política de todos los partidos, sigue siendo una cúpula lejana, distante, seca e insensible, que el pueblo intenta no ver pero que, en el fondo los detesta. Hay coraje y hay rencor contra los malos políticos de este y de todos los tiempos. Hay frustración y hay decepción. Otra elección más y quizá lo más relevante sea el hecho de que una mujer gobernará a México por primera vez, saliendo de la misma cúpula, reproduciendo el sistema y protegiendo al régimen, no a los ciudadanos, no al pueblo, no a ti ni a mí.

La propaganda no es suficiente para ocultar que hay enojo popular. Millones de mexicanos no acudirán a votar como señal de coraje y protesta, aunque sería correcto que votarán y después prosiguiéramos luchando por mejorar el sistema democrático nacional, que necesita más ciudadanos y menos políticos. A eso iremos, es necesario, avanzar en esa dirección después de la elección.


Esta semana viviremos la realización de la jornada electoral mexicana. Es una fecha que nos convoca a todos a votar con responsabilidad, defendiendo nuestra libertad, pero cumpliendo también con la obligación de hacerlo. La democracia es ese lujo invisible que tanta sangre ha derramado a lo largo de la historia universal, pues al parecer la valoramos hasta que la vemos en riesgo o de plano perdida. Votar debiera ser una fiesta, una fecha de reflexión profunda. Es la oportunidad de renovar poderes, de definir hacia donde deseamos seguir el camino del país, de evaluar a nuestros gobiernos, de reconocerles los aciertos y de castigarles las fallas. Votar es necesario, es una alegría, es una oportunidad y hay que hacerlo sin dudas este 2 de junio.

Votar también es el comienzo de una nueva etapa, de un nuevo proceso. La ciudadanía, además de votar, debe ser constante en la revisión de sus gobernantes, en exigirles cumplan con lo que ofrecieron durante las campañas, en vigilarlos para que se sientan expuestos y eviten violar a la ley, excederse en sus funciones, despilfarrar el dinero público, darse lujos y aprovecharse de los puestos o gobernar a caprichos, sin planeación, sin rumbo y equivocándose con consecuencias para el pueblo que los eligió.

Durante las campañas, poco se escuchó por parte de las y los candidatos que se comprometieran a castigar con mayor rigor a los corruptos. No existieron invitaciones ni ofrecimientos para que la sociedad, los ciudadanos y la gente pueda tener mayores espacios de vigilancia y control sobre el gobierno. Nos quedaron a deber ofertas modernas que mejoren a la administración pública y la gestión del gobierno en cuanto a rendición de cuentas, de transparencia, de combate a la corrupción.

Como otras veces, nos agarraron distraídos y nos envolvieron con discursos huecos, palabras astutas y mensajes cómodos para nuestros oídos, pero irreflexivos y superficiales. Se acaban las campañas y nos viene la realidad: aún no somos electores exigentes. Seguimos siendo demasiado generosos con las y los malos políticas y políticos. Les perdonamos actos y hechos que no perdonaríamos a nuestros seres queridos. Los andamos disculpando, justificando sus errores, ignorando sus excesos, negando la evidencia de que usan, disfrutan se aprovechan de su poder y nosotros, la ciudadanía, normalizamos que sean así porque en el pasado ya lo habían sido.

Merecemos lo mejor pero no hemos sabido como exigírselo a los partidos políticos, a la cuarta transformación, a las y los candidatos. El sistema político se autodefiende y la clase política de todos los partidos, sigue siendo una cúpula lejana, distante, seca e insensible, que el pueblo intenta no ver pero que, en el fondo los detesta. Hay coraje y hay rencor contra los malos políticos de este y de todos los tiempos. Hay frustración y hay decepción. Otra elección más y quizá lo más relevante sea el hecho de que una mujer gobernará a México por primera vez, saliendo de la misma cúpula, reproduciendo el sistema y protegiendo al régimen, no a los ciudadanos, no al pueblo, no a ti ni a mí.

La propaganda no es suficiente para ocultar que hay enojo popular. Millones de mexicanos no acudirán a votar como señal de coraje y protesta, aunque sería correcto que votarán y después prosiguiéramos luchando por mejorar el sistema democrático nacional, que necesita más ciudadanos y menos políticos. A eso iremos, es necesario, avanzar en esa dirección después de la elección.