Francisco Alonso de Bulnes (México,1847-1924) fue un brillante escritor, cronista de la Ciudad de México, de profesión Ingeniero especializado en Meteorología, autor de varias obras como “Juarez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma”, “Los grandes problemas de México”, “El verdadero Juárez”, y “Las grandes mentiras de nuestra Historia”, imperdibles en su lectura, sirve de inspiración al título de mi columna.
En una de sus obras, ‘Los grandes problemas de México” (Editora Nacional, 1965, pág.3) reproduce su primer artículo que le publicara el periódico capitalino El Universal en las postrimerías de su vida, y de él extraigo lo siguiente:
“un himno al optimismo, una ráfaga de fe ciega en lo que no existe, un solemne Te Deum entonado sin canto gregoriano en el altar de la Patria”.
Bulnes, en su artículo hace alusión a la transmisión del poder ejecutivo federal en una época convulsiva del México Post-Revolucionario, y que gozaba de las hieles y las mieles del Obregonismo y que analógicamente me permite retrotraerla a tiempos actuales.
Las huestes de MORENA, en el Congreso, ciegos seguidores de la voluntad omnímoda de aquel bienaventurado que ocupó la silla presidencial antes de que la señora Claudia lo hiciera, llevaron hasta sus últimas consecuencias, la culminación de los sueños de venganza del oriundo de Tabasco que quiso ser representante de la esperanza de México, esperanza que se tornó en amarga decepción, y pusieron en el Altar de la Patria, como ofrenda tribal, la Reforma Judicial con todo lo que en derecho y por derecho conlleva, “con una ráfaga de fe ciega en lo que no existe, un solemne Te Deum, en el altar de la Patria”.
Esa “fe ciega en lo que no existe”, cae precisamente como anillo al dedo en la parafernalia que contiene la reforma diseñada dizque para abatir los abusos, la corrupción y los elevados sueldos del poder judicial federal, pero que en realidad esconde la profunda sed de venganza diseñada desde Palacio Nacional en el sexenio inmediatamente anterior.
En aras de la aprobación de la reforma judicial, se ha manoseado de manera desordenada, burda y profundamente desaseada nuestra Constitución, que no es para nada la misma que imbuyó en el espíritu del constituyente reunido en Querétaro en 1916 y que finalmente, dio a luz el 5 de febrero de 1917 lo que idealmente se concibió como la ley suprema de todos los mexicanos y “serviría como modelo de vida para las generaciones futuras”.
La Constitución se transformó; sí, se transformó en el “Libro de Contentillo del Ejecutivo Federal”. Como los postres en los restaurantes: al gusto del comensal, con la salvedad que el único comensal aquí es el Ejecutivo Federal, que ha logrado la transformación, de un estado democrático en un Gobierno Autócrata, con el poder absoluto de la Presidencia de la República.
Como colofón, terminaré citando nuevamente a Bulnes:
“Lo que el apostolado redentor hasta ahora ha conquistado para el pueblo, ha sido una miseria más piojosa que la ha caracterizado durante su doliente vida… si los hombres de esta situación no abandonan la política del Te Deum, cantarán ellos mismos su De Profundis…”.
Al tiempo.