Un 5 de octubre de 1910, desde el exilio, Francisco I. Madero publicó el Plan de San Luis en el que incitó a un levantamiento armado contra la dictadura de Porfirio Diaz y elegir libremente a sus gobernantes. En él proclamó por primera vez la frase “Sufragio efectivo, no reelección” que hoy en día se mantiene como un principio político en nuestro sistema democrático. Por sufragio efectivo debemos entender al respeto irrestricto de la voluntad del pueblo a elegir sus gobernantes, sin embargo, desde el Porfiriato, prevalece en los neoliberales la idea del “hombre necesario” refiriéndose al perfil o idoneidad que debe prevalecer en aquellos que supuestamente deben gobernar.
También se mantiene el debate del grado académico que deben tener las y los diputados, las y los senadores, las y los alcaldes, dicen que deben ser letrados o profesionistas para entender las necesidades del país, no obstante, dicha idea es totalmente lejana a la realidad de la mayoría de los mexicanos, de los grupos vulnerables, del campo, de los pueblos originarios, de los que viven en la marginación y la desigualdad, como decía Eva Perón: “de mis descamisados”. La no reelección, como principio para la estabilidad de la democracia en México, ha sido un pensamiento vigente desde la época de Benito Juárez, pues la permanencia en el poder es un riesgo mayor que desaparecer la reelección. Así fue como en la Constitución de 1917 y la Ley Electoral de 1918 establecieron la no reelección y el voto universal y directo.
No conformes con eso el prianismo hizo una reforma constitucional publicada el 31 de enero de 2014 en la que, entre otras cosas, permite la reelección de senadores, diputados, presidentes municipales, síndicos y regidores. Dicha reforma resultado del “Pacto por México” hecho por Enrique Peña Nieto del PRI y Gustavo Madero del PAN, legalizó el reparto de espacios políticos en el país. Habrá casos muy excepcionales, pero dígame usted amable lector ¿habrá casos de éxito en la era de la reelección? ¿conoce usted alguna legisladora o legislador reelecto que haya trascendido por sus resultados? En un análisis o reflexión nos daremos cuenta que gran parte del mérito de las y los reelegidos fue por su lealtad a sus partidos políticos.
Considero que la reelección no cumple, ni cumplió con sus fines, la “profesionalización” de la política va más allá de la perpetuidad, puesto que los atributos de las personas no dependen de los cargos, sino de los encargos, dicho de otra forma, la vocación de servicio los hará destacar en cualquier espacio y, la experiencia, se forja en la vida misma. Por eso el prianismo y neoliberales dicen que la carrera judicial es fundamental para aquél que aspira a ser juzgador, es la misma narrativa de la perpetuidad, para ellos los mejores son los que habilidosamente se perpetúan en los cargos públicos, los que más que hacer, se esforzaron por permanecer.
Al respecto coincido con la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo con la intención de quitar una vez más la reelección en cargos de elección popular, nada más congruente con los principios básicos de la democracia en el país. Pues me parece que la rotación en los cargos exige de las personas pulcritud, honradez, disciplina y austeridad. Debemos terminar con aquel amago de algunas y algunos de exigir su “derecho” a repetir en el mismo espacio pese a sus malos resultados ya que, bajo esa premisa, no puede supeditarse el orden público e interés común al de un sujeto.