/ lunes 26 de agosto de 2024

Socarronería

La Real Academia Española de la Lengua, define la socarronería como la astucia o el disimulo acompañados de una burla encubierta. La otrora esperanza de México mostró con el tiempo su verdadero rostro. Se ha convertido en su antítesis, abusa del poder en forma socarrona, e incluso me atrevería a decir que ha convertido el ejercicio de la presidencia en un ejercicio de Chabacanería, es decir falta de arte, de gusto, de mérito estimable.

Los calificativos son más que merecidos. En aras de la “investidura presidencial” el señor se rehusó a recibir a los activistas de las madres desaparecidas, a los integrantes de la Familia Lebaron, a Javier Sicilia, a las mujeres integrantes de movimientos feministas, cuando quiso y como quiso recibió a los familiares de los 43 de Ayotzinapa, charoleó a los empresarios con la rifa del avión presidencial.

Pero eso sí, cuando le incomodan las preguntas o los reporteros le muestran la realidad con pruebas, se refugia en su astucia y el disimulo con sus “otros datos” y cuando se encuentra acorralado simplemente se burla de quienes lo cuestionan, sin que nadie le pueda reclamar nada debido a su “investidura presidencial”.

Un Presidente, debe honrar su cargo y su investidura. Debe saber que desde el momento en que rinde protesta para el desempeño del mismo, ahí acaba su pertenencia a su partido político porque va a gobernar para todo su pueblo; no puede hacer distingos de clase política, económica o social. Gobierna para todos, no solo para los afines o los comprados con los programas sociales.

El primer mandatario se ha pasado sus seis años de encargo, burlándose una y otra vez, en forma socarrona y chabacana de cuantos discrepan de su forma de pensar, sea periodista, empresario o simple ciudadano, lo que el presidente dice es ley y pobre del que se atreva a disentir. Azucena Uresti, Carlos Loret, Brozo, Enrique Krauze, Aguilar Camín, Denisse Dresser son testigos de esto.

Una de sus recientes socarronerías que suele emplear impunemente desde el sitial de su conferencia matutina, se produjo al dar su opinión, obvio, a solicitud de sus reporteros afines, respecto al paro nacional de los empleados del poder judicial.

Dijo el mandatario que era bueno que se encontraran en paro, porque así no dejarían salir a los delincuentes con sus sentencias. No solo eso, su respuesta fue enmarcada por una risa burlona, indigna de quien desempeña el más alto cargo del país.

Sin duda es una respuesta socarrona, porque es una falacia su afirmación en el sentido de que los jueces de Distrito, Magistrados de Circuito y Ministros de la Corte se ocupan de dejar libres a los delincuentes con sus sentencias como si no tuvieran otras cosas que hacer.

Olvida el mandatario, que en primer lugar, los órganos impartidores de justicia del poder judicial federal no solo se ocupan de asuntos de índole penal; el derecho administrativo, laboral, fiscal, civil, mercantil, son también áreas de su resolución.

Por otra parte, en los casos en que han tenido que conceder amparos y que tienen como consecuencia que se deje en libertad a un presunto delincuente, no necesariamente se deben a un acto de corrupción. Los jueces de Amparo no tienen otra salida que concederlo porque el procedimiento natural en materia penal se encuentra viciado por fallas que surgen desde el primer respondiente, siguen con las Fiscalías y concluyen con autoridades de primera instancia, y en estos casos, la ley debe cumplirse y si no se siguieron las formalidades esenciales del procedimiento, o los actos de las autoridades de fuero común no se encuentran motivados ni fundados, no hay de otra más que conceder el amparo.

Esto prueba la socarronería del mandatario; carece de cultura jurídica pero la suple con la ironía y la burla. No se vale. No lo elegimos para que se burle de nosotros, por eso es nuestro primer mandatario, es nuestro primer empleado y los empleados no se deben burlar de sus patrones.

La Real Academia Española de la Lengua, define la socarronería como la astucia o el disimulo acompañados de una burla encubierta. La otrora esperanza de México mostró con el tiempo su verdadero rostro. Se ha convertido en su antítesis, abusa del poder en forma socarrona, e incluso me atrevería a decir que ha convertido el ejercicio de la presidencia en un ejercicio de Chabacanería, es decir falta de arte, de gusto, de mérito estimable.

Los calificativos son más que merecidos. En aras de la “investidura presidencial” el señor se rehusó a recibir a los activistas de las madres desaparecidas, a los integrantes de la Familia Lebaron, a Javier Sicilia, a las mujeres integrantes de movimientos feministas, cuando quiso y como quiso recibió a los familiares de los 43 de Ayotzinapa, charoleó a los empresarios con la rifa del avión presidencial.

Pero eso sí, cuando le incomodan las preguntas o los reporteros le muestran la realidad con pruebas, se refugia en su astucia y el disimulo con sus “otros datos” y cuando se encuentra acorralado simplemente se burla de quienes lo cuestionan, sin que nadie le pueda reclamar nada debido a su “investidura presidencial”.

Un Presidente, debe honrar su cargo y su investidura. Debe saber que desde el momento en que rinde protesta para el desempeño del mismo, ahí acaba su pertenencia a su partido político porque va a gobernar para todo su pueblo; no puede hacer distingos de clase política, económica o social. Gobierna para todos, no solo para los afines o los comprados con los programas sociales.

El primer mandatario se ha pasado sus seis años de encargo, burlándose una y otra vez, en forma socarrona y chabacana de cuantos discrepan de su forma de pensar, sea periodista, empresario o simple ciudadano, lo que el presidente dice es ley y pobre del que se atreva a disentir. Azucena Uresti, Carlos Loret, Brozo, Enrique Krauze, Aguilar Camín, Denisse Dresser son testigos de esto.

Una de sus recientes socarronerías que suele emplear impunemente desde el sitial de su conferencia matutina, se produjo al dar su opinión, obvio, a solicitud de sus reporteros afines, respecto al paro nacional de los empleados del poder judicial.

Dijo el mandatario que era bueno que se encontraran en paro, porque así no dejarían salir a los delincuentes con sus sentencias. No solo eso, su respuesta fue enmarcada por una risa burlona, indigna de quien desempeña el más alto cargo del país.

Sin duda es una respuesta socarrona, porque es una falacia su afirmación en el sentido de que los jueces de Distrito, Magistrados de Circuito y Ministros de la Corte se ocupan de dejar libres a los delincuentes con sus sentencias como si no tuvieran otras cosas que hacer.

Olvida el mandatario, que en primer lugar, los órganos impartidores de justicia del poder judicial federal no solo se ocupan de asuntos de índole penal; el derecho administrativo, laboral, fiscal, civil, mercantil, son también áreas de su resolución.

Por otra parte, en los casos en que han tenido que conceder amparos y que tienen como consecuencia que se deje en libertad a un presunto delincuente, no necesariamente se deben a un acto de corrupción. Los jueces de Amparo no tienen otra salida que concederlo porque el procedimiento natural en materia penal se encuentra viciado por fallas que surgen desde el primer respondiente, siguen con las Fiscalías y concluyen con autoridades de primera instancia, y en estos casos, la ley debe cumplirse y si no se siguieron las formalidades esenciales del procedimiento, o los actos de las autoridades de fuero común no se encuentran motivados ni fundados, no hay de otra más que conceder el amparo.

Esto prueba la socarronería del mandatario; carece de cultura jurídica pero la suple con la ironía y la burla. No se vale. No lo elegimos para que se burle de nosotros, por eso es nuestro primer mandatario, es nuestro primer empleado y los empleados no se deben burlar de sus patrones.