Carlos Anguiano
La sociedad mexicana atraviesa por una época compleja, donde la violencia, la agresividad, la falta de respeto a las normas y leyes, la escaza cohesión social, la desconfianza y el desánimo por involucrarse en los temas de comunidad, con gran apatía, dando preferencia a los individuales, con gran egoísmo, están marcando nuestro tiempo. La inseguridad pública se ha convertido en el centro de nuestra atención y dirige muchas de nuestras acciones y tareas cotidianas.
Si bien es cierto que la inseguridad nos afecta a todos, sin discriminación alguna, también es cierto que el impacto que provoca en los grupos vulnerables exige que se le preste especial atención. Destaco mucho las incidencias y la prevalencia de comisión de delitos, actos de violencia y afectación de las mujeres. De entrada, hay más mujeres que hombres en nuestro país. En seguida, la cultura y el cambio social no han logrado aún generar condiciones de respeto a sus derechos humanos fundamentales. La igualdad y la equidad consagradas en los cuerpos de las leyes no son suficientes para en la vida real revertir la injusticia de su trato a lo largo de los siglos pasados.
El derecho es dinámico, cambiante, evolutivo. La Ley ya enmarca las conductas sociales y las antisociales que deben modular nuestra conducta y nuestro comportamiento social. Enfrentar la inequidad, reduciendo la violencia de género, la violencia intrafamiliar, la violencia sexual, la violencia económica, la violencia psicológica que las mujeres siguen padeciendo en nuestro país, exige un cambio cultural acelerado. Hoy está claro que la mujer es un insustituible agente económico, que muchas de ellas se han vuelto el sostén de sus hogares y de sus familiares, que empujan fuerte, cada vez con mayor escolaridad y mejores opciones laborales, aunque aún se les cierran puertas y no acceden a la totalidad de las oportunidades, por la forma de pensar, por la idiosincrasia, por la cultura del mexicano, donde hay elementos antropológicos prehispánicos y contemporáneos que durante la historia podrían explicar, mas no justificar el trato desigual.
Hoy las mujeres necesitan respaldo y apoyo. Los hombres debemos comprender que la diferencia física entre los géneros no debe ser abusada en la convivencia social. Es claro que todos los hombres estamos ligados consanguíneamente al menos a una mujer. También lo es que los hombres necesitamos a las mujeres. Al final, lo más ordinario es que en nuestras vidas tengamos presentes a mujeres que son parte de nuestra historia de vida, nuestras compañeras, nuestros amores.
Hay voces que consideran excesiva la protección que las leyes brindan a las mujeres. Incluso cuestionan políticas públicas y programas productivos tendientes a cerrar la brecha de desigualdad y a brindarles protección contra la violencia, el acoso y el abuso. Nada de ello sería necesario si no fuera por el marcado déficit que existe entre los sexos, las costumbres, los hábitos, incluso los relatos, en sí, la cultura.
Por cada una de las mujeres que amamos y que deseamos cuidar, extendamos nuestro criterio y abramos nuestra mente para hacer posible el cambio cultural que podría darle al país un nuevo pacto social, mayor crecimiento, mayor civilidad, mayor progreso. Hoy por hoy, las mujeres necesitan más protección que los hombres. Una vez conseguido el equilibrio, al paso del tiempo ya se revisara como conservar el justo equilibrio.
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