México es unos de los 20 países más ricos del mundo, sin embargo también es un país que irónicamente en el que las oportunidades de acceso a la salud, a la educación o a obtener un trabajo pueden depender de uno varios factores como serían; el código postal de nacimiento, si naciste hombre o mujer o si tienes alguna discapacidad por nacimiento o adquirida.
La desigualdad y la exclusión social en nuestro país son las batallas que todos los mexicanos debemos abanderar y combatir desde cada de la trinchera en la que nos encontremos.
Desde el Gobierno se ha visto importantemente afectado el presupuesto federal destinado a la Salud y Educación universal, lo que es muy lamentable, ya que solo en el discurso del gobierno están “Primero los Pobres” pero en la realidad los recortes presupuestales al sector salud y al de educación ha sido la constante este trienio, y para muestra basta ver el desabasto de medicamentos desde los básicos hasta los tratamientos de Cancer o diabetes.
Quisiera resaltar dos ejemplos claros y contundentes y que sean el centro de esta columna de análisis; Las mujeres que históricamente son un sector de la sociedad que vive cotidianamente la exclusión o discriminación, como la falta de piso parejo y acceso a salarios iguales entre los hombres y las mujeres que desempeñan un mismo o similar trabajo y que además siguen luchando contra la discriminación para acceder a puestos de primer nivel, o que socialmente no se les reconocen sus capacidades y preparación.
Sobre este tema pongo sobre la mesa un dato frío emitido por el informe del ingreso laboral femenino en nuestro país y que representa el 33%, por debajo del promedio en este mismo rubro en América latina que es incluso bajo y equivale al 35%.
Otro ejemplo de la falta de inclusión tanto laboral como social, lo sufren las personas con alguna discapacidad y que además de cerrarles las puertas para su desarrollo laboral también se les señala o se llega hasta la burla o menosprecio por su condición.
La generación de políticas públicas en todos los órdenes de gobierno, homologadas y transversales sería el ideal para generar condiciones más justas desde el ámbito municipal hasta el Federal para que el SI sea para todas y todos y se gane terreno en la inclusión.
También en el núcleo familiar, la educación en la familia, entre hermanas y hermanos, padres y madres la posibilidad de dedicarse a la profesión u oficio que se sueñe o desee pueda ser real, igualmente en el sector empresarial, de negocios y social, promover la igualdad empleando a las personas con las capacidades necesarias sin el prejuicio del género, del lugar de nacimiento, o por alguna discapacidad.
Como siempre, la presente reflexión me lleva a preguntar a las y los lectores ¿que estamos haciendo desde nuestra familia, empresa, colonia, empleo o escuela para ser inclusivos y combatir la desigualdad con las mujeres y las personas con alguna discapacidad?
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