Lo éticamente correcto es que los periodistas informen a su público con sentido de responsabilidad, diciéndole siempre la verdad, con claridad y respeto. Su deber es anteponer la verdad a cualquier otra consideración, recordando siempre que la mentira no es noticia, aunque algunos la tomen como tal.
No hay derecho a indisponer al público en contra de personas y grupos para favorecer mediante contenidos sesgados a una determinada institución.
Esto último no se puede hacer ni por simpatía, ni por la existencia de contratos publicitarios entre el medio de comunicación y alguna corporación, ni por razones de ideología o de creencias de los dueños o directivos de la empresa periodística.
No se vale deformar los hechos ni recurrir a epítetos y calificativos en el afán de denigrar a las personas o grupos; tampoco se vale contarle al público lo que el periodista quisiera que aconteciese o se imagina que aconteció. Un proceder así equivale a infringir la deontología periodística y a denigrar con ello a las personas y grupos, convirtiéndolas en blanco de ataques que se viralizan luego en redes sociales.
Desde el punto de vista ético, un medio de comunicación debe informar a su público con imparcialidad. Si informa con sesgos y parcialidad, las informaciones periodísticas generarán el llamado discurso de odio, que pone en riesgo la paz social al exacerbar en línea y fuera de ésta las tensiones sociales, raciales y religiosas.
El periodismo constituye una profesión social que exige vocación, honestidad profesional y servicio al público en el ámbito de la información. Sin estos elementos, el periodista daña irresponsablemente al presentar notas, reportajes o columnas sesgadas, sin verificar ni contrastar las fuentes de información, y lo peor aún, sin detectar la intencionalidad de aquellas fuentes que hacen declaraciones con el único propósito de provocar daño.
Esta ligereza informativa es prueba fehaciente de que muchos periodistas no se ocupan en desarrollar lo que algunos escritores califican como “exactitud del tratamiento sobre los que versa la información”, recomendando a los informantes el uso de las nuevas tecnologías “para analizar los datos con vistas a ofrecer una información precisa de la realidad”.
Me refiero, evidentemente, al periodismo de precisión, que surge a mediados de la década de los años sesenta. No hablo del periodismo de investigación, sino del de precisión, que va más allá de confiar en las fuentes orales, y que se propone investigar por cuenta propia en fuentes documentales, apoyándose en aquellas fuentes informáticas que tiene disponibles.
Esta forma de hacer periodismo aplica el método creado por René Descartes, de acuerdo con el cual sólo se puede decir que existe aquello que puede ser probado. El método cartesiano posee cuatro principios importantes: el principio de la evidencia: sólo se admite como verdadero lo que es evidente; el principio del análisis, que propone dividir la dificultad en diferentes partes, esto con el fin de resolver más fácilmente lo que se está estudiando; el principio de la síntesis: tras el estudio de todas las partes, se hace una síntesis, una puesta en común de todo lo obtenido en el estudio de las diferentes partes; el principio de la verificación, mismo que se realiza al término de la síntesis, haciendo recuentos y revisiones para asegurarse que nada se omitió. De esta manera se comprueba si la evidencia es falsa o verdadera.
Como podemos ver, el periodismo de precisión no acepta como válido algo que no se puede comprobar, lo que hace con frecuencia el periodismo tradicional, todo por el afán de publicar una noticia antes que los demás medios. El periodismo de precisión realiza asimismo la segmentación de la información para poderla trabajar mejor; parte de lo básico para añadir temas más complejos; revisa y verifica buscando que no queden cabos sueltos.
Las técnicas del periodismo de precisión son el sondeo o encuesta de opinión, el experimento sociológico y el análisis de contenido. Sus herramientas son las siguientes: estadísticas, censos, investigaciones científicas, archivos, bases de datos, hipótesis a verificar, documentos públicos, sistemas informáticos y la aplicación de la metodología científica.
Niceto Blázquez Fernández, en su libro La nueva ética en los medios de comunicación, señala que a este periodismo se le hacen también reproches éticos, sobre todo en el área de sondeos electorales. El citado autor menciona dichos reproches: 1) se hacen demasiados sondeos; 2) los sondeos no son lo suficientemente precisos; 3) otras veces son demasiado precisos; 4) se interpretan de forma equivocada o tendenciosa; 5) los sondeos pueden contribuir eficazmente a alterar el resultado de las elecciones.
El autor antes mencionado explica que las técnicas científicas, aplicadas con rigor y competencia “no deberían preocupar a los periodistas si con ellas se atajan también los errores eventualmente cometidos y se pone mejor de manifiesto el abuso de las mismas”.
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