La presión estadounidense a México se seguirá aumentando conforme se acerquen las elecciones de 2024. Las agencias de espionaje, fundaciones, medios corporativos y sus corresponsales estadounidenses en México buscarán darle forma a la agenda política que los candidatos “deben” abordar, desde el punto de vista anglosajón. Además del lucro estadounidense, que es la razón primordial de esta presión, buscarán recuperar la influencia perdida en materia de seguridad nacional y pública de México. Esto no es una interpretación, los propios estadounidenses son igualmente frugales a la hora de definirlo: casi siempre dicen que buscan defender “sus intereses en el extranjero”. Esta definición vaga les permite justificar sanciones, invasiones y subversiones de todo tipo en cualquier parte del mundo.
México tiene pocas alternativas para contrarrestar esta presión. Las declaraciones frontales de rechazo del Presidente de México y el amago con hacerle una campaña en contra a los republicanos para que los inmigrantes mexicanos no les voten es un inicio, aunque modesto. Contra los paneles del T-MEC en materia energética y otros tipos de guerra económica, nuestras opciones son aún más limitadas. Sin embargo, uno de los principales impulsores de esta presión e injerencia en México, el Senador Marco Rubio admitió inadvertidamente que el poder de los mecanismos de presión estadounidenses se basa en la fortaleza del dólar. Si se abandona el dólar, dice, las sanciones estadounidenses perderían su efecto.
Los países que usan el dólar para realizar transacciones comerciales hacen posible que Estados Unidos financie su propio bienestar a un menor costo que el resto del mundo. Esto lo logran simplemente imprimiendo más dólares, mientras que el resto del mundo debe producir (y vender) mercancías equivalentes a esos dólares para obtenerlos. Aparte de esta gran e inmoral ventaja, Estados Unidos agrede constantemente al resto del mundo a través de su control de los mecanismos económicos internacionales. El bloqueo estadounidense a Cuba es otra modalidad de estas agresiones, junto la negativa de honrar los sistemas de pago internacionales, como el SWIFT.
Este repertorio ha incitado a que los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) intenten lanzar una nueva moneda, que se presentaría en la cumbre de líderes BRICS el próximo mes de agosto. Casi todos los esfuerzos por desdolarizar la economía mundial han terminado en tragedias, como la invasión de Iraq después de intentar salirse del petrodólar y comerciar en Euros. Sin embargo, México debe decidir cuál es la mejor forma de construir un dique contra las presiones estadounidenses. El gobierno ruso y los BRICS en su conjunto ya expresaron, a través de Lula, que México debería unirse a este bloque del sur global. Más allá de la conveniencia económica, que para México podría ser más arriesgado que para otros países (como Argentina) la cuestión más urgente está en la coyuntura política.
¿Debe México hacerse de mecanismos de contención para evitar que Estados Unidos interfiera descaradamente en las próximas elecciones de 2024? Sí, es conveniente. ¿Podría un acercamiento con un bloque como los BRICS generar más presiones para México de las que ya hay? Claramente sí. ¿Puede México darse el lujo de continuar dependiendo fuertemente de Estados Unidos y verse limitado en su soberanía económica, energética y migratoria? No lo creo. Ojalá pronto veamos señales positivas de acercamiento entre México y más países emergentes, solo una acción así enviará una señal clara de que estamos dispuestos a hacer lo necesario para defender nuestra propia soberanía económica, que es el factor más importante para que la transformación de México se profundice y continúe.