/ lunes 22 de julio de 2024

Más poder al poder

Se acerca el final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que lo llevó a la presidencia de México se encuentra en su mejor momento. La entrega recepción al final de su periodo de gobierno al frente de la administración pública federal, culminará con la colocación de la banda presidencial en la correligionaria de mayor confianza del aún presidente, su delfín, Claudia Scheinbaum. Les une la convergencia ideológica, la lealtad, las horas de vuelo juntos recorriendo a México, la visión de país e incluso la consanguineidad cercana. Al margen de que cada uno, Andrés y Claudia, Claudia y Andrés pueden tener estilos directivos diferentes, estilos de liderazgo disimiles, la cuarta transformación tiene garantizada la permanencia y durabilidad de al menos otro sexenio, de la mano de quien será la primera mujer presidenta de México.

Morena, el partido que postuló a ambos personajes, convertido en mero instrumento de formalismo político, con carácter legal pero obediencia plena y autonomía limitada, contará para el segundo sexenio en el poder, con números de consolidación parlamentaria que le garantizan control, margen de maniobra, suficiencia en casi todos los debates y amplía ventaja en todas las votaciones legislativas que habrán de enfrentar, al menos durante el primer trienio en la Cámara de Diputados y durante los 6 años en la Cámara de Senadores. Así, el acompañamiento del poder ejecutivo por el poder legislativo será total y el paso y avance de las políticas públicas del nuevo gobierno será terso, suave y sin conflictos políticos opositores que pongan en riesgo la viabilidad de sus iniciativas y proyectos estratégicos.

Si durante todo este sexenio, López Obrador tuvo poder, sus sucesores tendrán más, a manos llenas, no solamente por la cantidad, sino por la calidad de los recursos humanos que han venido conformando una nueva clase política nacional, con ramificaciones en los estados, donde el poder de la nómina, la posibilidad de incorporación al servicio público de correligionarios, cuadros y militantes, les ha significado la consolidación de un ejército electoral, una fuerza de tarea cada vez más experimentada y capaz, además de que se han enriquecido con talentos emergentes e incorporando liderazgos sociales que ven en la fuerza del movimiento la oportunidad de acceder al servicio público, de crecer en tareas de activismo y promoción política y de participar en la construcción de un nuevo modelo de participación social, de la mano del nuevo partido político hegemónico en el país.

Son más, son el partido político de moda, aumenta la demanda de ciudadanos que desean participar y además, tienen una etapa de gobierno al frente de la gran mayoría de las entidades federativas, con todo lo que ello significa al sumarle poderío los gobiernos locales al de por sí ya fortísimo gobierno federal. Nada de ello debiera de ser considerado malo o negativo de por sí. El tener gobiernos fuertes, le sirve al pueblo, genera certeza, confianza, paz y progreso, sí y solo sí, la fuerza va acompañada de gobernanza, de dialogo, de concertación social, de transparencia, de rendición de cuentas, de combate exhaustivo a la corrupción, de respeto a la diversidad, de inclusión, de escuchar a las voces opositoras e incorporar sus justas demandas en la ruta de gobierno. La posibilidad de que se combinen poder y mano izquierda, control con generosidad social, gobierno con rumbo, pero corresponsable con todos, para todos, por el bien de todos, será una agenda optimista, deseable, necesaria para el bien de México y de los mexicanos. La moneda está en el aire, el buen uso del poder sigue en sus manos.

www.youtube.com/c/carlosanguianoz

Se acerca el final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que lo llevó a la presidencia de México se encuentra en su mejor momento. La entrega recepción al final de su periodo de gobierno al frente de la administración pública federal, culminará con la colocación de la banda presidencial en la correligionaria de mayor confianza del aún presidente, su delfín, Claudia Scheinbaum. Les une la convergencia ideológica, la lealtad, las horas de vuelo juntos recorriendo a México, la visión de país e incluso la consanguineidad cercana. Al margen de que cada uno, Andrés y Claudia, Claudia y Andrés pueden tener estilos directivos diferentes, estilos de liderazgo disimiles, la cuarta transformación tiene garantizada la permanencia y durabilidad de al menos otro sexenio, de la mano de quien será la primera mujer presidenta de México.

Morena, el partido que postuló a ambos personajes, convertido en mero instrumento de formalismo político, con carácter legal pero obediencia plena y autonomía limitada, contará para el segundo sexenio en el poder, con números de consolidación parlamentaria que le garantizan control, margen de maniobra, suficiencia en casi todos los debates y amplía ventaja en todas las votaciones legislativas que habrán de enfrentar, al menos durante el primer trienio en la Cámara de Diputados y durante los 6 años en la Cámara de Senadores. Así, el acompañamiento del poder ejecutivo por el poder legislativo será total y el paso y avance de las políticas públicas del nuevo gobierno será terso, suave y sin conflictos políticos opositores que pongan en riesgo la viabilidad de sus iniciativas y proyectos estratégicos.

Si durante todo este sexenio, López Obrador tuvo poder, sus sucesores tendrán más, a manos llenas, no solamente por la cantidad, sino por la calidad de los recursos humanos que han venido conformando una nueva clase política nacional, con ramificaciones en los estados, donde el poder de la nómina, la posibilidad de incorporación al servicio público de correligionarios, cuadros y militantes, les ha significado la consolidación de un ejército electoral, una fuerza de tarea cada vez más experimentada y capaz, además de que se han enriquecido con talentos emergentes e incorporando liderazgos sociales que ven en la fuerza del movimiento la oportunidad de acceder al servicio público, de crecer en tareas de activismo y promoción política y de participar en la construcción de un nuevo modelo de participación social, de la mano del nuevo partido político hegemónico en el país.

Son más, son el partido político de moda, aumenta la demanda de ciudadanos que desean participar y además, tienen una etapa de gobierno al frente de la gran mayoría de las entidades federativas, con todo lo que ello significa al sumarle poderío los gobiernos locales al de por sí ya fortísimo gobierno federal. Nada de ello debiera de ser considerado malo o negativo de por sí. El tener gobiernos fuertes, le sirve al pueblo, genera certeza, confianza, paz y progreso, sí y solo sí, la fuerza va acompañada de gobernanza, de dialogo, de concertación social, de transparencia, de rendición de cuentas, de combate exhaustivo a la corrupción, de respeto a la diversidad, de inclusión, de escuchar a las voces opositoras e incorporar sus justas demandas en la ruta de gobierno. La posibilidad de que se combinen poder y mano izquierda, control con generosidad social, gobierno con rumbo, pero corresponsable con todos, para todos, por el bien de todos, será una agenda optimista, deseable, necesaria para el bien de México y de los mexicanos. La moneda está en el aire, el buen uso del poder sigue en sus manos.

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