Claudia tendrá varios retos que López Obrador no pudo, no supo o no quiso resolver a lo largo de su sexenio. Son enormes desafíos que tendrán que ser atendidos con prioridad sobre todo en los primeros cien días de gobierno, que son los que usualmente utilizan las nuevas administraciones para fijar el sentido de la dinámica de trabajo a la que nos van a acostumbrar.
El orden que sigo es totalmente aleatorio y no tiene que ver con la importancia o la urgencia.
La cuestión del ejército. Deberá resolver definitivamente si se da o no la reincorporación del ejército a los cuarteles y la situación de la guardia nacional con mando civil o militar o la absorción de ésta al ejército.
La paridad bancaria. El peso ha venido sufriendo presiones muy serias. En mayo, la tasa de conversión rondaba los $16,50 y añora frisa los $19.00 por dólar estadounidense y los próximos meses la inestabilidad estará presente así como el resto de los mercados financieros y no solo el monetario.
La presión política exterior. Nuestras relaciones internacionales no atraviesan su mejor momento. La cuestión del reconocimiento del Gobierno de Nicolás Maduro o del candidato que supuestamente resultó victorioso en las pasadas elecciones en Venezuela, marcarán un rumbo en las relaciones de nuestro País con ese gobierno así como los de Nicaragua, Bolivia y Cuba, con la OEA y con Estados Unidos.
El tráfico de estupefacientes. La proliferación de células criminales de los cárteles y el control de éstos en varias regiones del país, que han motivado el éxodo de pueblos enteros en busca de paz y seguridad. El fentanilo sobre todo, será un tema recurrente.
La tasa de crecimiento. Los seis años de la administración de López Obrador, no pudieron sobrepasar el 1%, el más bajo experimentado desde el Gobierno de Miguel de la Madrid. No podemos seguir así, porque los golpes económicos serán mayores. La tasa de desempleo subirá realmente y no artificialmente manipulada conforme a los índices de altas y bajas en el Seguro Social.
La reforma judicial. Las presiones de los órganos del poder judicial federal que pretenden seguir con su independencia y la de los grupos de poder que aspiran a controlarlo serán enormes, con una reforma que no tiene ni pies ni cabeza.
Los organismos autónomos. Están con la espada de Damocles encima y de suprimirlos, el control difuso de la ciudadanía sobre la información pública, entre otros, quedará sólo en una bella historia que contar. Volveremos a la opacidad.
La delincuencia común. La percepción ciudadana de inseguridad en 54% de los hogares Mexicanos es tremenda. No nos sentimos seguros ni en la calle ni en la casa, según el último informe del INEGI y es una muestra real del clima de inseguridad que reina en el país.
El deficiente sistema de salud. El desabasto de las medicinas es palpable , los pésimos servicios proporcionados a los derechohabientes por el sector salud son indiscutibles; con todo y que el ISSSTE haga su mayor esfuerzo, el IMSS y el IMSS-BIENESTAR no alcanzan la eficiencia mínima y la desatención a los pacientes por demoras e ineficiencias en sus servicios pone en grave peligro la salud de los mexicanos.
La reversión de la política pública paternalista. En este año electoral, se le dio prioridad a los programas sociales con destino a simpatizantes de Morena, frente a las necesidades de más de 130 millones de Mexicanos y tendrá que ser prioritaria la atención a las clases más marginadas por encima de aquellos que sean simpatizantes o afiliados al partido en el poder. El gobierno debe ser para todos.
Los grupos de poder político. Y no se trata de los partidos de oposición, sino los conflictos de interés de los miembros de su propio partido, principalmente de aquellos otrora corcholatas que no se conforman con sus premios de consolación.
La desconfianza creciente. Cada vez más mexicanos desconfían de sus instituciones, por igual el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial con toda la campaña instrumentada por López Obrador tendiente a la aprobación de sus reformas, a costa del descrédito del poder judicial ahora tan vilipendiado y en algunos casos odiado.
Un país dividido. Es indiscutible que tenemos un país polarizado, encontrado, confrontado. Simpatizantes y hostiles. O están o no están con el proyecto de la 4T y su futuro segundo piso. No hay medias tintas. Hay desunión y enfrentamiento. Habrá que buscar la reconciliación y es un proceso lento y desgastante.
Norteamérica. Trump o Kamala. Con Republicanos o Demócratas habrá de alinearse y llevar la fiesta en paz, pues las presiones económicas estarán a la orden del día con los Aranceles al comercio, con el control migratorio, con el manejo del problema de la delincuencia organizada y las negociaciones del Tratado comercial con Estados Unidos y Canadá
El problema Migratorio. Cada vez hay más oleadas de migrantes. No se quiere reconocer, pero Trump nos puso el zapato encima; y somos el patio trasero de los Estados Unidos; finalmente terminamos haciendo el Muro, con 28,000 soldados puestos al servicio de nuestros vecinos y ni así se ha regulado el flujo migratorio, caravanas y caravanas salen de Chiapas en la búsqueda del sueño americano.
Los programas sociales. Tienen que ser revisados puesto que han servido más para fines electoreros que para aumentar la tasa de crecimiento con un aumento de población económicamente activa y productiva.
El desequilibrio comercial. Nuestra balanza de pagos no es favorable; industrias como la del calzado y la del vestido enfrentan problemas de Dumping sobre todo de productos Chinos, y nuestras exportaciones no superan las importaciones aunque algunos indicadores económicos parciales de ciertos sectores y productos sean superavitarios, en lo general estamos en desequilibrio.
Son solo algunos de los enormes desafíos que tendrá la señora Claudia.
Si actúa con disciplina y firmeza, y sobre todo con una convicción republicana por encima de sus compromisos y agradecimientos con su antecesor, gobernando para todos, podrá superarlos. De no hacerlo así, pondrá la última palada de tierra en la sepultura de la democracia.