El país anda de cabeza desde hace algún tiempo y según el parecer de los observadores, los valores tradicionales en lo social y lo político, hoy se ven trastocados.
Decíamos en nuestra columna anterior que debido a los excesos que se cometen con la libertad de expresión, durante largos períodos de la historia la gente ha vivido engañada. Y este es el caso que se da con en el asunto de los valores, a los que en una actitud por demás mañosa, lo que es bueno es calificado como malo y lo que es malo se presume como bueno.
La intención obviamente sería la de jugar con el criterio de las personas, con lo que de paso, se mantiene a la población confrontada, de manera podría decirse que permanente.
Como parte de esto, la gente se organiza en partidos, grupos o coaliciones, para tratar de imponer las ideas que tiene respecto al progreso o simplemente para defender derechos muchas veces ilegítimos, que infortunadamente se han conservado al paso del tiempo.
Hasta las corrientes ideológicas parecen ser manipuladas, en un juego al que no se le ve mucho de bienintencionado, sino más bien de perverso.
Los valores se han trastocado y la pugna fraterna parece que se ha institucionalizado. Y pasan de tal manera las cosas que a veces no se sabe quién va ganando o perdiendo. Aunque la realidad es que con las divisiones salimos perdiendo todos, ya que la falta de unidad afecta a nuestro país en su trato con otras naciones del mundo.
De alguna manera y en algunos momentos, los hechos y las confrontaciones que se suscitan hacen recordar la frase “divide y vencerás”, que tiene mucho de maquiavélica, pero que muestra de manera innegable una cruda realidad.
Ahora bien, para ir al grano de lo que exponemos, lo que se puede decir acerca de la tergiversación de términos es que por ejemplo, se dice que la “autonomía” de los poderes es indispensable para que haya democracia. Pero se dice lo anterior en un tono agresivo, como queriendo pelear. Cuando es bien sabido que aunque haya independencia entre Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los puntos de acuerdo son importantes, si son positivos.
La cohesión es un valor cívico y administrativo de valor primordial. La colaboración es bienvenida, cuando se trata de una empresa social de buena fe. Un país unido en torno al progreso de sus habitantes, no tiene por qué ser condenado. Una democracia no es sostener un sistema en que se viva peleando los unos contra los otros.
Las autonomías mal entendidas y consideradas como divisiones, sólo son propias de una comunidad con fisuras o de plano grietas. Y confirman así lo que es un sistema de partidocracia, en que se considera al Poder como un botín, y éste tiene que ser repartido entre todos.
Lo mismo sucede con el empoderamiento de diversas fuerzas ideológicas, que no deben mirarse como autoritarismo o dictadura, si se trata de programas de distinto origen, pero unificados, que van en beneficio de la sociedad. O sea que todos podríamos pertenecer a un mismo partido, si éste engloba las aspiraciones, derechos y necesidades de las mayorías.
Resulta pues como apuntamos al principio, que el trastocamiento de los términos y sus correspondientes valores, sólo es muestra de que algunas cosas no andan tan bien como quisiéramos y nos queda bastante por avanzar. Debemos seguir el camino que nos lleve a la verdad.