/ lunes 9 de septiembre de 2024

Los Hechos | Servicio de Limpia: Una Basura

Los perjuicios que está provocando la privatización de los servicios públicos se pone especialmente de manifiesto con la desvergüenza con que se actúa en la pésima recolección de basura.

En la actualidad, el supuesto “servicio” de limpia se lleva a cabo con una deficiencia histórica, ya que tiene completamente traumada a gran parte de la población en la Zona Metropolitana de Guadalajara. La gente se acuesta pensando si al día siguiente pasará el camión y luego al levantarse, mantiene la tensión tratando de adivinar la hora en que las unidades “de limpieza” pasarán por su domicilio. Y muchas veces se llega de nuevo a la noche sin que los recolectores “les hagan el favor” de pasar

Y no sólo eso, sino que al problema se le agrega el hecho de que de un tiempo a la fecha, los camiones pasan sin hacer ruido, como delincuentes, para que la gente no los escuche y poder minimizar en todo lo posible, el trabajo que realizan. Las campanadas brillan por su ausencia.

Lo anterior parece inconcebible, pero es la realidad cotidiana en nuestra urbe, en perjuicio de las madres de familia, y en algunos casos hasta de los padres y los hijos.

La situación es pues intolerable, inadmisible, porque ni la ciudad merece un servicio tan extremadamente pésimo, ni los tapatíos tienen por qué ser puestos en ese nivel de desatención y desprecio.

Se supone que la autoridad responsable es el Ayuntamiento, pero como la obligación “se concesiona” a compañías privadas, no se sabe a quién reclamarle. Aunque para el caso es lo mismo, porque la población tiene años protestando y rogando que le hagan caso, pero no hay nadie que le atienda.

La privatización obliga a triangular los movimientos: los ciudadanos tienen que reclamar lo mal hecho a la autoridad, pero luego la autoridad tendría que exigir seriedad a los concesionarios. Pero no se hace ni una cosa ni la otra. Guadalajara luce tan basurienta como nunca lo había estado en la historia.

Ahora bien, yendo al fondo del asunto, el problema se hace posible por los excesos e irresponsabilidad con que se lleva a cabo la privatización de los servicios. Y pueden exponerse unos puntos acerca de las fallas que se observan en la materia:

1.- El gobierno concesiona un servicio a empresas privadas, delegando una responsabilidad que tiene con la ciudadanía; lo cual sería improcedente porque una responsabilidad no se traslada, sino que asume.

2.- Lo que se persigue con la concesión no es mejorar un servicio, porque si se quisiera avanzar en el cumplimiento de la actividad gubernamental lo que se debería hacer es velar por la preparación de los gobernantes y del resto de servidores públicos.

3.-Algunas empresas actúan irresponsablemente debido a que el contratismo está viciado de origen y como dice el dicho: “lo que mal empieza, mal acaba”.

4.-Si la realización de los servicios y la construcción de obras públicas se concesionan a los empresarios privados, el aparato gubernamental se desmantela cada día más y la función de los políticos que están en los puestos de mando corre el riesgo de desvirtuarse.

Los perjuicios que está provocando la privatización de los servicios públicos se pone especialmente de manifiesto con la desvergüenza con que se actúa en la pésima recolección de basura.

En la actualidad, el supuesto “servicio” de limpia se lleva a cabo con una deficiencia histórica, ya que tiene completamente traumada a gran parte de la población en la Zona Metropolitana de Guadalajara. La gente se acuesta pensando si al día siguiente pasará el camión y luego al levantarse, mantiene la tensión tratando de adivinar la hora en que las unidades “de limpieza” pasarán por su domicilio. Y muchas veces se llega de nuevo a la noche sin que los recolectores “les hagan el favor” de pasar

Y no sólo eso, sino que al problema se le agrega el hecho de que de un tiempo a la fecha, los camiones pasan sin hacer ruido, como delincuentes, para que la gente no los escuche y poder minimizar en todo lo posible, el trabajo que realizan. Las campanadas brillan por su ausencia.

Lo anterior parece inconcebible, pero es la realidad cotidiana en nuestra urbe, en perjuicio de las madres de familia, y en algunos casos hasta de los padres y los hijos.

La situación es pues intolerable, inadmisible, porque ni la ciudad merece un servicio tan extremadamente pésimo, ni los tapatíos tienen por qué ser puestos en ese nivel de desatención y desprecio.

Se supone que la autoridad responsable es el Ayuntamiento, pero como la obligación “se concesiona” a compañías privadas, no se sabe a quién reclamarle. Aunque para el caso es lo mismo, porque la población tiene años protestando y rogando que le hagan caso, pero no hay nadie que le atienda.

La privatización obliga a triangular los movimientos: los ciudadanos tienen que reclamar lo mal hecho a la autoridad, pero luego la autoridad tendría que exigir seriedad a los concesionarios. Pero no se hace ni una cosa ni la otra. Guadalajara luce tan basurienta como nunca lo había estado en la historia.

Ahora bien, yendo al fondo del asunto, el problema se hace posible por los excesos e irresponsabilidad con que se lleva a cabo la privatización de los servicios. Y pueden exponerse unos puntos acerca de las fallas que se observan en la materia:

1.- El gobierno concesiona un servicio a empresas privadas, delegando una responsabilidad que tiene con la ciudadanía; lo cual sería improcedente porque una responsabilidad no se traslada, sino que asume.

2.- Lo que se persigue con la concesión no es mejorar un servicio, porque si se quisiera avanzar en el cumplimiento de la actividad gubernamental lo que se debería hacer es velar por la preparación de los gobernantes y del resto de servidores públicos.

3.-Algunas empresas actúan irresponsablemente debido a que el contratismo está viciado de origen y como dice el dicho: “lo que mal empieza, mal acaba”.

4.-Si la realización de los servicios y la construcción de obras públicas se concesionan a los empresarios privados, el aparato gubernamental se desmantela cada día más y la función de los políticos que están en los puestos de mando corre el riesgo de desvirtuarse.