La historia de los partidos políticos viene a ser algo así como el recuento de la forma en que los instrumentos de poder se han venido transformando al paso del tiempo.
En sus principios el PRI se reveló como la institucionalización partidista de ese gran movimiento social que fue la Revolución Mexicana. Y con el triunfo de sus candidatos, se consiguió una franca etapa de progreso en el país. Un progreso en todos los órdenes: el urbano, el educativo, el industrial, el comercial y desde luego el social. El PRI aglutinaba fuerzas reales, como se reflejaba fielmente en sus sectores, que eran el obrero, el campesino y el popular. Nada se le escapaba. A todos controlaba y todos lo impulsaban.
Y aunque obviamente se registraban yerros en su mandato, el avance de la nación era innegable. Hubo gobernantes con tendencia izquierdistas, de centro y derechista, emanados del PRI, pero de cualquier manera, el ritmo de trabajo y la orientación económica y social, que fue acuñado por la Revolución, se mantenía en buen nivel.
Hasta que se llegó el día de su eliminación. La cual –como ya lo hemos informado antes- fue anunciada por EL OCCIDENTAL hace poco más de 20 años, con la publicación de la entrevista que se le hizo al entonces senador panista Gabriel Jiménez Remus, quien con una excelente puntería afirmó: “el PRI ya no existe”, en una declaración histórica que muchos no alcanzaron a captar en su profunda dimensión.
Pero sí: Con la derrota electoral del tricolor y la colocación del PAN en el poder, se declaró el arribo de una época diferente, que ya ni de nombre, recordaba el hito de la Revolución Mexicana.
Claro que el avance del país ha seguido adelante, sólo que de una manera más dispareja. Las dificultades se han acentuado y al mismo tiempo se han extendido. (Aunque ciertamente podría ser peor).
Con esta transición que mencionamos, se dio certificado de defunción a la Revolución Mexicana y carta de naturalización al hoy llamado neoliberalismo.
Debe mencionarse que el PRI continuó supuestamente “vivo”, pero en realidad solo en el papel, ya que sus estructuras sociales y su programa ideológico se fueron perdiendo poco a poco.
Tuvimos así la incursión del panismo al frente del país, que duró 12 años, con Vicente Fox y Felipe Calderón como presidentes. Enseguida se vino otro supuesto cambio con la ubicación del priista Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional. En este sexenio l tricolor mantuvo su nombre. Aunque no su papel de revolución llevada a las instituciones.
Después de eso, hemos tenido la sorpresa de un partido de izquierda, que es el Movimiento de Regeneración Nacional y que llevó al poder a don Andrés Manuel López Obrador. El gobierno es de izquierda, aunque con interesantes concesiones a la derecha.
Faltando poco para llegar al final del sexenio lopezobradorista se hicieron las elecciones en que resultó triunfante Claudia Sheinbaum y ello permitirá prolongar por 6 años más el régimen morenista. Y ha sido precisamente en esta etapa, al caer derrotado el grupo de oposición que formaron el PRI, el PAN y el PRD, cuando se está dando por concluida la historia del PRI en la vida política del país. Un PRI que nació con gran fuerza, se mantuvo en el poder durante muchos sexenios y fue perdiendo poder paulatinamente.
Pues bien, ha sido hasta hoy que el entierro oficial del partido tricolor fue cantado, no obstante que durante más de 20 años, sólo tuvo vida artificial. Con la desaparición del PRI se fue una etapa de la historia de México. Y el modelo político-económico ha ido también cambiando, a veces a la derecha y a veces tantito a la izquierda. Así se escribe la historia.
Requiescat in pace. El PRI cumplió con su parte. Y no podemos decir que fracasó, sino todo lo contrario, puesto que en su tiempo puso en alto los entrañables valores de la Revolución Mexicana. Hoy ha llegado a su fin entre críticas y abucheos debido a que su rumbo fue torcido en diferentes etapas, por diferentes aventureros de la política. Pero si se recordara su buena época, seguramente que deberían rendírsele honores.