Para dar continuación a nuestra columna anterior que titulamos “Partidos partidos” hoy podemos referirnos a Morena, que supuestamente ha tenido como propósito recoger los restos revolucionarios del PRI y del PRD. De lo cual se desprende que ha sido Andrés Manuel López Obrador el político que de alguna manera, ha llevado de partido en partido, las ideas que tiene acerca del rumbo que debe llevar México.
El Peje estuvo en sus inicios dentro del PRI, figurando como un miembro dentro de la corriente tradicional priista, que de ser netamente revolucionaria, se tornó de centro izquierda y esta tendencia permaneció prácticamente mientras los presidentes de la república eran originarios de esta organización política.
Dice la historia que después de esto, con la “desaparición” del PRI, o sea la terminación de su período como el todopoderoso, los ideales revolucionarios fueron trasladados en la medida de lo posible al PRD, partido que de algún modo fue calificado como de tipo socialista, pero siempre dentro de las corrientes nacionalistas y democráticas. Nada qué ver con lazos externos.
Pero como la historia continúa, llegó el día en que el PRD hizo crisis y para conservar esa ideología parcial que tuvo en su tiempo, se fundó Morena, donde López Obrador asegura que se piensa siempre en los pobres. Morena sería pues el partido de los pobres, con ideales de justicia social, pero definitivamente dentro de un sistema democrático.
Bajo la égida de López Obrador, Morena siguió impulsando los objetivos fundamentales que en un tiempo fueron del PRI y parcialmente del PRD. Aseguran que la justicia social es el ideal, con la única diferencia de que la palabra “Revolución” fue cambiada por “Transformación”. Pero a fin de cuentas sería lo mismo, sólo que más moderado y con una palabra diferente.
Y así es como hace poco más de seis años, Morena ganó la Presidencia de la República y hace poco más de dos meses, llevó igualmente a Claudia Sheinbaum al triunfo, en su camino directo a la silla presidencial. Morena es el partido del momento.
Y ya que andamos en esto, vale la pena comentar una situación muy particular que se ha presentado en nuestro ámbito político, con la derrota de Xóchitl Gálvez en las elecciones y su posterior exaltación a un cargo no muy definido, como una dirigente social encargada de vigilar el rumbo del gobierno de la Sheinbaum y de protestar masivamente cuando se haga algo que no les cuadre.
En los mentideros políticos se ha considerado que Xóchitl sería algo así como la jefa de un despacho de protestas sociales durante los próximos 6 años. Pero no. Eso suena muy duro y hasta podría decirse que no está a tono con la diplomacia que debe haber en el medio. Por lo tanto, la gente piensa que lo que se podría aceptar sería una tarea como Coordinadora General de la Porra Anti-Transformación. O Titular de un Consejo de Vigilancia Gubernamental.
La cuestión es que en nuestro sistema político ahora ya no basta con los numerosos partidos existentes, y se ha decidido agregar un partido sin registro. La señora X sería la presidenta. Cuando menos eso es lo que se dice en los propios medios de oposición.