/ miércoles 3 de abril de 2024

Los Hechos | La Necesidad de La Fraternidad


Los actuales tiempos políticos, que se han emparejado con los cuaresmales, se ven propicios para hacer reflexiones sobre las relaciones humanas y la necesidad de enderezarlas hasta donde sea posible. Y la idea que se impone es precisamente la necesidad de que escojamos el camino de la fraternidad.

La actualidad demanda atender aspiraciones superiores; y por ende, hacer a un lado las ideas y las acciones de dominio. Mejor que extender los espacios dominados, atender los llamados a la hermandad.

Los preceptos fundamentales de nuestra existencia siguen siendo los que dicen “amaos los unos a los otros” y no “dominaos los unos a los otros”.

Claro que esta que se expone es una idea religiosa, pero no tiene porqué separarse la cuestión religiosa de la cuestión política.

Aquí en nuestro país, la Reforma juarista de 1857 puso las cosas en su lugar, pero no porque la religión sea mala, sino porque algunos estaban haciendo mal uso de ella. Y reforzando esta idea, se puede decir también que la política no es mala, sino que algunos la ejercen de manera inadecuada.

Los principios conductuales postulados por la religión son totalmente aplicables a la administración pública, a las relaciones obrero-patronales, a las actitudes vecinales y a todo lo demás que tenga que ver con las relaciones humanas.

La Iglesia no tiene copyright sobre los buenos preceptos que sostiene.

Y la palabra religión no tiene porqué ser convertida en algo exclusivo de los templos. Tanto es así que en castellano se le da a este término un valor principal, ya que cuando alguien es celoso en el cumplimiento de su deber, se dice que “cumple religiosamente” con sus obligaciones.

En un libro que escribí (o sea hecho por el autor de esta columna) y que se titula Los Sentimientos, se apunta la conveniencia de que el hombre profundice en sus adentros y aprenda a manejar sus impulsos, para conocer los negativos y reprimirlos, al mismo tiempo que identifique a los positivos y los fortalezca. Todo en aras de eliminar la división y establecer la asociación.

Y esto viene al caso precisamente a la hora de pensar en la necesidad que tenemos de vivir en fraternidad. Y de conocer la mecánica interna, intelectual y espiritual, para ser generadores de ayuda y no de perjuicio. Siempre se ha hablado de establecer un régimen de justicia, pero la justicia es sólo una acción. La fraternidad se origina en una emoción que luego se convierte en intención. Las emociones y las intenciones son las que están detrás de las acciones. Por eso no estaría mal pensar, sentir y actuar conforme a la idea de la fraternidad.

Mucho tiempo se habló de la coexistencia pacífica y está bien, aunque podríamos dar un paso adelante hacia la coexistencia fraterna. ¿Por qué? Pues porque existencia pacífica significa poner freno a una actitud potencialmente belicista; mientras que con la coexistencia fraterna, o sea el reinado de la fraternidad, se puede dar rienda suelta a todo lo que el ser humano tiene de bueno. Ya no estar atentos a evitar una mala conducta, sino estar en total libertad para derramar todo lo bueno que tenemos.


Los actuales tiempos políticos, que se han emparejado con los cuaresmales, se ven propicios para hacer reflexiones sobre las relaciones humanas y la necesidad de enderezarlas hasta donde sea posible. Y la idea que se impone es precisamente la necesidad de que escojamos el camino de la fraternidad.

La actualidad demanda atender aspiraciones superiores; y por ende, hacer a un lado las ideas y las acciones de dominio. Mejor que extender los espacios dominados, atender los llamados a la hermandad.

Los preceptos fundamentales de nuestra existencia siguen siendo los que dicen “amaos los unos a los otros” y no “dominaos los unos a los otros”.

Claro que esta que se expone es una idea religiosa, pero no tiene porqué separarse la cuestión religiosa de la cuestión política.

Aquí en nuestro país, la Reforma juarista de 1857 puso las cosas en su lugar, pero no porque la religión sea mala, sino porque algunos estaban haciendo mal uso de ella. Y reforzando esta idea, se puede decir también que la política no es mala, sino que algunos la ejercen de manera inadecuada.

Los principios conductuales postulados por la religión son totalmente aplicables a la administración pública, a las relaciones obrero-patronales, a las actitudes vecinales y a todo lo demás que tenga que ver con las relaciones humanas.

La Iglesia no tiene copyright sobre los buenos preceptos que sostiene.

Y la palabra religión no tiene porqué ser convertida en algo exclusivo de los templos. Tanto es así que en castellano se le da a este término un valor principal, ya que cuando alguien es celoso en el cumplimiento de su deber, se dice que “cumple religiosamente” con sus obligaciones.

En un libro que escribí (o sea hecho por el autor de esta columna) y que se titula Los Sentimientos, se apunta la conveniencia de que el hombre profundice en sus adentros y aprenda a manejar sus impulsos, para conocer los negativos y reprimirlos, al mismo tiempo que identifique a los positivos y los fortalezca. Todo en aras de eliminar la división y establecer la asociación.

Y esto viene al caso precisamente a la hora de pensar en la necesidad que tenemos de vivir en fraternidad. Y de conocer la mecánica interna, intelectual y espiritual, para ser generadores de ayuda y no de perjuicio. Siempre se ha hablado de establecer un régimen de justicia, pero la justicia es sólo una acción. La fraternidad se origina en una emoción que luego se convierte en intención. Las emociones y las intenciones son las que están detrás de las acciones. Por eso no estaría mal pensar, sentir y actuar conforme a la idea de la fraternidad.

Mucho tiempo se habló de la coexistencia pacífica y está bien, aunque podríamos dar un paso adelante hacia la coexistencia fraterna. ¿Por qué? Pues porque existencia pacífica significa poner freno a una actitud potencialmente belicista; mientras que con la coexistencia fraterna, o sea el reinado de la fraternidad, se puede dar rienda suelta a todo lo que el ser humano tiene de bueno. Ya no estar atentos a evitar una mala conducta, sino estar en total libertad para derramar todo lo bueno que tenemos.