Dicen los expertos bien intencionados que en la política se debe desconfiar de aquellos que basan sus acciones y programas en lo que ellos denominan “desarrollo económico”, sin mencionar como algo prioritario la meta principal que invariablemente debe ser la justicia social.
Han expresado los conocedores que el “crecimiento de la economía” suele ser la máscara que utilizan los poderosos para no solamente avanzar en su camino de ambiciones, sino para que todos cooperen inocentemente hacia ese objetivo.
Sobre este particular podemos recordar que en una de nuestras columnas del año pasado, titulada “La Economía y la Vaca Gorda”, usábamos este símil para explicar que en el fondo, la “economía”, vista de manera escueta, vendría a ser algo así como una vaca gorda, a la que todos los miembros de la sociedad, incluyendo la clase media y los pobres, deben colaborar para mantenerla siempre en ese estado, es decir gorda. Con el inconveniente de que esa res tiene dueños y ellos son los de arriba, quienes se ostentan como los únicos con derecho a usufructuarla, sin dar oportunidad a los de abajo para que siquiera de vez en cuando puedan tomar aunque sea una chupada de esa leche.
Sucede pues que por eso, los observadores están convencidos de que un PIB o un índice económico altos, no pueden ser símbolos de progreso real, si no van acompañados de un mejoramiento en el nivel de vida de todos los habitantes de una nación.
La justicia social no viene en paquete. Se tiene que trabajar por ella, o sea incluirla en las acciones del aparato oficial. Y no solamente en el discurso, sino de manera práctica, organizada y efectiva.
Ahora bien, es necesario aclarar que todo lo anterior, es parte importante de una polarización política y social que desde hace algún tiempo hemos venido enfrentando, pero que trata de ocultarse utilizando en esta contienda términos engañosos. Unos abanderan el esfuerzo por el “desarrollo de la economía” a sabiendas que por ser los poderosos, serán ellos los que verán crecer sus caudales; otros participan porque en alguna medida son beneficiarios de tal método; mientras que otros más fingen ignorancia o de plano son manipulados haciéndolos creer que luchan por una buena causa.
Lo anterior, nos hace recordar una anécdota contada por un amigo, que en su familia ampliada sufría un problema por la desavenencia de un matrimonio, en el cual la mujer tenía la peor parte. Sucede que platicando una vez con una prestigiada psiquiatra, nuestro amigo le manifestaba su extrañeza por esas diferencias, siendo que el marido siempre había sido buena persona y parecía no darse cuenta del daño que causaba a su esposa. A lo cual, la profesionista le contestó: -“No es que no sepa… se hace pendejo”, utilizando un término coloquial que por cierto, resultó bastante convincente.
Claro que nosotros, en este columna, que siempre ha sido respetuosa, no nos atrevemos a utilizar tales palabras, pero de todas formas, éstas pueden quedar como referencia al juzgar a quienes sin tener vela en el entierro, toman parte de manera muy activa, en las confrontaciones políticas y sociales que se están viviendo.