/ lunes 18 de noviembre de 2024

La Revolución Mexicana

El 20 de noviembre marca el inicio de la Revolución Mexicana, un conflicto armado que inició días después de que Francisco I. Madero promulgara el Plan de San Luis, el 5 de octubre de 1910.

El manifiesto en cuestión, redactado en la ciudad de San Antonio, Texas, desconocía la reelección de Porfirio Díaz, y convocaba al pueblo de México a levantarse en armas para poner fin a la dictadura porfirista. Se le llamó Plan de San Luis porque Madero lo comenzó a concebir mientras se hallaba encarcelado en la ciudad de San Luis Potosí, por el supuesto delito de rebelión.

“Sufragio Efectivo no Reelección” fue la consigna de Madero en dicho plan y a lo largo de su campaña política. El documento fue redactado por el oriundo de Parral, Chihuahua, así como por Juan Sánchez Ascona y Roque Estrada, entre otros partidarios del proyecto de Francisco I. Madero.

“Conciudadanos: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al gobierno del Gral. Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino por salvar a la patria del porvenir sombrío que la espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulos y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales… No vaciléis, pues, un momento. Tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria que no podemos mancillar. Sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria”, se lee en el manifiesto.

Este llamado a la insurrección armada hizo eco en varios sectores de la población en distintas regiones de México, particularmente “en los de abajo”. Como en casi todas las revoluciones que se han librado en varios países del mundo, la mexicana se libró en nombre de los pobres, de los desposeídos y oprimidos.

En estos sectores el descontento era creciente e inocultable. Y es que la dictadura de Porfirio Díaz favoreció por más de 30 años ininterrumpidos a los ricos y hacendados, sumiendo a los pobres en una situación de desigualdad social y explotación. El poder de Díaz estuvo siempre al servicio de los poderosos, aunque es obligado reconocer que el dictador tuvo logros importantes como la inauguración de la primera red telegráfica, la extensión del sistema ferroviario, el inicio de la generación eléctrica…

A 114 años del inicio de este movimiento todavía prevalecen muchos problemas que los buenos revolucionarios trataron de remediar. Lastimosamente, la pobreza y la desigualdad siguen teniendo presencia en México, un país que en el pasado inmediato fue devorado por una clase política altamente voraz, que sólo pensaba en sus intereses y bienestar, y muy poco en los que menos tienen. Las cosas han ido cambiando en los últimos seis años, pero debemos de reconocer que aún falta mucho por hacer.

Deseo señalar, por último que uno de los mayores logros de la lucha revolucionaria fue la creación de la Constitución Política de los Estados Unidos Méxicano, un documento que establece garantías y derechos que contribuyen a combatir la desigualdad y la pobreza.

El 20 de noviembre marca el inicio de la Revolución Mexicana, un conflicto armado que inició días después de que Francisco I. Madero promulgara el Plan de San Luis, el 5 de octubre de 1910.

El manifiesto en cuestión, redactado en la ciudad de San Antonio, Texas, desconocía la reelección de Porfirio Díaz, y convocaba al pueblo de México a levantarse en armas para poner fin a la dictadura porfirista. Se le llamó Plan de San Luis porque Madero lo comenzó a concebir mientras se hallaba encarcelado en la ciudad de San Luis Potosí, por el supuesto delito de rebelión.

“Sufragio Efectivo no Reelección” fue la consigna de Madero en dicho plan y a lo largo de su campaña política. El documento fue redactado por el oriundo de Parral, Chihuahua, así como por Juan Sánchez Ascona y Roque Estrada, entre otros partidarios del proyecto de Francisco I. Madero.

“Conciudadanos: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al gobierno del Gral. Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino por salvar a la patria del porvenir sombrío que la espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulos y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales… No vaciléis, pues, un momento. Tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria que no podemos mancillar. Sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria”, se lee en el manifiesto.

Este llamado a la insurrección armada hizo eco en varios sectores de la población en distintas regiones de México, particularmente “en los de abajo”. Como en casi todas las revoluciones que se han librado en varios países del mundo, la mexicana se libró en nombre de los pobres, de los desposeídos y oprimidos.

En estos sectores el descontento era creciente e inocultable. Y es que la dictadura de Porfirio Díaz favoreció por más de 30 años ininterrumpidos a los ricos y hacendados, sumiendo a los pobres en una situación de desigualdad social y explotación. El poder de Díaz estuvo siempre al servicio de los poderosos, aunque es obligado reconocer que el dictador tuvo logros importantes como la inauguración de la primera red telegráfica, la extensión del sistema ferroviario, el inicio de la generación eléctrica…

A 114 años del inicio de este movimiento todavía prevalecen muchos problemas que los buenos revolucionarios trataron de remediar. Lastimosamente, la pobreza y la desigualdad siguen teniendo presencia en México, un país que en el pasado inmediato fue devorado por una clase política altamente voraz, que sólo pensaba en sus intereses y bienestar, y muy poco en los que menos tienen. Las cosas han ido cambiando en los últimos seis años, pero debemos de reconocer que aún falta mucho por hacer.

Deseo señalar, por último que uno de los mayores logros de la lucha revolucionaria fue la creación de la Constitución Política de los Estados Unidos Méxicano, un documento que establece garantías y derechos que contribuyen a combatir la desigualdad y la pobreza.