El gobernador electo de Jalisco, Pablo Lemus, ha presentado ya su proyecto para la Línea 5 del Tren Ligero, mismo que busca conectar el Aeropuerto Internacional de Guadalajara con el Estadio Akron. La propuesta se centra en crear una conexión rápida entre el aeropuerto y las zonas turísticas, especialmente con miras al Mundial de Fútbol de 2026. Este enfoque, aunque atractivo desde una perspectiva de desarrollo económico y proyección internacional, plantea interrogantes sobre las prioridades en la planificación urbana de nuestra metrópoli.
La ruta que plantea el gobernador electo no ha sido la única puesta en la mesa, pues existe otro proyecto que propone extender la Línea 5 hacia el oriente del Área Metropolitana de Guadalajara, conectando municipios como Tonalá y El Salto, mismos que necesitan urgentemente ser integrados de manera real y efectiva con la red de transporte público masivo de nuestra ciudad. Esta propuesta busca atender las necesidades de movilidad de casi un millón de jaliscienses que viven en esta zona, tradicionalmente menos favorecida en términos de infraestructura, incluida la de transporte.
Esta opción representa un enfoque más orientado a la justicia socioespacial, pues conectar el oriente del AMG no solo mejoraría la calidad de vida de sus habitantes, sino que también contribuiría a una distribución más equitativa de los recursos en la ciudad. El plan de Lemus, aunque potencialmente beneficioso para la economía local, corre el riesgo de priorizar las necesidades del turismo sobre las de las y los residentes locales. La pregunta es: ¿debemos construir ciudades para los visitantes o para quienes las habitan día a día?
No debemos perder de vista que aunque que el desarrollo económico es importante, no puede ocurrir a expensas de la equidad urbana, y que la inversión en transporte público masivo ofrece una oportunidad para cerrar brechas de desigualdades históricas en la distribución de infraestructura, en este caso de movilidad.
En ese sentido, el debate sobre la Línea 5 del Tren Ligero no se trata llanamente sobre el trazo de las rutas de transporte, sino sobre el tipo de ciudad que queremos construir. Y la respuesta a la postura me parece clara: la apuesta debe ser por una ciudad que priorice el acceso equitativo a la movilidad para todos sus habitantes, no solo para turistas o residentes de zonas privilegiadas. Esta es una oportunidad para reconfigurar las relaciones socioespaciales de la ciudad en tanto que el modelo de planificación de transporte puede convertirse en una herramienta efectiva para la construcción de una ciudad más justa, inclusiva y accesible.