/ jueves 15 de febrero de 2024

La adicción más peligrosa para la humanidad

Existen diferentes sustancias que entrar al cuerpo de una persona causa una sensación que quiere repetirse una y otra vez, sin importar cuales son los estragos que puedan causar en su salud, se quiere repetir la experiencia.

Sin embargo, existen sensaciones placenteras que no se derivan de sustancias, al contrario, son provocadas por las circunstancias que se nos presentan en la vida, el ejemplo más claro es la sensación de poder.

La palabra poder proviene del vocablo latín potere, que tiene el significado de autoridad y también el de mando, que desde sus orígenes ha sido una de las adicciones más peligrosas para la humanidad, tal es el caso que existen estudios que han señalado que la sensación de poder causa el nivel de excitación de la cocaína, en 2008 el neurólogo David Owen introdujo el término “síndrome de Hubris” y se define como un “trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y deprecio hacia las opiniones de los demás” el cual se presenta generalmente en personas que ostentan responsabilidades de alta envergadura, al mismo tiempo que reciben privilegios por ellas, lo que se convierte en un factor del que cuesta trabajo desprenderse, por el contrario, se desea cada vez incrementar los niveles de estas sensaciones que combinan la adrenalina de la responsabilidad, la autoridad, la superioridad, lujos y excentricidades que cada día se vuelven más necesarias.

Este “síndrome de Hubris”, es característico de algunas personas que llegan al poder público, de las que dependen las decisiones más importantes para la salud, la seguridad, la educación, la libertad, la impartición de justicia, en fin, de todo aquello que impacta a la persona, lo que nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de regular mecanismos para implementar protocolos de detección de aquellas personas más propensas a adquirir este síndrome para prevenir que lleguen al poder y hagan daño a la democracia de un Estado. La forma más efectiva para lograrlo es a través de la voluntad ciudadana en las urnas, porque como dijo Montesquieu: “Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder.”


Contacto en redes:

Facebook @ana.isa.1257

Instagram @anarojimisa

Twitter @anaisabelrobl17

Existen diferentes sustancias que entrar al cuerpo de una persona causa una sensación que quiere repetirse una y otra vez, sin importar cuales son los estragos que puedan causar en su salud, se quiere repetir la experiencia.

Sin embargo, existen sensaciones placenteras que no se derivan de sustancias, al contrario, son provocadas por las circunstancias que se nos presentan en la vida, el ejemplo más claro es la sensación de poder.

La palabra poder proviene del vocablo latín potere, que tiene el significado de autoridad y también el de mando, que desde sus orígenes ha sido una de las adicciones más peligrosas para la humanidad, tal es el caso que existen estudios que han señalado que la sensación de poder causa el nivel de excitación de la cocaína, en 2008 el neurólogo David Owen introdujo el término “síndrome de Hubris” y se define como un “trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y deprecio hacia las opiniones de los demás” el cual se presenta generalmente en personas que ostentan responsabilidades de alta envergadura, al mismo tiempo que reciben privilegios por ellas, lo que se convierte en un factor del que cuesta trabajo desprenderse, por el contrario, se desea cada vez incrementar los niveles de estas sensaciones que combinan la adrenalina de la responsabilidad, la autoridad, la superioridad, lujos y excentricidades que cada día se vuelven más necesarias.

Este “síndrome de Hubris”, es característico de algunas personas que llegan al poder público, de las que dependen las decisiones más importantes para la salud, la seguridad, la educación, la libertad, la impartición de justicia, en fin, de todo aquello que impacta a la persona, lo que nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de regular mecanismos para implementar protocolos de detección de aquellas personas más propensas a adquirir este síndrome para prevenir que lleguen al poder y hagan daño a la democracia de un Estado. La forma más efectiva para lograrlo es a través de la voluntad ciudadana en las urnas, porque como dijo Montesquieu: “Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder.”


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