Repasemos un poco la historia reciente.
En 1922 la Sociedad de las Naciones, un organismo creado exprofeso para evitar conflictos bélicos internacionales, antecedente inmediato de la Organización de las Naciones Unidas, determinó conceder un territorio administrado por el Reino Unido, para efecto de que se evitara un conflicto en una de las zonas más conflictivas del mundo.
Se procedió entonces a la migración de Judíos a territorios Palestinos, sin embargo los habitantes árabes de la región mostraron su abierta oposición porque advertían un despojo de sus territorios.
En abril de 1947, cuando apenas el mundo se recuperaba de los estragos de la segunda guerra mundial, la recién estrenada Organización de las Naciones Unidas, abre su primer período de sesiones con el tema preocupante en ciernes, y con el fin de poner fin al incipiente conflicto toma los siguientes acuerdos:
Que se declare por terminado el mandato británico de esos territorios, el retiro progresivo del ejército inglés posicionado en esos lugares y el más importante: que a más tardar el primer día de octubre de 1948 se fijaran nuevas fronteras entre el Estado Palestino y el Estado Judío, incluyendo la cuestión de Jerusalén.
Con esta determinación 750,000 Palestinos se vieron obligados a abandonar sus tierras y lejos de prevenir el conflicto, se produjo un recrudecimiento de la violencia. A nadie le gusta que lo despojen de un territorio que tiene en posesión legal.
Cuando Egipto decidió nacionalizar el Canal de Suez, un canal artificial navegable que une el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo, concebido por el Francés Fernando de Lesseps, una excelente obra de ingeniería, convirtiendo así la región del Sinaí en una nueva península, Israel inconforme, inició operaciones militares en 1956 contra la tierra de los Faraones, agudizando el conflicto de la zona.
No hubo paz. La ONU fue incapaz de pacificar la región.
De esta forma en 1967 Israel declaró la Guerra a Egipto, Jordania y Siria y fue el pretexto para que Israel ocupara la zona del antiguo mandato de Palestina, recrudeciendo las rivalidades y no solo eso, sino que se produjeron abusos por parte de los Israelíes en el sentido de violar las reglas de guerra -aunque usted no lo crea, las guerras también tienen sus reglas- y de este modo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas instó a Israel a cumplir con el Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949, para la protección de los civiles en tiempos de guerra, violado una y otra vez por el ejército israelí incluso hasta la fecha en el conflicto vigente.
A finales de la década de los 70, Líbano empezó a recibir a los migrantes Palestinos despojados de sus territorios, acrecentándose las rivalidades entre los países de la región y en 1973 estalló una nueva guerra árabe-israelí.
Con la preocupación de que se extendiera aún más el conflicto, al año siguiente, en 1974, se convocó a una Conferencia Internacional de Paz presidida por Estados Unidos y la Unión Soviética, con la participación de Israel, Egipto y Jordania negándose a participar Siria y no fue sino hasta 1978, cuando pareciere tocar su fin el conflicto mediante los acuerdos de Camp David, firmándose finalmente un Tratado de Paz el 17 de septiembre de 1978 y confirmándose en marzo de 1979, cuyos principales acuerdos consistieron en la creación de un régimen autónomo en Cizjordania y la Franja de Gaza, el retiro de Israel del territorio del Sinai, y principalmente el reconocimiento pleno del Estado de Israel y los Territorios Ocupados de Palestina, pero el gusto duró poco pues en 1987 inició la primera intifada nombre genérico con el que se denominan las rebeliones de los Palestinos de Cizjordania y la Franja de Gaza contra Israel.
En 1993 se quiso nuevamente poner fin a ese terrible conflicto regional con un nuevo acuerdo de paz, entre Isaac Rabin por parte de Israel y Yaser Arafat, de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) que fuera reconocida desde 1974 por la ONU como representante del pueblo Palestino, y se reconoció la autonomía Palestina en la Franja de Gaza y Jericó, decretándose la retirada de Israel de esos territorios.
Pero de nuevo brotó la chispa y en el mes de septiembre del año 2000, se produjo la segunda intifada generada por la inoportuna visita del líder de la oposición Israelí, Ariel Sharon a la zona exterior de la Cúpula de la Roca, el famoso Domo, y eso se consideró una abierta provocación a los Palestinos, porque consideraron una indebida agresión a la sacralidad de la Mezquita Al-Aqsa conocida por los Musulmanes como Al-Haram-Al-Sharif, y de esa intolerancia surgió de nuevo el conflicto bélico con gran intensidad.
Y así han transcurrido años y años sin que en esas tierras haya paz; hoy vemos como peligrosamente se extiende el conflicto involucrando al Líbano y a Siria, y con la expectativa de intervención Iraní, ampliación que se dá como resultado de los trabajos del servicio secreto israelí, el Mossad y el Shin Bet, que han localizado células del Hezbolá en esos Países y las incursiones Israelíes no se han hecho esperar.
El 7 de octubre de 2023, durante una fiesta religiosa de los Israelíes denominada Simjat-Torá, donde se termina de leer en las Sinagogas la última parte del Pentateuco en los Rollos de la Torá, grupos armados Palestinos miembros de Hamás y de la Yihad Islámica, lanzaron un ataque contra Israel desde la Franja de Gaza, que ha traído como consecuencia un nuevo enfrentamiento en el que la paz cada vez se ve más distante y a pesar de que múltiples voces internacionales imploran la paz, la conciliación y la armonía entre los pueblos, desafortunadamente son solo buenas intenciones y toda esa zona es un verdadero infierno haciendo que vivir allí sea prácticamente imposible porque ninguna de las partes quiere ceder un ápice, haciendo esa región la más conflictiva de la tierra.
La verdad es que decepciona ver que a pesar de tantas conferencias, convenciones, acuerdos, tratados y esfuerzos de las grandes potencias para pacificar la región, aquella mal planeada decisión que se remonta en su historia reciente a 1922, tenga cien años de conflicto y al parecer no solo está lejana la posibilidad de la conciliación, sino que se va extendiendo y las violaciones a la Convención de Ginebra son cada vez más frecuentes, pero yo sigo creyendo en los milagros y espero uno y que sea pronto, para Dios no hay imposibles.