Mucho se especula sobre el futuro político de Pablo Lemus. Que si se volverá moreno, que si se desvinculará en definitivo del ingeniero Enrique, o que si su ruta es ir de la mano de Pedro Kumamoto, etcétera. Sin embargo, muy poco se habla del porvenir en la arena política del alcalde tapatío, Ismael del Toro Castro.
Es posible que esto se deba a que la gran mayoría de los opinantes profesionales den por un hecho que la única carta que tiene en la mano el “Pope” es buscar la reelección en Guadalajara. Y claro que hay suficientes argumentos para suponerlo, pues incluso él mismo ha aceptado que ése es su interés.
Sin embargo, recordemos que en el impredecible e implacable mundo de la grilla todo puede cambiar y ocurrir; por ello es que estimo conveniente dejar por aquí algunas reflexiones sobre el abanico de posibilidades que se abre para del Toro Castro.
Como nunca se había visto, Guadalajara se encuentra bajo el permanente acecho de todas las expresiones de la delincuencia. Este flagelo social es el que más daño le ha hecho a la actual administración. Además de algunos servicios públicos, la inseguridad ha mermado la imagen no sólo de Ismael, sino del partido que lo llevó al poder. Todas las encuestas a las que yo he tenido acceso, indican que el alcalde tendría que remontar cuando menos ocho puntos porcentuales si en este momento fueran las elecciones. Pero la cosa se complica si consideramos que la caída de Movimiento Ciudadano en las simpatías del gran elector continúa y no se ve cómo ni cuándo se vaya a detener. Hoy Morena, como marca partidista, cuenta con una aceptación muy superior al del resto de los partidos.
Sin duda, dicha variable es determinante en la ecuación que deberá resolver mi amigo Ismael. Es bien sabido que para él no ha sido nada fácil atender las gestiones que le encarga su amigo el gobernador. Mientras que por un lado la hace de uno de los operadores de Alfaro Ramírez, por el otro tiene la grave responsabilidad de gobernar un municipio en extremo complejo.
Así, es que no sería sensato descartar que ante él se desplieguen dos caminos en el supuesto de que renuncie a contender de nuevo por la presidencia de la capital política de Jalisco. Uno es el de regresar al congreso del Estado. En virtud del desastre en que se convirtió el manejo de la bancada emecista en el poder legislativo, quién mejor que Ismael del Toro para representar y defender los intereses del ingeniero Enrique en un escenario que de seguro le será adverso en términos políticos. Es decir, si se cumplen los pronósticos de que Morena arrasará en la entidad en la jornada del 2021, el mejor hombre con el que contará el proyecto naranja será justamente del Toro Castro.
Por otra parte, el plan B de Ismael podría apuntar hacia la Secretaría General de Gobierno, una entidad que se volvió etérea, casi insignificante.
Está por demás argumentar el por qué sí es muy viable que el Pope se sume al gabinete alfarista, si es que decide evitar el tremendo desgaste que se avecina para las candidaturas anaranjadas.
Cualquiera que sea el caso, lo cierto es que quienes conocemos a Ismael del Toro, le deseamos éxito en todas las aventuras de la vida, pues lo consideramos uno de los activos más coherentes con los que cuenta el emecismo. Y es que en medio de la atmósfera arrogante y fría que rodea a la corte alfarista, él marca diferencia por su sencillez y calidez humana.