/ lunes 22 de julio de 2024

El plan B

El error en el sistema operativo Windows de este fin de semana, provocó un apagón informático de alcance mundial, paralizando aeropuertos, vuelos, bancos, hospitales, estaciones de servicios, ferrocarriles y la transmisión y recepción general de datos, ocasionando caos, preocupación e incalculables daños económicos.

Quedó descartado que se tratase de un ataque informático como en un principio se supuso, y finalmente se descubrió que todo sucedió por un código defectuoso enviado por una empresa de ciberseguridad llamada CrowdStrike a las computadoras que manejan el sistema operativo Windows.

Cuando aparecieron de súbito las pantallas azules, llamadas coloquialmente las pantallas de la muerte, por la absoluta inactividad operativa del sistema, las alarmas se encendieron ante el riesgo del ataque cibernético que pondría en riesgo incluso la seguridad internacional en materia bélica porque los sistemas de defensa funcionan precisamente con los algoritmos de programas estratégicos ad hoc. Afortunadamente no fue un ataque cibernético terrorista como dije.

Sin embargo la falla del sistema, ha provocado serios cuestionamientos acerca de la fragilidad y la vulnerabilidad que tenemos todos por nuestra excesiva dependencia de la tecnología.

Varias películas de ciencia ficción se han ocupado del tema y no están lejos de la realidad que el pasado viernes muchos pudimos experimentar personalmente al quedarnos varados en los aeropuertos sin saber qué hacer, incomunicados y sin poder salir ni llegar a nuestro destino. Fueron muchas horas de incertidumbre e inquietud y sobre todo de inoperancia e impotencia.

El siglo XXI trajo para nosotros la inteligencia artificial, que es un modelo matemático y algorítmico que simplifica las tareas escolares, profesionales, incluso incursiona en el terreno de la creatividad porque es capaz de escribir un artículo como el que usted está leyendo en este momento, el argumento de una novela, una composición musical y hasta un cuadro pero la carencia de regulación nos acerca a límites peligrosos.

Novelas como 1984 de George Orwell, o Un mundo feliz de Aldous Huxley, clásicas del género distópico, han quedado muy atrás, y no estamos lejos de que sucediese la trama de la película Transcendence, protagonizada Johny Depp y Morgan Freeman, que se filmó hace diez años. Ahora somos los mismos protagonistas de esos filmes de ciencia ficción, porque dependemos casi en todo de las máquinas. Ahora mismo al escribir este artículo, estoy batallando con el corrector ortográfico que insiste en corregirme donde claramente el Diccionario de la RAE me confirma que está bien escrito y si dejo que mi ordenador me domine, el resultado será que lea usted este artículo con faltas de ortografía, y quizá en algún otro párrafo mi adorada computadora me metió un gol que me pasó inadvertido, así que usted habrá de dispensar.

El mundo ha optado por la digitalidad; lo vemos en cosas tan elementales como el desuso de las agendas por citar un ejemplo. El directorio telefónico lo tenemos registrado en nuestro aparato de telefonía móvil, e incluso a través de un comando de voz le ordenamos que nos comunique con alguna persona sin siquiera digitar el numero manualmente número que por supuesto no lo tenemos registrado en nuestra memoria sino en la de nuestro teléfono, dependemos de él. No tenemos en nuestra memoria cerebral ni siquiera los teléfonos de nuestros familiares y amigos mas cercanos; todo lo hemos dejado a la simplicidad y la practicidad de tenerlo en nuestro celular.

El internet nos ha hecho perezosos y excesivamente dependientes. El apagón informático fue un aviso. Es tiempo de prever, poniendo la práctica un Plan B para entrar en acción cuando las máquinas se encaprichen y pretendan hacer lo que gusten independientemente de nuestra voluntad.

Algo simple que podemos y debemos hacer en el caso del ejemplo que le puse, es volver a nuestras libretas, agendas, directorios y cuadernos de notas, al uso de la tinta y el papel (benditos Chinos) apuntando domicilios, registros, números de celulares, números de cuentas bancarias e incluso los passwords, porque un olvido, o una caída del sistema o y el defecto en su restablecimiento y nos quedaremos sin acceso a nuestros datos personales.

Claro que deberemos tener sumo cuidado de tener en un lugar seguro esas libretas de notas, y sobre todo en los datos que tengamos anotados, procurando no ser tan obvios en caso de que cayeran en manos de quien no debieran estar. Las precauciones no están de más, y ante ese avance de la tecnología y lo errática que pudiera ponerse, no tenemos más que pensar en el plan B y decirles a las máquinas quien es el que verdaderamente manda aquí.

Yo por lo pronto, este fin de semana he empezado a pasar a una libreta los números telefónicos que tenía anotados en mi celular. No vaya a ser…

El error en el sistema operativo Windows de este fin de semana, provocó un apagón informático de alcance mundial, paralizando aeropuertos, vuelos, bancos, hospitales, estaciones de servicios, ferrocarriles y la transmisión y recepción general de datos, ocasionando caos, preocupación e incalculables daños económicos.

Quedó descartado que se tratase de un ataque informático como en un principio se supuso, y finalmente se descubrió que todo sucedió por un código defectuoso enviado por una empresa de ciberseguridad llamada CrowdStrike a las computadoras que manejan el sistema operativo Windows.

Cuando aparecieron de súbito las pantallas azules, llamadas coloquialmente las pantallas de la muerte, por la absoluta inactividad operativa del sistema, las alarmas se encendieron ante el riesgo del ataque cibernético que pondría en riesgo incluso la seguridad internacional en materia bélica porque los sistemas de defensa funcionan precisamente con los algoritmos de programas estratégicos ad hoc. Afortunadamente no fue un ataque cibernético terrorista como dije.

Sin embargo la falla del sistema, ha provocado serios cuestionamientos acerca de la fragilidad y la vulnerabilidad que tenemos todos por nuestra excesiva dependencia de la tecnología.

Varias películas de ciencia ficción se han ocupado del tema y no están lejos de la realidad que el pasado viernes muchos pudimos experimentar personalmente al quedarnos varados en los aeropuertos sin saber qué hacer, incomunicados y sin poder salir ni llegar a nuestro destino. Fueron muchas horas de incertidumbre e inquietud y sobre todo de inoperancia e impotencia.

El siglo XXI trajo para nosotros la inteligencia artificial, que es un modelo matemático y algorítmico que simplifica las tareas escolares, profesionales, incluso incursiona en el terreno de la creatividad porque es capaz de escribir un artículo como el que usted está leyendo en este momento, el argumento de una novela, una composición musical y hasta un cuadro pero la carencia de regulación nos acerca a límites peligrosos.

Novelas como 1984 de George Orwell, o Un mundo feliz de Aldous Huxley, clásicas del género distópico, han quedado muy atrás, y no estamos lejos de que sucediese la trama de la película Transcendence, protagonizada Johny Depp y Morgan Freeman, que se filmó hace diez años. Ahora somos los mismos protagonistas de esos filmes de ciencia ficción, porque dependemos casi en todo de las máquinas. Ahora mismo al escribir este artículo, estoy batallando con el corrector ortográfico que insiste en corregirme donde claramente el Diccionario de la RAE me confirma que está bien escrito y si dejo que mi ordenador me domine, el resultado será que lea usted este artículo con faltas de ortografía, y quizá en algún otro párrafo mi adorada computadora me metió un gol que me pasó inadvertido, así que usted habrá de dispensar.

El mundo ha optado por la digitalidad; lo vemos en cosas tan elementales como el desuso de las agendas por citar un ejemplo. El directorio telefónico lo tenemos registrado en nuestro aparato de telefonía móvil, e incluso a través de un comando de voz le ordenamos que nos comunique con alguna persona sin siquiera digitar el numero manualmente número que por supuesto no lo tenemos registrado en nuestra memoria sino en la de nuestro teléfono, dependemos de él. No tenemos en nuestra memoria cerebral ni siquiera los teléfonos de nuestros familiares y amigos mas cercanos; todo lo hemos dejado a la simplicidad y la practicidad de tenerlo en nuestro celular.

El internet nos ha hecho perezosos y excesivamente dependientes. El apagón informático fue un aviso. Es tiempo de prever, poniendo la práctica un Plan B para entrar en acción cuando las máquinas se encaprichen y pretendan hacer lo que gusten independientemente de nuestra voluntad.

Algo simple que podemos y debemos hacer en el caso del ejemplo que le puse, es volver a nuestras libretas, agendas, directorios y cuadernos de notas, al uso de la tinta y el papel (benditos Chinos) apuntando domicilios, registros, números de celulares, números de cuentas bancarias e incluso los passwords, porque un olvido, o una caída del sistema o y el defecto en su restablecimiento y nos quedaremos sin acceso a nuestros datos personales.

Claro que deberemos tener sumo cuidado de tener en un lugar seguro esas libretas de notas, y sobre todo en los datos que tengamos anotados, procurando no ser tan obvios en caso de que cayeran en manos de quien no debieran estar. Las precauciones no están de más, y ante ese avance de la tecnología y lo errática que pudiera ponerse, no tenemos más que pensar en el plan B y decirles a las máquinas quien es el que verdaderamente manda aquí.

Yo por lo pronto, este fin de semana he empezado a pasar a una libreta los números telefónicos que tenía anotados en mi celular. No vaya a ser…