El periodismo es un compromiso. Un compromiso que surge desde el fondo del corazón; es entrega apasionada por un ideal. El oficio de la información es uno de los más antiguos de la historia. El Mester de Juglaría llevaba de pueblo en pueblo los cantos de la información, para mantener comunicadas a las comunidades a donde el juglar o trovador llevaba los aconteceres.
Prescindir de ellos, era terminar cualquier contacto con el exterior; se perdía la relación con los demás y por eso era particularmente apreciada su labor que con el paso de los años y con el uso de la imprenta que Juan Gutenberg perfeccionó del genial invento de los Chinos, surgieron los primeros papeles que contenían esa información necesaria para todos, acerca de lo que pasaba alrededor.
A lo largo del tiempo, muchos periodistas han dado su vida por ese ideal, por cumplir con ese compromiso de mantener informada a la sociedad y su legado permanecerá por siempre unido al desarrollo de las comunidades.
Infortunadamente no todos piensan lo mismo. Consideran al periodista como un enemigo más que un adversario; un ente peligroso a sus intereses que serían puestos en evidencia al desvelarse los misterios de los negocios y entonces se produce el rechazo, la crítica, la desacreditación, la difamación, y hasta las agresiones físicas que en muchos casos han segado la vida de insignes comunicadores.
El periodismo de investigación, sobre todo, es una de las actividades más riesgosas que existen y particularmente en nuestro País, que por desgracia es considerado como uno de los lugares mas peligrosos para ejercerlo.
No abona a la seguridad del trabajo el ataque constante teledirigido en contra de la prensa; los desacuerdos, los diferendos, las diferencias de opinión reflejan la distinta manera de pensar, pero ello no es motivo suficiente para callar voces, y no solo mediante el uso de la fuerza física sino mediante la coacción moral.
Discrepar no es atacar. Muchas veces en las diferencias se encuentran grandes coincidencias. La obcecación, la necedad ciega cualquier posibilidad de réplica y contrarréplica; es preciso conocer y entender las voces discordantes antes que prestar la mayor atención a las que son halagadoras que en aras de quemar incienso en el altar del poder, obnubilan las mentes y distorsionan los hechos, y a la postre desinforman a la sociedad.
Un buen gobernante es el que une; el que suma; el que abona, no el que divide, resta y envenena.
Un buen gobernante debe manifestar con dichos y realizar con hechos la concordancia de pensamientos respecto de aquellos que adquirieron el compromiso de informar, de ser entregados por sus ideales, independientemente de que se esté o no conforme con su manera de pensar, porque en un país de libertades, la libertad de emitir opiniones, de manifestar ideas, de escribir y publicar artículos sobre cualquier materia, dignifica al gobierno que las respeta y vuelve indigno al gobierno que dice una cosa y hace otra.
El festejo a la libertad de prensa no tiene que ser solo el 3 de mayo como lo instituyó desde 1993 la Organización de las Naciones Unidas. El festejo debe ser cotidiano, día a día porque es un derecho inalienable a informar y ser informado y claro que es motivo de alegría ver que estas líneas son leídas por usted, porque es una manifestación clara del respeto a la libertad de prensa y a los que directa o indirecta, permanente o circunstancialmente estamos en el ámbito del periodismo, nos llena de orgullo cumplir con ese compromiso con ustedes los lectores.
Gracias por haberme seguido durante todo este año y espero contar con su interés en el venidero, que deseo para todos ustedes sea el mejor de sus vidas.
Este columnista tomará un breve descanso por un par de semanas y si Dios quiere, aquí volveremos encontrarnos en el 2023 que deseo para todos ustedes sea el mejor año de sus vidas.