/ lunes 9 de septiembre de 2024

Effetá!

San Marcos, uno de los Evangelistas más precisos, menciona esta palabra Hebrea o tal vez de origen Arameo que significa “Abrete!”, y podemos entender en sentido muy amplio su significado, por el resumen que hace Marcos en su capítulo 5 en el que queda condensada la buena nueva de Cristo y terminó rompiendo la dureza del corazón del antiguo pueblo judío.

Sirve esta palabra religiosa para titular mi artículo de esta semana, porque buena parte del pueblo de México necesita abrirse, necesita entender la realidad, y no seguir viviendo de la ensoñación, necesita curarse de esa alucinación colectiva que padece en torno a la sempiterna figura de su patriarca celestial Andrés Manuel López Obrador.

Hay un fenómeno sociopsicológico que se denomina Histeria Colectiva, y según la enciclopedia es sinónimo de histeria en masa, histeria de grupo, psicosis colectiva y también comportamiento obsesivo colectivo.

Se trata de una conducta patológica que se manifiesta en un gran número de personas que siguen el patrón que surge de un individuo enfermo, en donde la razón queda en un segundo plano, porque la conducta de la masa, obedece ciegamente el trazo que le dicta el líder, toda proporción guardada como aquella leyenda alemana de los Hermanos Grimm, la del Flautista de Hamelin, una historia de sobra conocida.

Treinta y cinco y medio millones de votos obtuvo la señora Claudia Sheinbaum a través de la postulación de su partido, una tercera parte de la población electoral le dio el triunfo, la hicieron ganar los incondicionales del Flautista de Macuspana.

Sin embargo, no son mayoría. Cuarenta y seis millones de electores no votaron por su proyecto. Hablo de la población electoral, y por tanto la mayoría no votó por ella, sin embargo gobernará para todos, para un universo de más de 127 millones de personas.

Una minoría será el Gobierno sobre la gran mayoría, que sin embargo tendrá una nueva oportunidad en tres años con la Revocación de Mandato, pero eso estará aún por verse.

Lo que tenemos aquí y ahora, es que el que hizo realmente Presidenta a Claudia no fue el pueblo, sino su creador, el que la hizo a su imagen y semejanza, ya que desde hace mucho tiempo la tenía como su candidata in pectore y a todo el mundo, nos jugó el dedo en la boca con su pintoresco carrusel de las corcholatas porque el pueblo de los incondicionales hizo lo que líder les dijo que hicieran. La presidencia se la debe Claudia a Andrés Manuel, no al pueblo bueno y sabio que ni ve ni oye ni entiende pues obedece ciegamente las órdenes de su Taumaturgo, incluso repiten sus mismas palabras y hasta sus incoherencias.

El día del informe de Andrés Manuel, pudimos corroborar de primera mano esa histeria colectiva. Los entrevistados entre sollozos y suspiros no ocultaban su tristeza por el último informe de su líder; desconsolados, porque el sexenio de López Obrador llegaba a su fin y no lo volverían a ver como Presidente. De nada servía que los entrevistadores les dijeran que Claudia era la verdadera reencarnación de su Mesías, ellos, desolados extrañarían por siempre a su Quetzalcóatl, bajó del Cielo de Macuspana para cuidar y guiar a sus hijos dispersos y ahora aglutinados en MORENA.

Toda la sarta de mentiras de las más de mil mañaneras, de sus múltiples y reiterativos informes, -sobre todo del último- no significan nada para sus millones de seguidores, ellos creen a ciegas “su verdad”, sus propios datos, lo que les dice y cuando alguien se atreve a cuestionarlos o a disentir de sus opiniones, se enardecen y están dispuestos a todo con tal de que no se mancille el honor de su Dios.

El señor Lopez Obrador ha dividido a la sociedad, ha acabado con amigos de toda la vida, con familias enteras que se han desunido, que han roto vínculos por esa tajante división de a favor o en contra.

Pese a las evidencias de su fracaso en materia de salud, de seguridad, de política exterior, de educación, de combate a la corrupción y a la pobreza, la defenestración del medio ambiente en el sureste, de las grandes obras improductivas, de su destrucción de instituciones y del insano deseo de acaparamiento del poder, ese ejército de iluminados, de extraviados, lo sigue aplaudiendo, lo sigue idolatrando lo sigue simplemente.

Esta pobre gente está siendo víctima de esa alucinación colectiva, y aunque parezca de ciencia ficción es una realidad. Consulte usted las enciclopedias incluso la virtual, y compruebe que han existido numerosos casos de histeria colectiva como en el caso de Estrasburgo en el nor este de Francia en el siglo XVI, el del caso de las Brujas de Salem, el Pánico Financiero de 1907, la Epidemia de la Risa en Tangañica en 1962, el de la falsa intoxicación colectiva en Chalco, Estado de México en 2007, el caso de Tanzania en 2008 o el de Forth Worth en Texas en 2009. Así andamos con buena parte de la población de México, anda extraviada, alucinada, apantallada por una suerte de Mesías.

Valdría la pena que sociólogos y psicólogos estudiaran seriamente este penoso caso que ha surgido desde 2018 en nuestro México y que continúa hasta la fecha, y nos proporcionen herramientas para sacarlos de su padecimiento, porque es necesario que todos esos incondicionales que ven pero no entienden lo que ven, que tienen oídos pero no escuchan, salgan de su letargo, dejen de engañarse solos y ser victimas del engañador.

No es posible que verdaderamente crean que tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca por citar una sola perlita de un verdadero embaucador de las mentes de sus inocentes y muchos convenencieros seguidores. Hay desvarío colectivo. ¡Effetá México!

San Marcos, uno de los Evangelistas más precisos, menciona esta palabra Hebrea o tal vez de origen Arameo que significa “Abrete!”, y podemos entender en sentido muy amplio su significado, por el resumen que hace Marcos en su capítulo 5 en el que queda condensada la buena nueva de Cristo y terminó rompiendo la dureza del corazón del antiguo pueblo judío.

Sirve esta palabra religiosa para titular mi artículo de esta semana, porque buena parte del pueblo de México necesita abrirse, necesita entender la realidad, y no seguir viviendo de la ensoñación, necesita curarse de esa alucinación colectiva que padece en torno a la sempiterna figura de su patriarca celestial Andrés Manuel López Obrador.

Hay un fenómeno sociopsicológico que se denomina Histeria Colectiva, y según la enciclopedia es sinónimo de histeria en masa, histeria de grupo, psicosis colectiva y también comportamiento obsesivo colectivo.

Se trata de una conducta patológica que se manifiesta en un gran número de personas que siguen el patrón que surge de un individuo enfermo, en donde la razón queda en un segundo plano, porque la conducta de la masa, obedece ciegamente el trazo que le dicta el líder, toda proporción guardada como aquella leyenda alemana de los Hermanos Grimm, la del Flautista de Hamelin, una historia de sobra conocida.

Treinta y cinco y medio millones de votos obtuvo la señora Claudia Sheinbaum a través de la postulación de su partido, una tercera parte de la población electoral le dio el triunfo, la hicieron ganar los incondicionales del Flautista de Macuspana.

Sin embargo, no son mayoría. Cuarenta y seis millones de electores no votaron por su proyecto. Hablo de la población electoral, y por tanto la mayoría no votó por ella, sin embargo gobernará para todos, para un universo de más de 127 millones de personas.

Una minoría será el Gobierno sobre la gran mayoría, que sin embargo tendrá una nueva oportunidad en tres años con la Revocación de Mandato, pero eso estará aún por verse.

Lo que tenemos aquí y ahora, es que el que hizo realmente Presidenta a Claudia no fue el pueblo, sino su creador, el que la hizo a su imagen y semejanza, ya que desde hace mucho tiempo la tenía como su candidata in pectore y a todo el mundo, nos jugó el dedo en la boca con su pintoresco carrusel de las corcholatas porque el pueblo de los incondicionales hizo lo que líder les dijo que hicieran. La presidencia se la debe Claudia a Andrés Manuel, no al pueblo bueno y sabio que ni ve ni oye ni entiende pues obedece ciegamente las órdenes de su Taumaturgo, incluso repiten sus mismas palabras y hasta sus incoherencias.

El día del informe de Andrés Manuel, pudimos corroborar de primera mano esa histeria colectiva. Los entrevistados entre sollozos y suspiros no ocultaban su tristeza por el último informe de su líder; desconsolados, porque el sexenio de López Obrador llegaba a su fin y no lo volverían a ver como Presidente. De nada servía que los entrevistadores les dijeran que Claudia era la verdadera reencarnación de su Mesías, ellos, desolados extrañarían por siempre a su Quetzalcóatl, bajó del Cielo de Macuspana para cuidar y guiar a sus hijos dispersos y ahora aglutinados en MORENA.

Toda la sarta de mentiras de las más de mil mañaneras, de sus múltiples y reiterativos informes, -sobre todo del último- no significan nada para sus millones de seguidores, ellos creen a ciegas “su verdad”, sus propios datos, lo que les dice y cuando alguien se atreve a cuestionarlos o a disentir de sus opiniones, se enardecen y están dispuestos a todo con tal de que no se mancille el honor de su Dios.

El señor Lopez Obrador ha dividido a la sociedad, ha acabado con amigos de toda la vida, con familias enteras que se han desunido, que han roto vínculos por esa tajante división de a favor o en contra.

Pese a las evidencias de su fracaso en materia de salud, de seguridad, de política exterior, de educación, de combate a la corrupción y a la pobreza, la defenestración del medio ambiente en el sureste, de las grandes obras improductivas, de su destrucción de instituciones y del insano deseo de acaparamiento del poder, ese ejército de iluminados, de extraviados, lo sigue aplaudiendo, lo sigue idolatrando lo sigue simplemente.

Esta pobre gente está siendo víctima de esa alucinación colectiva, y aunque parezca de ciencia ficción es una realidad. Consulte usted las enciclopedias incluso la virtual, y compruebe que han existido numerosos casos de histeria colectiva como en el caso de Estrasburgo en el nor este de Francia en el siglo XVI, el del caso de las Brujas de Salem, el Pánico Financiero de 1907, la Epidemia de la Risa en Tangañica en 1962, el de la falsa intoxicación colectiva en Chalco, Estado de México en 2007, el caso de Tanzania en 2008 o el de Forth Worth en Texas en 2009. Así andamos con buena parte de la población de México, anda extraviada, alucinada, apantallada por una suerte de Mesías.

Valdría la pena que sociólogos y psicólogos estudiaran seriamente este penoso caso que ha surgido desde 2018 en nuestro México y que continúa hasta la fecha, y nos proporcionen herramientas para sacarlos de su padecimiento, porque es necesario que todos esos incondicionales que ven pero no entienden lo que ven, que tienen oídos pero no escuchan, salgan de su letargo, dejen de engañarse solos y ser victimas del engañador.

No es posible que verdaderamente crean que tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca por citar una sola perlita de un verdadero embaucador de las mentes de sus inocentes y muchos convenencieros seguidores. Hay desvarío colectivo. ¡Effetá México!