Entrevista exclusiva a la comunicóloga Mayra Elia Amador Durán, respecto de la profesión que más impacta en la sociedad de todos los países y la más debatible por diversas opiniones.
El ejercicio de esta profesión tan vocacional como es la abogacía y su importancia para asesorar y defender los derechos mediante criterios de prevención y solución de conflictos, requiere además de un perfil polivalente preparado para la actividad jurídica, fortaleza enérgica y valentía para afrontar las dificultades y los riesgos.
En tiempos de inteligencia artificial y metodologías disruptivas, el sector legal se ve influenciado por la digitalización para mejorar los procesos en la toma de decisiones mediante un trabajo coordinado, cuyo énfasis, es mejorar la productividad desarrollando una práctica profesional que optimiza la actividad y criterio jurídico para discernir e interpretar la ley. Por lo que generar propuestas de valor atractivas que cumplan los requerimientos y exigencias del ámbito jurídico, permitiendo así la incorporación de las habilidades tecnológicas, será benéfico para un trabajo relacional colaborativo. La capacidad de análisis también permite interpretar adecuadamente las normas y jurisprudencia.
La profesión jurídica se debe aperturar a los avances tecnológicos y replantearse los fundamentos para establecer ejercicios especializados. Comprender el contexto social, macroeconómico y empresarial es un pilar fundamental que genera respeto y valor hacia la sociedad que confía en la defensa efectiva de los derechos de las personas y colectivos de forma adecuada.
La carrera de abogado es apasionante y llena de matices. La disciplina, rigor, habilidades sociales, capacidad de trabajo en equipo y manejo del entorno permiten desarrollar habilidades metódicas y altamente productivas. Aunado a lo anterior, no solo deben lidiar con el estrés, esto exige ser emocionalmente fuerte para afrontar cualquier situación y evitar que afecte.
El ánimo, sentimiento de pertenencia y compromiso dependen de la gestión de la salud anímica y mental. La calidad moral y ética profesional deben ser inquebrantables para que justo en este tenor, sea donde el temple humano del abogado puede llegar a motivar e inspirar.
Generar espacios de aprendizaje y formación para nuestros futuros líderes profesionales debe ser prioritario para fortalecer un vínculo de confianza que contribuya a la implementación de acciones positivas en el crecimiento de la sociedad. Elevar el nivel académico, se traduce en reducir los niveles de corrupción. La Academia plantea un ecosistema de trabajo basado en objetivos sin olvidar el verdadero sentido de servicio.
Es importante señalar que los retos de acceso a la justicia son una responsabilidad imperante. Requiere de un diagnóstico adecuado a cada contexto para implementar acciones y actividades que refuercen el compromiso social por resolver la problemática jurídica.
Romper y combatir esquemas de corrupción mafiosos es frustrante pero no debe ser jurídicamente difícil. El derecho ha cambiado para litigar más limpio y generar una buena reputación corporativa, leal a sus principios y adepto a los valores para garantizar firmeza y honestidad.
El abogado posee un amplio discurso de virtudes que refuerza con un perfilamiento a su vocación y convicción interna. Genera vínculos de confianza y emplea una interesante actividad filosófica profunda en sus consecuencias personales, buscando firmemente la preparación y conocimiento para resolver problemas recurrentes mediante una práctica apasionante y reflexiva, cuyo fenómeno lingüístico enriquece, ordena y argumenta a la sociedad.
La esencia no es crear un nicho, es establecer conexiones y vínculos colaborativos que refuercen la formación teórica para entender la estructura de los sistemas jurídicos y llevarlos a la práctica
Rector general del Centro Universitario Uteg*
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