/ lunes 4 de abril de 2022

Cambio climático, ¿cómo nos afecta?

La industrialización llegó hace poco más de doscientos años, sin que a su llegada los seres humanos imaginaran el impacto que la industria -fuente de contaminación- tendría siglos después sobre el medio ambiente, debido principalmente a la sobreexplotación de recursos naturales.

El tránsito hacia sociedades industrializadas comenzó a darse a finales del siglo XVIII en el Reino de la Gran Bretaña. Había llegado la llamada Revolución Industrial y, con ella, un importante número de cambios tecnológicos que habrían de beneficiar económica, sociológica y culturalmente a la humanidad.

A partir de entonces todo fue novedad, celebración y admiración, principalmente cuando comenzaron a aparecer los primeros inventos en los países desarrollados: la máquina hiladora en 1767, la máquina de vapor en 1769, el barco de vapor en 1787, el ferrocarril en 1814, la bicicleta en 1817, la máquina de escribir en 1869, entre otros inventos que vieron la luz posteriormente.

Pocos se preocuparon de los daños irreversibles contra la naturaleza que el mundo de hoy lamenta. Lo importante para las sociedades de entonces eran las innovaciones tecnológicas y científicas que acompañaban a la industrialización.

Fueron pocas las acciones que se hicieron en ese tiempo para frenar el daño que la extracción de recursos naturales comenzaba a ocasionar. Todo era válido en nombre de la industria y del progreso, de allí que, en vez de lamentar, se celebrara la reactivación socioeconómica y las mejoras en la “calidad de vida” de la población.

Una de las primeras acciones en pro de la naturaleza fue la creación de la primera gran reserva natural protegida del mundo. En 1872 se creó el Parque Nacional de Yellowstone, esto tras una expedición en la que participaron Nathaniel Langford y Cornelius Hedges, quienes concluyeron que era necesaria una urgente protección del entorno natural de Yellowstone.

En el caso específico de México conviene mencionar que se han dado iniciativas similares que permiten que los mexicanos tengamos muchas áreas naturales protegidas, incluida la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, creada en abril de 1980 con el fin de proteger el entorno natural y hábitat de la Mariposa Monarca. La UNESCO la declaró en 2008 Patrimonio de la Humanidad.

Aparte de la reserva natural antes mencionada, existen en México otras áreas naturales protegidas. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) “administra actualmente 184 áreas naturales de carácter federal que representan 90,956,124 hectáreas y apoya 371 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, con una superficie de 604,906.7 hectáreas”.

Este tipo de acciones en favor del medio ambiente se han dado en todos los países del mundo, sin que hasta el momento se haya logrado poner a salvo al planeta de la contaminación, resultado de la imparable degradación del medio ambiente que produce el crecimiento industrial, sobre todo aquel que no ha sido debidamente planeado.

Estamos a tiempo de parar el daño que la contaminación provoca a las aguas y suelos de nuestro planeta, a la flora y fauna, lo que nos ha colocado ante una crisis climática que ha ocasionado la destrucción de la capa de ozono y el calentamiento global, resultado este último del efecto invernadero.

Los expertos están convencidos de que entre más aumente la temperatura, más severos serán los impactos. Hace unas semanas, Debora Ley, doctora en Geografía y Medio Ambiente por la Universidad de Oxford, declaró lo anterior al diario El Economista, y añadió: “Si no mitigamos, el nivel de temperatura, es decir el nivel de calentamiento global, va a seguir aumentando, pero si no adaptamos, sabiendo de todos los riesgos, estamos dejando a más poblaciones y ecosistemas vulnerables”.

Entre las terribles consecuencias del calentamiento global de la atmosfera terrestre pueden enumerarse las siguientes: incremento de la temperatura; tormentas más violentas; transmisión de patógenos causantes de enfermedades; olas de calor más fuertes; deshielo de los glaciares; huracanes más peligrosos; desaparición de especies animales; aumento del nivel del mar; alimentos más caros.

Ante esto, es obligado señalar que se necesitan esfuerzos conjuntos a nivel nacional e internacional para hacer frente a este desafío. Y no hablo de dejarle todo a los gobiernos, sino de involucrarnos como sociedad en la solución del problema. Todos podemos y debemos hacer algo para evitar que el cambio climático siga perjudicando la salud del planeta y, consecuentemente, el bienestar de la sociedad.

¿Qué podemos hacer los seres humanos al respecto? Usar menos el vehículo y empezar a usar más el transporte público o la bicicleta; realizar acciones para ahorrar al máximo la electricidad; consumir menos carnes rojas, ya que la producción de éstas “lleva a un número significativamente mayor de emisiones de gases de efecto invernadero que la de pollo, frutas, verduras y cereales”; reciclar, reutilizar y reducir el agua en casa; educar e informar a los demás sobre cómo establecer una vida comunitaria sostenible.

TW: @armayacastro

La industrialización llegó hace poco más de doscientos años, sin que a su llegada los seres humanos imaginaran el impacto que la industria -fuente de contaminación- tendría siglos después sobre el medio ambiente, debido principalmente a la sobreexplotación de recursos naturales.

El tránsito hacia sociedades industrializadas comenzó a darse a finales del siglo XVIII en el Reino de la Gran Bretaña. Había llegado la llamada Revolución Industrial y, con ella, un importante número de cambios tecnológicos que habrían de beneficiar económica, sociológica y culturalmente a la humanidad.

A partir de entonces todo fue novedad, celebración y admiración, principalmente cuando comenzaron a aparecer los primeros inventos en los países desarrollados: la máquina hiladora en 1767, la máquina de vapor en 1769, el barco de vapor en 1787, el ferrocarril en 1814, la bicicleta en 1817, la máquina de escribir en 1869, entre otros inventos que vieron la luz posteriormente.

Pocos se preocuparon de los daños irreversibles contra la naturaleza que el mundo de hoy lamenta. Lo importante para las sociedades de entonces eran las innovaciones tecnológicas y científicas que acompañaban a la industrialización.

Fueron pocas las acciones que se hicieron en ese tiempo para frenar el daño que la extracción de recursos naturales comenzaba a ocasionar. Todo era válido en nombre de la industria y del progreso, de allí que, en vez de lamentar, se celebrara la reactivación socioeconómica y las mejoras en la “calidad de vida” de la población.

Una de las primeras acciones en pro de la naturaleza fue la creación de la primera gran reserva natural protegida del mundo. En 1872 se creó el Parque Nacional de Yellowstone, esto tras una expedición en la que participaron Nathaniel Langford y Cornelius Hedges, quienes concluyeron que era necesaria una urgente protección del entorno natural de Yellowstone.

En el caso específico de México conviene mencionar que se han dado iniciativas similares que permiten que los mexicanos tengamos muchas áreas naturales protegidas, incluida la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, creada en abril de 1980 con el fin de proteger el entorno natural y hábitat de la Mariposa Monarca. La UNESCO la declaró en 2008 Patrimonio de la Humanidad.

Aparte de la reserva natural antes mencionada, existen en México otras áreas naturales protegidas. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) “administra actualmente 184 áreas naturales de carácter federal que representan 90,956,124 hectáreas y apoya 371 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, con una superficie de 604,906.7 hectáreas”.

Este tipo de acciones en favor del medio ambiente se han dado en todos los países del mundo, sin que hasta el momento se haya logrado poner a salvo al planeta de la contaminación, resultado de la imparable degradación del medio ambiente que produce el crecimiento industrial, sobre todo aquel que no ha sido debidamente planeado.

Estamos a tiempo de parar el daño que la contaminación provoca a las aguas y suelos de nuestro planeta, a la flora y fauna, lo que nos ha colocado ante una crisis climática que ha ocasionado la destrucción de la capa de ozono y el calentamiento global, resultado este último del efecto invernadero.

Los expertos están convencidos de que entre más aumente la temperatura, más severos serán los impactos. Hace unas semanas, Debora Ley, doctora en Geografía y Medio Ambiente por la Universidad de Oxford, declaró lo anterior al diario El Economista, y añadió: “Si no mitigamos, el nivel de temperatura, es decir el nivel de calentamiento global, va a seguir aumentando, pero si no adaptamos, sabiendo de todos los riesgos, estamos dejando a más poblaciones y ecosistemas vulnerables”.

Entre las terribles consecuencias del calentamiento global de la atmosfera terrestre pueden enumerarse las siguientes: incremento de la temperatura; tormentas más violentas; transmisión de patógenos causantes de enfermedades; olas de calor más fuertes; deshielo de los glaciares; huracanes más peligrosos; desaparición de especies animales; aumento del nivel del mar; alimentos más caros.

Ante esto, es obligado señalar que se necesitan esfuerzos conjuntos a nivel nacional e internacional para hacer frente a este desafío. Y no hablo de dejarle todo a los gobiernos, sino de involucrarnos como sociedad en la solución del problema. Todos podemos y debemos hacer algo para evitar que el cambio climático siga perjudicando la salud del planeta y, consecuentemente, el bienestar de la sociedad.

¿Qué podemos hacer los seres humanos al respecto? Usar menos el vehículo y empezar a usar más el transporte público o la bicicleta; realizar acciones para ahorrar al máximo la electricidad; consumir menos carnes rojas, ya que la producción de éstas “lleva a un número significativamente mayor de emisiones de gases de efecto invernadero que la de pollo, frutas, verduras y cereales”; reciclar, reutilizar y reducir el agua en casa; educar e informar a los demás sobre cómo establecer una vida comunitaria sostenible.

TW: @armayacastro

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